FUNDAMENTOS DE ANTROPOLOGÍA
samanorion24 de Enero de 2014
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FUNDAMENTOS DE ANTROPOLOGÍA.
Ricardo Yepez Stork. EUNSA 2000
Capítulo I
1. La vida sensitiva
Descubrir la verdad sobre el hombre suspende el ánimo y causa admiración. Sin embargo, ese descubrimiento no puede ser repentino: exige un largo familia¬rizarse con su modo de ser y actuar. La realidad humana es tan rica y compleja que no puede abarcarse con una sola mirada. Es necesario aproximarse a ella des¬de diversas perspectivas. Para comenzar nuestro recorrido podemos partir de la consideración del hombre como ser vivo. Esta perspectiva nos tiene que llevar a comprender lo que tenemos los seres humanos de común y de diverso con los ani¬males, y nos puede dar luces para introducirnos en el porqué el hombre actúa del modo en que lo hace. Estudiar al hombre como viviente y las facultades con las que ejerce este vivir son los objetivos de los dos primeros capítulos de esta obra.
En el primero haremos unas breves consideraciones generales sobre la vida. Seguiremos con un análisis de las facultades corporales y sensibles del hombre, las cuales conforman la vida sensitiva. En el segundo trataremos de sus faculta¬des superiores, que dan origen a la vida intelectiva. Así, nos pondremos en con¬diciones de entender el riquísimo conjunto de acciones, actitudes y situaciones que forman el rico contenido de la realidad humana. Dicho de otro modo: inicia¬mos el estudio del hombre desde un punto de vista «estático», anatómico. Es éste el que nos permitirá entender en su justa medida lo «dinámico» del hombre, dina¬mismo que conforma la realidad de su existir.
1. 1. QUÉ SIGNIFICA SER VIVO
Empezamos por afirmaciones sencillas, casi perogrulladas. Los seres vivos se diferencian de los inertes en que tienen vida. Esta afirmación puede explicitar¬se desde cinco características:
1) Vivir es, ante todo, moverse a uno mismo, automoverse. Ésta es una vieja definición del ser Vivo 2: lo vivo es aquello que tiene dentro de sí mismo el princi¬pio de su movimiento, lo que se mueve sin necesidad de un agente externo que lo impulse. Se puede añadir a esto que vivir es un modo de ser, porque esta caracte¬rística del automovimiento afecta radicalmente a quien la tiene, llega hasta el mis¬mo fondo de ser: «para los vivientes, vivir es ser» 1.
2) La segunda característica de la vida es la unidad: todos los seres vivos, cada uno, son uno. No sabemos qué significa la expresión una piedra. Si la parti¬mos seguimos teniendo piedra. Un espejo roto es una multitud de espejos: la uni¬dad de lo inerte es tan pobre que su ruptura no implica un dejar de ser. Partir a un perro, en cambio, es mucho más drástico: el perro es en la medida en que es uno. Dividirlo es matarlo. Incluso los que se reproducen por bipartíción originan dos individuos nuevos, diferentes al original.
3) La tercera característica de la vida es la inmanencia. Esta palabra procede del latín in manere, que significa permanecer en. Inmanente es lo que se guarda y queda dentro. Es una característica que habla de la interioridad que se da en todo viviente, pues todo viviente lleva a cabo actividades cuyo efecto queda den¬tro del sujeto. Por ejemplo: nutrirse, crecer, leer, llorar, dormir son operaciones in-manentes, que quedan para el que las ejecuta, aunque puedan ser vistas desde fue¬ra. Lo que es uno lo es por tener algo propio, por tener un dentro. Las piedras, en cambio, no tienen un dentro. Para el viviente vivir es ser, en unidad, con un mun¬do interior.
4) La cuarta característica podemos llamarla impropiamente autorrea¬lización. Lo vivo se distiende a lo largo del tiempo hacia una plenitud de desarro¬llo y hacia la muerte. Ningún viviente está acabado en el nacimiento, sino que protagoniza un proceso (crecer, reproducirse, morir) que tiene cierta estructura de proyecto: hay un despliegue, un hacerse efectiva la potencia, un crecimiento. Es decir, los seres vivos tienen fin, perfección, plenitud. Vivir es crecer.
5) Por último, la vida tiene un ritmo cíclico y armónico; es decir, su movi¬miento se repite, vuelve una y otra vez a empezar, y se va desplegando a base de movimientos repetidos, cuyas partes están internamente proporcionadas unas con otras, hasta formar un todo unitario, una armonía que los clásicos llamaban cos¬mos. Se puede hablar de un ciclo de la vida que permite entender a la totalidad de vivientes del universo como una cierta unidad dotada de sentido. Exagerar esto, o quitarle la referencia a una Inteligencia que transcienda a ese orden (New Age, ecologísmo radical, diversas formas de hinduismo y budismo) tiene serias conse¬cuencias a la hora de comprender el lugar del hombre en el universo. Es un tema que irá apareciendo a lo largo de estas páginas.
Junto a estas características comunes, en los seres vivos hay que hablar de una gradación, de una escala sucesiva de perfección. Esta escala se puede dividir según los grados de inmanencia. Es decir, cuanta mayor es la capacidad de un ser vivo de guardar dentro de sí, cuanto más disfrute de un mundo interior, o más sepa decir de sí, mayor es su nivel inmanente. No es lo mismo el moverse de una plan¬ta que los saltos de un felino hacia su presa o que el movimiento de una mano que saluda a alguien que quiere. Los mundos en que se desenvuelven estas acciones son completamente diferentes.
Esta jerarquía en la escala de la vida se puede dividir en tres grados, mar¬cados por grandes diferencias:
1) La vida vegetativa, propia de las plantas y todos los animales superiores a ellas. Tiene tres funciones principales: la nutrición, el crecimiento y la reproduc¬ción'. En la primera, lo inorgánico exterior pasa a formar parte de la unidad del ser vivo. La nutrición se subordina al crecimiento. La reproducción consiste en ser capaz de originar otro ser vivo de la misma especie. Es decir, de hacer que la especie sea inmortal, ya que el individuo no puede serlo. «En la escala de la vida, la relevancia del individuo y su independencia frente a la especie es cada vez ma¬yor hasta llegar al hombre, en el que la relevancia de la autorrealización individual excede plenamente a la de la especie»'.
2) El segundo grado es la vida sensitiva, que distingue a los animales de las plantas. La vida sensitiva consiste en tener un sistema perceptivo que ayuda a rea¬lizar las funciones vegetativas mediante la captación de diversos estímulos: lo presente, lo distante, lo pasado y lo futuro. En cuanto son captados, esos cuatro ti¬pos de estímulos provocan un tipo u otro de respuestas. La captación se realiza mediante la sensibilidad (externa e interna). La estimulación captada a través de la vida sensitiva produce una respuesta: el instinto, que es la tendencia del «orga¬nismo biológico a sus objetivos más básicos mediada por el conocimiento»', por ejemplo el hambre o la pulsión sexual.
Esta respuesta instintiva a los estímulos, en el animal, no puede ser modifi¬cada. Es decir, se trata de una respuesta automática, en la cual no se da de ningún modo algo así como la voluntad. Los peces son capaces de morir comiendo, pues no pueden decir que no a su impulso a comer. El hombre, en cambio, es capaz de proponerse un régimen, o un ayuno. El conocimiento sensible del animal intervie¬ne en la conducta, pero no la origina: hay un automatismo que es mayor en la medida en que se está más bajo en la escala de la vida. Los fines instintivos le vienen dados, porque no son fines individuales, sino propios de la especie, idénticos a los de cualquier otro individuo.
Así pues, son tres las características esenciales de la vida sensitiva, tal como se da en los animales: a) el carácter no modificable, o «automático», del circuito estímulo respuesta; b) la intervención de la sensibilidad en el desencadenamiento de la conducta; c) la realización de fines exclusivamente específicos o propios de la especie.
3) El tercer grado de vida es la vida intelectiva, que es la propia del hombre. En ella se rompe la necesidad del circuito estímulo respuesta. «Por encima de los animales están los seres que se mueven en orden a unfin que ellos mismos sefi¬jan, cosa que es imposible de hacer si no es por medio de la razón y el intelecto, al que corresponde conocer la relación que hay entre el fin y lo que a su logro con¬duce, y subordinar esto a aquello» 1. Las características propias y diferenciales de este grado superior de vida son las siguientes:
a) El hombre elige intelectualmente sus propiosfines (exceptuando lo vege¬tativo respiración, crecimiento, etc. ) y no se conforma con los fines de la es¬pecie, sino que también se propone fines personales o como vamos a exponer más adelante tiene en sus manos la tarea de hacer su propia vida, escribir su propia historia, etc.
b) En el hombre, los medios que conducen a los fines no vienen dados, sino que hay que encontrarlos. Hay una separación de medios y fines que hace que no se den respuestas automáticas a los estímulos. La apertura del hombre es a la to¬talidad y, por lo tanto, la respuesta del hombre también debe ser concretada. Esa es la tarea de los hábitos, que hacen que, en frase de J. Choza, el hombre debe aprender a ser quien es para serlo.
1.2. EL PRINCIPIO INTELECTUAL DE LA CONDUCTA HUMANA
Buena parte de los objetivos de las actividades del hombre corren por cuen¬ta de la elección y aprendizaje individuales. En nuestro caso, el instinto viene en buena parte completado o desplazado por el aprendizaje. Aprendemos a comer, a andar, a comunicamos; nuestra infancia es tremendamente prolongada y necesi¬tada
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