Fundamentos de Antropología y Filosofía

[pic 1]

Facultad de Psicología y Ciencias Sociales

Fundamentos de Antropología y Filosofía

2do Parcial- 1er cuatrimestre 2021

Carrera: Licenciatura en Psicología

Sede: Comahue

JTP a cargo: Lic. Cesar Martínez Cerutti

Profesora adscripta: Valentina Mattar

Alumna: Milagros Cuartara

Legajo: 30803

1) Nietzsche fue un filósofo alemán, cuyo modo de hacer filosofía difería a la tradicional llevada a cabo en aquel momento. El rasgo central que se le podía atribuir, era entender a la filosofía como una labor de desconstrucción, o más bien derrumbamiento de verdades incuestionadas. Para él, la historia de la filosofía occidental era la historia de la metafísica, porque nos remitía al pensamiento tradicional occidental, caracterizado por el ansia de fundamentos, es decir, por encontrar un fundamento capaz de explicar el devenir de la realidad.

La metafísica, se encargó de reemplazar el rol de Dios como ordenamiento y fundamento último de lo real. Dios no representaba para Nietzsche otra cosa que un sistema de creencias que otorgaban sentido al mundo, negando la vida terrena. Es por eso que  rechazaba fuertemente a la religión. Sostenía firmemente que el origen de la misma era el miedo y la inseguridad propia de hombres débiles y cobardes, significaba una negación de vida que fomentaba la obediencia, el sufrimiento y un desprecio hacia lo terrenal, pues inventaban la existencia de otro mundo (Arabarco, 2020).

Cuando Nietzsche hablaba de “la muerte de Dios”, no hacía referencia a la muerte de un Dios existente, es más, esto significaría para él un absurdo. Sino que refería a la pérdida, que se dio junto con el desarrollo de la Modernidad, del conjunto de valores supremos que daban sentido al mundo hasta ese momento. De tal modo, a partir de este proceso de desacralización y del auge de la ciencia, dichas creencias perdieron valor y sentido (Díaz, 2020).

Este derrumbe, colapso simbólico, de verdades y valores que desde la Antigüedad griega hasta la Modernidad habían operado como fundamento de la cultura occidental, es lo que Nietzsche denomina Nihilismo. Todas esas creencias morales y religiosas que conformaban al conocimiento humano, perdieron su fuerza normativa hasta el punto en que dejaron de creer como tal en ellas. Expresaba el gran cansancio que recorría el mundo, después de perder aquel ideal que le parecía digno al hombre para movilizar sus energías (Pardo, 1998). “…el hombre debe actuar a partir de la constatación del sin-sentido y del absurdo de la existencia… relacionadas con la destrucción de los valores…” pág. 54 (aCragnolini, 2003^[a]).

Esto implicaba un peligro y una oportunidad a la vez. Por un lado, el peligro del surgimiento de un nuevo sistema de valores negadores de la vida, de un nuevo ídolo adorable al que llamó “superhombre”. Este “superhombre”, era  el resultado de fuerzas afirmativas de la vida que debían ser permanentemente recreadas, se trataba de un hombre creador de valores. Ese nuevo ídolo, creía Nietzsche, ya había surgido y era la ciencia, que ocupaba el lugar de Dios, asumiendo el viejo papel en su función ordenadora, fundante y reguladora (Arabarco, 2020).

Nietzsche establecía que toda filosofía postulaba la existencia de entidades permanentes, y recuperaba la noción de permanencia, no en referencia a que ese instante duraba eternamente, o porque no se acabara nunca, sino porque se repetía sin fin. A partir de esto,  formula la Doctrina del Eterno Retorno. Esta tesis no significaba repetición, es decir, no refería a un principio y final continuo, sino que remitía a la eterna caída del hombre en las mismas concepciones morales, y junto con ello en las mismas mentiras transformadas en verdad, en la misma rutina de lo establecido como correcto.

En este marco, la historia de occidente se presenta para Nietzsche como una especie de lucha entre las emociones y la razón. A estas dos fuerzas históricas Nietzsche las denominó “apolíneo” y  “dionisiaco”. Lo apolíneo hacía referencia a aquello relativo al Dios griego Apolo, representaba la ley, la razón, la moral, el conocimiento como verdad “… Apolo muestra el ser del universo en su claridad y orden, la existencia como cognición y canto sapiente, como purificada de redes demoníacas…”.  Por el contrario,  lo dionisiaco se refería a lo relativo al Dios Dionisio, el dios de la antigua Grecia, que representaba lo emocional, lo instintivo, la embriaguez, la desmesura. “… En el espíritu de Dionisio, el universo sale a la luz en su forma primordial, como impetuosidad arcaica y felicidad sin límites…” pág. 124 (Carpio, 2004). 

Es por esto que criticaba la necesidad de la metafísica a encontrar verdades absolutas, pues lo que lo único que había para él, eran sentidos: provisorios, parciales y temporales, que el hombre construía medida que conocía e interpretaba, generando así, nuevas perspectivas.
La representación más genuina de la vida para él, era el arte, porque permitía al hombre seguir creando, seguir viviendo aun así sin llegar a acceder a sentidos definitivos^[b].

 2) Heidegger consideraba que la Filosofía tiene una concepción única  y especifica del “ser”, asignada por la metafísica de la subjetividad. Lo que él nos decía, es que para poder  comprender al ser, debíamos responder la pregunta por él, es decir, teníamos que estudiar primero al único ente que se pregunta por el ser, que es el hombre. “…La palabra "ser"… pone en juego nuestro destino personal e histórico, porque somos nuestra comprensión del ser,  respectiva de la época y cultura en que vivimos. Así en esta época, el ser llega a su extremo y sólo se preocupa por los entes, considerándose a sí mismo como un ente más. Sólo se interesa por los medios de asegurar su dominio sobre los entes, por el modo de operar con los entes… y es por esto que sólo la pregunta por el ser puede aclarar el sentido de una época histórica…” (Carpio, 2004).

...