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El cautivo cuenta que viene de una familia leonesa


Enviado por   •  18 de Julio de 2014  •  2.755 Palabras (12 Páginas)  •  235 Visitas

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Capítulo 39

El cautivo cuenta que viene de una familia leonesa. Debido a su amor por sus hijos y sus deseos por su bienestar, el padre del cautivo dividió su hacienda en cuatro partes y las repartió a los tres hijos, guardando una parte para si mismo. El padre les dice que tienen que servir a la "Iglesia, la mar, o la casa real" con lo que les da. El cautivo, siendo el hijo mayor, se dedica al rey (Felipe II) y se fue a Italia y desde allí salió para luchar contra los turcos. Aunque ganaron los cristianos, los turcos tomaron al cautivo como prisionero. Después de 22 años, todavía no había recibido ninguna noticia de su familia En posesión de los turcos, el cautivo conoce a uno de los soldados de la Goleta llamado Pedro de Aguilar, quien compuso sonetos. En la venta, un caballero que acompañaba a Don Fernando resulta ser el hermano de Pedro y le cuenta al cautivo está bien en casa, casado, rico, y con una familia. Pronto recitará los sonetos de él.

Capítulo 40

"Donde se prosigue la historia del cautivo"

Don Fernando recita los dos sonetos que escribió su hermano don Pedro en la Jornada de Túnez, tras lo que el cautivo sigue con su historia.

Volvió con la armada enemiga a Constantinopla y poco después murió su amo Uchalí (Uluj Alí), el rey de Argel, quien trataba a sus cautivos con mucha humanidad. Su nuevo amo, un renegado cruel llamado Azán Agá, lo llevó a Argel, donde pasaba los días encadenado y encerrado en una prisión donde torturaban a los cristianos. Aquí, en la historia del cautivo, aparece la metaficción cuando Cervantes incorpora sus propias experiencias vividas en las cárceles de Argel: "Sólo libro bien con él [Azán Agá] un soldado español llamado tal de Saavedra".

El cautivo cuenta que las ventanas de la casa de un moro rico daban al patio de la cárcel y un día en que estaba en el patio vio que por la celosía de la ventana había una caña con un lienzo atado al final. Alguien detrás de la ventana estaba moviendo la caña casi como si estuviera haciendo señas para que alguien cogiera el lienzo. El cautivo lo cogió y adentro encontró unas monedas de oro. Otro día, por la misma ventana apareció una pequeña cruz hecha de cañas, por lo que entendieron que una cristiana debía de estar cautiva dentro de esa casa.

Algunos días después, apareció la caña de nuevo y la mano que la sostenía detrás de la celosía sólo la soltó para el cautivo protagonista de esta historia y no para sus compañeros que también intentaron cogerla, como las veces pasadas. Esta vez halló escudos de oro españoles y un papel con un mensaje escrito en árabe con una cruz grande al final. El cautivo le pidió a un amigo de Murcia quien entendía el árabe a que lo tradujera.

El mensaje era de una mujer mora que decía que cuando era niña, su padre tenía a una esclava cristiana que le enseñó a rezar. Desde que se murió la esclava, ha visto su aparición dos veces y la esclava le ha dicho que vaya a tierras cristianas a ver a la Virgen María. Además decía el mensaje: "No sé yo como vaya: muchos cristianos he visto por esta ventana, y ninguno me ha parecido caballero sino tú. Yo soy muy hermosa y muchacha, y tengo muchos dineros que llevar conmigo: mira tú si puedes hacer cómo nos vamos y serás allá mi marido [...]".

El cautivo le respondió que estaría dispuesto a hacer por ella lo que fuera, hasta morir. Poco después el cautivo se enteró de que la doncella que le mandaba las notas y el dinero era Zoraida, mujer considerada la más hermosa de la Berbería y la hija única de Agi Morato, un hombre muy rico.

Zoraida le respondió que le daría dinero suficiente para que él y sus amigos comprasen su libertad y una barca para escaparse a tierras cristianas. El cautivo pagó su rescate y la de sus amigos, y le dio el dinero al renegado para comprar la barca.

Capítulo 41

"Donde todavía prosigue el cautivo su suceso"

El renegado compró la barca, y el cautivo ya rescatado, buscó a otros cristianos libres para acompañarlo en el viaje, y a Zoraida para avisarle que planeaban salir el viernes. En el jardín de Zoraida, el cautivo se encontró primero con el padre de la joven, Agi Morato, y le dijo que buscaba hierbas para una ensalada y que era esclavo de Arnaute Mami. (Éste es el nombre del renegado albanés quien llevó a Cervantes y a su hermano cautivos a Argel en 1575.)

Mientras conversaban, salió Zoraida y le causó una gran impresión al cautivo por su belleza y las joyas preciosas que llevaba. Ante la presencia de su padre, el cautivo le contó a Zoraida que era cristiano rescatado y que el día siguiente planeaba regresar a España en uno de los barcos de Francia. Cuando la mora le preguntó si era un hombre casado, le contó que estaba comprometido con una mujer muy hermosa que se parecía a ella.

Interrumpió la conversación otro moro para avisarles que cuatro turcos habían saltado las paredes del jardín y que estaban cogiendo frutas. El padre se despidió rápidamente del cristiano para lidiar con este asunto, y le ordenó a Zoraida a que se encerrase en la casa, pero antes de obedecerlo, la pareja tuvo un momento a solas. Zoraida echó un brazo al cuello del cristiano, pero su padre volvió pronto y los vio en esa postura, de ahí que Zoraida fingió que se desmayaba para disimular el gesto. Agi se imaginó que era por el susto que le dieron los turcos y le dijo al cautivo que podía volver a su jardín por más hierbas cuando quisiera.

El viernes al anochecer, el cautivo, el renegado y otros cristianos de su grupo buscaron a Zoraida mientras que su padre dormía. La joven salió adornada con todas sus joyas y con un cofre de monedas de oro, pero su padre se despertó y comenzó a gritar "ladrones" a los cristianos. Algunos hombres del grupo lo detuvieron, ataron sus manos y le pusieron un paño en la boca para que no pudiera hablar. Luego lo llevaron con ellos a embarcarse y le quitaron el paño de la boca, pero lo amenazaron con quitarle la vida si hablase.

El renegado les dijo a los moros en la barca y a Agi Morato que planeaba dejarlos sueltos una vez que llegaran a tierras cristianas. El padre de Zoraida, aún creyendo que su hija no tuvo nada que ver en el asunto, dijo: "[...] desde aquí os ofrezco todo aquello que quisiéredes por mí y por esa desdichada hija mía, o si no, por ella sola, que es la mayor y la mejor parte de mi alma".

Tras decir esto, comenzó a sollozar, y Zoraida se apartó del lado del cristiano para consolar a su padre, quien de repente se dio cuenta de cómo estaba vestida y le dijo: "¿Qué

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