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Identidad Sexual

lilianbella23 de Octubre de 2014

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Psicoterapia de niños con trastornos en la identidad sexual

PDF: kernberg-psicoterapia-ninos-trastornos.pdf | Revista: 19-20 | Año: 1995

Paulina F. Kernberg

Psiquiatra. Psicoanalista. Jefe Servicio de Psiquiatría del Niño y del Adolescente de la Universidad de Cornell (New York).

Ponencia presentada en el VIII Congreso Nacional de la Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente (S.E.P.Y.P.N.A.) que bajo el título “La identidad y sus trastornos” tuvo lugar del 21 al 23 de octubre de 1994 en Toledo.

Traducción realizada por Sokoa Lasa.

Este trabajo tiene el propósito de señalar los objetivos para la psicoterapia de chicos con trastornos de identidad sexual basados en la utilización de investigaciones llevadas a cabo en la psicoterapia con los propios chicos y su familia. De acuerdo con R. Greene, M.D., J.D. 1987 las metas en este tratamiento son reducir el conflicto y estigma que suponen tales trastornos para estos niños. Más concretamente, facilitar su reingreso en el cauce adecuado para su óptimo desarrollo porque nosotros observaremos que estos chicos tienen desviaciones, parones o regresiones en su desarrollo. Los investigadores clínicos están de acuerdo (Coates, 1985) en que estos chicos sufren varias desviaciones psicológicas que van más allá del específico trastorno sexual.

Todos los autores opinan que la identidad sexual está multideterminada. Desde el nivel de los cromosomas a las gónadas, al impacto de hormonas en genitales externos e internos y a los decisivos efectos de hormonas en el desarrollo del cerebro. Como en los genitales internos, existen circuitos masculinos y femeninos en el cerebro que son bisexuales (Money, 1989). Estos circuitos masculinos y femeninos pueden existir en alguna pero no en todas las partes del cerebro. En los seres humanos, el término en que estos factores genéticos, de gónadas y de hormonas, influyen en la formación de la identidad sexual no está calculado todavía, pero hay una creciente evidencia de que afectan en comportamientos individuales que, a su vez, facilitan las reacciones de padres, hermanos y amigos del chico en particular. Yo estoy incluyendo, por ejemplo, cuestiones de temperamento, sensibilidad y motricidad entre otros. Probablemente no exista otra área como la identidad sexual en la que los asuntos biológicos y de desarrollo se entremezclen de manera tan rotunda.

A pesar de todo, el factor más importante en el ser humano a este respecto es la atribución del sexo del niño por parte de los adultos que le rodean y las experiencias que siguen a la determinación de la identidad sexual nuclear del niño, su identidad dentro de un rol sexual, esto es, su masculinidad o feminidad y, por último, su orientación sexual.

De hecho, la masculinidad y feminidad en la mente y comportamiento del individuo se derivan de las experiencias a lo largo de su propio desarrollo y no se circunscriben, como sabemos, únicamente por el sexo de los cromosomas, gónadas u órganos interiores. Money (1989) comparó esto con el desarrollo del lenguaje o la tendencia a utilizar más frecuentemente la mano derecha o la izquierda, que aunque no son innatas, tampoco son seleccionadas por el propio individuo. Una vez que la lengua y la destreza con una determinada mano son asimiladas en las más tempranas experiencias, tal y como la identidad sexual lo es, todas estas organizaciones quedan determinadas.

La identidad sexual no es una estructura unitaria. Consiste en una particular síntesis e integración de masculinidad y feminidad cuyas raíces se encuentran, en parte, en las hormonas y en los genes. Los psicoterapeutas no poseen un camino directo para influir en los componentes biológicos de la identidad sexual del sujeto, sólo pueden actuar de una manera indirecta. Por ejemplo, es sabido que cambios estresantes en un ambiente intrauterino en los humanos a causa de barbitúricos (Reinish, Sander 1982) pueden tener un efecto feminizante sobre el feto. Además las hormonas ponen un umbral que facilita o perturba la expresión de los comportamientos masculinos o femeninos. El terapeuta de niños debe conocer estos factores, que podrían hacer conveniente una derivación al médico especialista.

Sin embargo, el papel principal del psicoterapeuta se centra en primeras experiencias de desarrollo y sus consecuencias en la personalidad del niño.

Money habla de las diferencias esenciales entre hombres y mujeres. Las mujeres dan de mamar, gestan y menstrúan. Los hombres preñan. Otros comportamientos bisexuales son distintamente tolerados según las diferentes culturas. (Money 1986). Estos comportamientos bisexuales compartidos por ambos sexos pero con diferentes grados de tolerancia, son los siguientes.

 Los hombres muestran normalmente un mayor grado de quinesis, rivalidad competitiva y agresividad, dominio jerárquico, un sentido de territorialidad y de marcar límites como si vagaran. En cuanto a actividad sexual se refiere su estilo se podría definir en dos palabras: montar y empujar, en cuanto a estimulación erótica se refiere, ellos prefieren los estímulos visuales a cualquier otra forma de estimulación.

 En cambio, las mujeres tienden a comportarse de una manera menos móvil, más suave y menos pesada, más pasivamente, guardando y defendiendo al pequeño, protegiendo y creando su propio hogar y procurando cuidado y atención maternal como se puede ver en los juegos con muñecas. En cuanto a actividad sexual se refiere, ellas se muestran mucho más reservadas y contenidas en su comportamiento. En cuanto al despertar erótico se refiere que prefieren la estimulación por medio del tacto antes que la visual.

La identidad sexual se revelará a través de la identificación con la figura primaria y la reciprocidad, que implica la capacidad para predecir comportamientos del sexo opuesto y debido a esto poder desarrollar la capacidad de tener una relación complementaria con el sexo contrario, que de hecho, afirma la identidad sexual de cada uno: por ejemplo, la identificación de una niña con la feminidad de su madre y la reciprocidad con su padre, el cual confirma su feminidad por la relación establecida entre el padre, considerado como hombre, hacia la niña que representaría a la mujer (Ross, 1989), o en el caso de un niño la identificación se daría con su padre y la relación de complementariedad recíproca la hallaría en su madre.

De los tres componentes de los desórdenes de identidad sexual (identidad sexual nuclear, rol sexual y la orientación sexual), yo voy a referirme primeramente al segundo de los mismos, llamado rol sexual y también voy a referirme a la identidad sexual nuclear, en éste último punto me centraré en el papel del psicoterapeuta.

No se conocen demasiadas investigaciones acerca de los factores de desarrollo que actúan en el modelo de orientación sexual. Se han utilizado varias teorías para explicar la masculinidad y la feminidad. La Teoría Psicoanalítica (Broffen, Prenner), la Teoría del Aprendizaje Social (Mishel), la Teoría del Desarrollo Cognitivo (Kohlberg), la Teoría del Esquema del Género (Lipsitz). Todas estas teorías enfatizan el hecho de que existen componentes cognitivos y afectivos en la formación de la identidad sexual. La identidad sexual funciona como una estructura anticipatoria preparada para buscar y asimilar nueva información sobre lo que es masculino y femenino. Este proceso continúa, en gran parte, inconscientemente.

De hecho el niño acoge ciertos aspectos que pertenecerían a las niñas, como son el procurar alimento o criar, y otras dimensiones como la fuerza o la lucha cuerpo a cuerpo, que son típicas de los niños, sin tener en cuenta cultura alguna. La propia autoestima corresponderá, en parte, a la propiedad con la que uno funciona al ser medido en oposición a este esquema. Por eso, cuando nos referimos a la identidad sexual del niño hablamos de una importantísima estructura de componentes en la personalidad del niño que puede señalizarse mejor en el proceso de despliegue de sus componentes a lo largo del tratamiento. Esto puede explicar que los acercamientos a su comportamiento, únicamente, no son suficientes.. Los acercamientos educacionales y de conducta exclusivamente, pueden ayudar a modificar y enmascarar el comportamiento sin cambiar, en ningún momento, los factores de personalidad que sostienen estos comportamientos desde dentro (un niño de 14 años aprende a meter sus manos en los bolsillos porque si mantuviera sus manos fuera de sus bolsillos con los codos y las muñecas flexionadas, se le consideraría un marichica.). Es muy frecuente que los niños aprendan a ocultar y suprimir su feminidad.

Un concepto general muy práctico para los psicoterapeutas surge en la investigación realizada por Goldfoot y Neff (1985) sobre la valoración del comportamiento sexual diferente según el contexto social. De acuerdo con estos dos autores el comportamiento bisexual debería solamente ser definido en relación a los factores sociales y medioambientales en que son estimados. Su trabajo deriva principalmente de investigaciones con primates. Sin embargo, yo las he encontrado aplicables a los niños con problemas de identificación sexual. Una de sus afirmaciones dice que el comportamiento sexual es raramente bisexual en un sentido absoluto. A lo que se le llama diferencia de sexo es a la relativa diferencia en frecuencia, intensidad o contexto en la actuación de un modelo particular de comportamiento. Por eso, es muy fácil inferir que las diferencias sexuales pueden ser tratadas como una función dentro de un ambiente social.

La presencia de otros primates modifica los actos de montura, presentación y lucha cuerpo a cuerpo. Dos primates de sexo femenino lucharán

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