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El sepultamiento del complejo de Edipo


Enviado por   •  8 de Diciembre de 2011  •  3.941 Palabras (16 Páginas)  •  699 Visitas

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El sepultamiento del complejo de Edipo (1924)

El complejo de Edipo sucumbe a la represión y es seguido por el período de latencia. Se viene a pique a raíz de las dolorosas desilusiones acontecidas. La niña quiere ser objeto de amor del padre, pero vivirá una reprimenda por parte de él. El varón considera a la madre su propiedad, pero experimenta como la madre le quita amor y cuidados para dárselos a un recién nacido. Estos acontecimientos, la falta de satisfacción esperada, son inevitables. Así, el Complejo de Edipo caería a causa de una imposibilidad interna (desde un punto de vista ontogenético).

También cae por llegado el tiempo de su disolución. Es un fenómeno heredado y tiene que desvanecerse cuando llega la fase evolutiva siguiente (desde el punto de vista filogenético)

La fase fálica, contemporánea al Complejo de Edipo, no prosigue su desarrollo hasta la organización genital definitiva, sino que es relevada por el período de latencia. Cuando el niño vuelca su interés sobre el miembro genital masculino, lo deja translucir por su vasta ocupación manual en ellos, pero hace la experiencia de que los adultos no están de acuerdo con ese obrar. Sobreviene la amenaza de que se le arrebatará. Primero el niño no presta obediencia a la amenaza; hay dos experiencias por las que se prepara para la pérdida de partes muy apreciadas de su cuerpo: el retiro del pecho materno y la separación del contenido del intestino. Solo tras hacer una nueva experiencia empieza el niño a contar con la posibilidad de la castración: la observación de los genitales femeninos. La falta de pene ha vuelto representable la pérdida de propio pene y la amenaza de castración posteriormente.

La sexualidad del niño se puede ver en la actitud edípica hacia sus progenitores; la masturbación es sólo la descarga genital de la excitación sexual perteneciente al complejo. El complejo de Edipo ofrece dos posibilidades de satisfacción: una activa, situándose en el lugar del padre (a raíz de lo cual es sentido como un obstáculo); y una pasiva: sustituir a la madre y hacerse amar por el padre. La intelección de que la mujer es castrada puso fin a las dos posibilidades de satisfacción derivadas del complejo. Ambas conllevan a la pérdida del pene: la masculina en calidad de castigo, y la femenina como premisa. Si la satisfacción amorosa cuesta el pene, estallará un conflicto entre el interés narcisista y la investidura libidinosa de los objetos parentales. El Yo del niño entonces, se extraña del Complejo de Edipo. Las investiduras de objeto son resignadas y sustituidas por identificación. La autoridad del padre, introyectada en el Yo, forma el núcleo del Superyo, que toma prestada su severidad, perpetúa la prohibición del incesto y asegura al Yo contra el retorno de la investidura libidinosa de objeto. Las aspiraciones libidinosas son desexualizadas y sublimadas, son inhibidas en su meta y mudadas en mociones tiernas. Se inicia el período de latencia que interrumpe el desarrollo sexual del niño. El extrañamiento del Yo respecto del Complejo de Edipo es producto de la represión, pero equivale a la destrucción del complejo. Si esto último no se logra, el complejo subsistirá en el inconsciente y más tarde exteriorizará su efecto patógeno.

En la niña el clítoris se comporta como un pene, pero es demasiado corto y se siente inferior. Tiene la esperanza de que crezca. La niña no comprende su falta sino que lo explica mediante el supuesto de que poseyó un miembro igualmente grande y lo perdió por castración. La niña acepta su castración, como un hecho consumado, mientras que el niño tiene miedo frente a la posibilidad de su consumación. La muchacha se desliza a lo largo de la ecuación simbólica, del pene al hijo. Su Complejo de Edipo culmina con el deseo de recibir como regalo un hijo del padre. Ambos deseos, de poseer un pene y recibir un hijo, permanecen en el Icc, donde se conservan con fuerte investidura y preparan la posterior sexualidad.

Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos (1925)

En el varoncito el niño retiene el objeto de la madre desde el período lactante, toma al padre como rival, que se sepulta por la angustia de castración y el interés narcisista por los genitales. El complejo es doble, activo y pasivo acorde con la disposición bisexual. También quiere sustituir a la madre (actitud femenina). Anterior al complejo hay una identificación tierna hacia al padre; también en la prehistoria Edípica hay onanismo, cuya sofocación activa el Complejo de Castración. Este onanismo descarga la excitación sexual Edípica.

Inicialmente fue la madre para ambos el primer objeto; pero la niña debe resignarla como objeto. La ligazón con el padre y el deseo de tener un hijo con él fue la fuerza pulsional del onanismo infantil. El Complejo de Edipo tiene en la niña una larga prehistoria, una formación secundaria. El niño descubre la zona genital dispensadora de placer durante el chupeteo. La niña nota, en la fase fálica, el pene de un niño, y lo supone como el correspondiente superior de su órgano y cae víctima de la envidia de pene. El niño primero desmiente su percepción, más tarde cobra influencia la amenaza de castración, que volverá significativa su observación: su recuerdo lo mueve afectivamente y lo somete a la creencia en la efectividad de la amenaza. Dos reacciones resultarán: horror frente a la criatura mutilada, o menosprecio triunfalista hacia ella. La niña ha visto el pene, sabe que no lo tiene y quiere tenerlo. Se bifurca el Complejo de Masculinidad de la mujer. Puede provocar la esperanza de recibir uno o la desmentida, se rehúsa a aceptar la castración, se afirma en que posee un pene y se comporta como un varón.

Con la admisión de la herida narcisista se establece un sentimiento de inferioridad. Intenta explicarlo como castigo personal, y empieza a sentir un menosprecio por el varón.

Aunque la envidia del pene haya renunciado a su objeto no cesa de existir: pervive en el rasgo de carácter de los celos, y en la primera fase de pegan a un niño en que otro niño, del que se tiene celos debe ser golpeado.

Otra consecuencia es el aflojamiento de los vínculos tiernos con el objeto madre a quien se responsabiliza de la falta de pene. Además la madre ama más al niño que posee pene.

La masturbación clitorídea sería una actitud masculina, y el despliegue de la feminidad tendría por condición la remoción de ésta forma de satisfacción. Tras la envidia de pene se produce una contracorriente opuesta al onanismo que es un preanuncio de aquella oleada represiva que en la pubertad eliminará gran parte de la sexualidad masculina para dejar espacio a la feminidad. Esta sublevación

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