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Es imposible ganar la guerra contra las drogas


Enviado por   •  16 de Septiembre de 2014  •  Ensayos  •  2.685 Palabras (11 Páginas)  •  528 Visitas

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Es imposible ganar la guerra contra las drogas

Autor: George Soros

Como muchas personas, me sentí muy complacido el pasado mes de noviembre cuando los votantes de California y Arizona aprobaron, por márgenes importantes, dos propuestas de iniciativa popular que representan un cambio en la dirección de nuestras políticas frente a las drogas. La iniciativa de

California legalizó el cultivo y el uso de la marihuana con fines médicos. La iniciativa de Arizona fue más lejos al autorizar a los doctores a prescribir cualquier droga para fines médicos legítimos, y obligar la asistencia a tratamiento, sin encarcelamiento, para quienes sean arrestados por posesión

ilegal de drogas. También hizo más severas las penas para delitos violentos cometidos bajo la influencia de drogas.

Estos resultados son significativos tanto en términos de su impacto inmediato como en cuanto que sugieren que los norteamericanos están comenzando a reconocer la futilidad de la guerra contra las

drogas y la necesidad de pensar en caminos alternativos de manera realista y abierta.

Nuestros encargados de combatir las drogas respondieron oprimiendo el botón del pánico. El zarantidrogas, general Barry McCaffrey, afirmó que "estas propuestas nada tienen que ver con la compasión; tienen que ver con la legalización de drogas peligrosas". Fui severamente atacado por

haber apoyado estas iniciativas con recursos financieros. Joseph Califano me describió en The Washington Post como el "papá combate-dinero de la legalización de las drogas" y me acusó de "engatusar" a los votantes con publicidad • engañosa. En las audiencias del Congreso presididas por el senador Orrin Hatch (de Utah) se denigró contra mí, y en el New York Times, A. M. Rosenthal llegó a insinuar que yo represento un nuevo tipo de "dinero de las drogas". Debo rechazar estas

acusaciones.

No estoy a favor de legalizar las drogas fuertes. Estoy a favor de una política más sana frente a las drogas. Me preocupa, tamo como a cualquier padre responsable, alejar a mis hijos de las drogas.

Pero creo firmemente que la guerra contra las drogas le hace más daño a nuestra sociedad que el consumo mismo. Permítanme explicar mi i punto de vista. Me involucré en el tema de las drogas a raíz de mi compromiso con el concepto de sociedad abierta.

La sociedad abierta se fundamenta en el reconocimiento de que actuamos sobre la base de un entendimiento imperfecto y de que nuestros actos tienen consecuencias no buscadas. Nuestras

estructuras mentales, así como nuestras instituciones, son defectuosas de una manera u otra. La perfección es inalcanzable, lo cual no es razón para la desesperanza. Por el contrario, nuestra

falibilidad deja un campo infinito para la innovación, la invención y el mejoramiento. Una sociedad abierta que reconoce la falibilidad es una forma de organización social superior a una sociedad cerrada que afirma haber encontrado todas las respuestas.

Durante las últimas dos décadas, he dedicado gran parte de mi energía y de mis recursos a promover el concepto de sociedad abierta en los países que dejaron de ser comunistas. He comenzado a prestarle más atención a mi país adoptivo, Estados Unidos, porque creo que la sociedad

relativamente abierta de la que disfrutamos está en peligro. (No hay nada nuevo en este peligro; estar siempre en riesgo es una característica de las sociedades abiertas).

Las políticas contra las drogas constituyen un magnífico ejemplo de consecuencias adversas no buscadas. Quizá no existe otro campo en el cual nuestras políticas públicas hayan producido un resultado tan profundamente contradictorio con la intención inicial. Pero los que se empeñan en la "guerra contra las drogas" se niegan a reconocer ese hecho. Consideran que cualquier crítica es subversiva. A sus ojos, sugerir la posibilidad de que la guerra contra las drogas pueda ser contraproducente, equivale a una traición. Su reacción frente a la aprobación de las propuestas de iniciativa popular sobre drogas en California y Arizona confirmó esta postura.

Me gustaría dejar claro cuál fue mi papel en las propuestas de iniciativa popular. Contribuí con aproximadamente un millón de dólares, que representa entre el 25 y el 30% del total de contribuciones. No estuve involucrado en la planeación ni en la ejecución de ninguna de las dos campañas, así como tampoco en la redacción de las propuestas. Quienes se preocupan por el papel que desempeñó el dinero en estas campañas, deberían centrar su atención en las enormes sumas de dinero de los contribuyentes que gastaron los funcionarios del gobierno que se opusieron activamente a la aprobación de las propuestas.

Puedo entender muy bien, sin embargo, por qué quienes luchan contra las drogas se inquietan por mi participación. Yo no uso drogas. Intenté y disfruté la marihuana, pero nunca se me convirtió en hábito y no la he consumido en muchos años. He sufrido mi cuota de ansiedad por el consumo de drogas de mis hijos, pero afortunadamente no fue un problema serio. Mi única preocupación es que la guerra contra las drogas le está causando un daño indecible al tejido social. Creo que una América libre de drogas es un sueño utópico. Algún tipo de adicción a las drogas o abuso de

sustancias es endémico en la mayoría de las sociedades. Insistir en la erradicación total de las drogas sólo puede conducir al fracaso y a la decepción. La guerra contra las drogas no puede ser ganada; pero, igual que la guerra de Vietnam, ha polarizado a nuestra sociedad.

Y con el tiempo, sus efectos adversos pueden ser aún más devastadores. Penalizar el abuso de las drogas hace más mal que bien: impide hacer tratamientos efectivos y conduce al encarcelamiento de demasiadas personas. Nuestra población carcelaria y penitenciaria —actualmente se acerca a los dos

millones— se ha duplicado durante la última década y más que triplicado desde 1980. El número de personas que están detrás de las rejas por violaciones a las leyes sobre drogas ha aumentado ocho

veces desde 1980, hasta llegar aproximadamente a unas 400.000 personas.

Nuestras políticas contra las drogas son especialmente severas con los negros. La guerra contra las

drogas ha aumentado considerablemente el índice de encarcelamiento entre los jóvenes de esta raza, hasta el punto

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