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Ensayo del libro El hombre en búsqueda del sentido


Enviado por   •  6 de Noviembre de 2023  •  Ensayos  •  2.349 Palabras (10 Páginas)  •  34 Visitas

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INTRODUCCIÓN

El hombre en búsqueda de sentido de Viktor Frankl, es una obra narrativa de la experiencia del autor como prisionero de los campos de concentración durante el holocausto. En ella el autor explora los diferentes matices psicológicos de la condición humana de individuos que atraviesan una experiencia tan adversa y devastadora como lo fue el aprisionamiento en los campos de exterminio y trabajo forzado de los nazis en Europa durante la segunda guerra mundial. Así el escritor explora a través de su experiencia el pilar principal de su propio enfoque metodológico de terapia: la Logoterapia.

Narrando sus propias experiencias, nos ofrece reflexiones sobre los factores de influencia en la capacidad elección de las propias actitudes de un individuo ante la vida incluso en medio de un contexto de sometimiento a sufrimiento físico extremo y horrores psicológicos, llevando al lector por un relato ciertamente devastador, pero enormemente constructivo a futuro.

REFLEXIONES

A continuación, se traerá a foco algunos pasajes del libro que sintetizan la reflexión del autor de las experiencias más significativas de su relato.

El autor nos introduce al relato en pocos párrafo donde deja claro su objetivo: describir la naturaleza exacta de sus experiencias como prisionero de varios campos de concentración a la luz de los actuales conocimientos, y nos aclara que entiende por supuesto la necesidad de un distanciamiento psicológico para el análisis de este tipo de experiencias en un paciente, aun así, venciendo su aversión del exhibicionismo, decide intentar narrar y ofrecer reflexiones objetivas en medida de lo posible, ya que considera que una persona que no haya experimentado los mismos sucesos tendría un distanciamiento inmenso para garantizar un análisis válido; ya que solo el que ha estado dentro de esa burbuja única de sufrimiento puede saber lo que pasó aunque las mismas experiencias nublen su juicio.

La primera parada del autor como prisionero fue el complejo de Auschwitz, que ha sido descrito por mucho como símbolo de la deshumanización en su forma más extrema. Llama la atención la observación del autor del conocido estado de ánimo “la ilusión del indulto” experimentado por sus compañeros en esta primera etapa y hasta por él mismo. En este estado, el condenado a muerte, en el instante antes de su ejecución concibe la ilusión de ser indultado en el último segundo. Así, aun así a pesar de conocer su posible destino, de haber escuchado las condiciones y torturas a las que serían sometidos, los prisioneros experimentaban esta ilusión de que todo estaría bien y que regresarían pronto a casa. Este reconocimiento lleva a recordar el conocido dicho: la esperanza es lo último que muere, y experimentar este estado de ánimo confirma esa verdad tan universal y característica de la naturaleza humana.

A partir de la primera selección, el juego del dedo, se comprende que a partir de entonces los prisioneros serían constantemente sometidos a juicios que determinarían su existencia, el autor en algún punto lo describe como juguete del destino y que poco a poco en su narración enmarca como este suceso recurrente, de temor constante de perder la vida por un pequeño capricho o una consideración superficial de alguna figura con autoridad, iba haciendo mella poco a poco en la percepción de tener libre albedrío de los prisioneros y de tener algún poder de decisión de lo que sucedería en su propio destino; al mismo tiempo contribuía al despojo de la identidad que hasta ese momento de su vida habían construido como verdadera; se puede advertir como estos resultados eran determinante para el control de masas dentro de los campos de concentración; es a través de la deshumanización sistematizada del individuo que se hace posible someterlo a los niveles en que los prisioneros de los campos de concentración fueron sometidos.

El pasaje que el autor nombra con la expresión “la existencia desnuda” empieza a ser apenas el verdadero disparador en nuestro entendimiento del carácter real de los horrores que los prisioneros de los campos de concentración vivieron; donde además de las vejaciones físicas que muchos sufrieron en ese momento de desnudez, también fue un momento completamente revelador para los prisioneros, cuando se dieron cuenta que esta experiencia la vivirían solos con su corporalidad y nada de lo que habían acostumbrado a vestir o usar para llevar su día a día podría significar algo en su existencia a partir de ese momento, ya que se les hacía  evidente que debían proteger y preservar a toda costa la vida albergada en ese cuerpo y que sería su única prioridad de ese punto en adelante. El ser humano llega desnudo a este mundo, y al morir nada se llevará. El autor por este punto explica su propia reacción a esta etapa de despojo absoluto, no describe si consciente o inconscientemente, pero borró de su conciencia toda vida anterior.

Una de las observaciones más valiosas que realiza el autor es la de darse cuenta que “los libros mienten”, derivado de la reflexión anterior de la existencia desnuda y las subsiguientes etapas del internamiento, los prisioneros se dan cuenta con cruento asombro que la constitución humana es más perdurable de lo que creían; todos aquellas condiciones de incomodidad, que alguna vez imaginaron que no podrían superar, no eran nada en comparación con las que estaban experimentando y aun así, en el ejercicio de mantener la vida andando, su humanidad las soportó, por muchísimo más tiempo que un fisiólogo pudiera predecir; la vida encuentra su camino, estamos diseñados para ser animales resilientes aun en contra de las probabilidades. La atención a este asunto no permite al lector dejar de cuestionarse, si sus propias exigencias de comodidad del día a día son tan indispensables como piensa que son.

Es acongojante la narración del autor al describir, que no se necesitaban muchos días para que los prisioneros recién llegados empezaran a albergar la idea del suicidio, así la afirmación de algunos, de que no hay nada peor que la muerte, queda completamente anulada, los horrores vividos en los campos de concentración eran tales que muchos fácilmente preferían la muerte a seguirlos soportando, era una opción de escape seguro y que terminaría con el sufrimiento.

Una de las reflexiones anticipadas, es la descripción de cómo rápidamente lo sentimientos de los prisioneros se iban endureciendo y embotando, la capacidad de sentir asco, horror o piedad desaparecía; el prisionero se acostumbraba y habituaba a atestiguar y vivir experiencias tan crueles que en orden de poder copar con el día a día y sobrevivir a las largas faenas de trabajo forzado, hambre extrema y golpizas frecuentes no podía darse el lujo de sentir mucho por los demás, al menos no los inmediatamente cercanos, así la apatía y adormecimiento de emociones pueden verse como un mecanismo de defensa para asegurar la sobrevivencia y mitigar los efectos de las vivencias.

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