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LA CANOA DEL AMOR


Enviado por   •  7 de Diciembre de 2013  •  Ensayos  •  1.837 Palabras (8 Páginas)  •  270 Visitas

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LA CANOA DEL AMOR

Aquella tarde de lluvia copiosa sus ojos miraron por última vez la banqueta del kiosco, para después posarlos en aquella figura que veía a lo lejos, reflejada en el espejo del mar azul. Ensimismado en aquel promontorio, derramaba lágrimas de dolor que se mezclaban con la lluvia, aquella que caía y mojaba su tristeza.

Todos los días era lo mismo. Una rutina para la pequeña población y una oportunidad de dicha y amor para aquella pareja. El alba descubría nuevos días y el canto de los gallos alertaba a los pobladores la llegada del trabajo rutinario. Desde las montañas esta porción de tierra pródiga se tiñe de verde, sus pequeñas casas de palma apenas se distinguen. Es como si una araña gigante tejiera su tela sedosa de color verde, y las chozas de palma sus víctimas enredadas en ella sin poder escapar. La espesura de la jungla en un verde viscoso suele ser fantástica cuando se percibe a través de los sentidos la belleza de la naturaleza. Yo discrepo de aquellos que afirman que la verdadera belleza de las cosas se percibe por medio de la vista y el oído, al observar detenidamente un cascada o escuchar música ligera. Sin embargo yo pienso que todos éstos se correlacionan y mandan un mensaje a nuestra sutil sensación que nos transporta a un mundo terrenal en una realidad inimaginable y que exulta al más adusto explorador. Por doquier innumerables corozales se mecen con el viento y la brisa del mar las inyecta de sal. Son golpeadas suavemente por todas partes, dislocando un ruido acompasado que se mezcla con el tintinear de las chicharras. Todo es bello en este lugar, los manglares cobijan a las garzas y pelícanos en la orilla de la laguna. Los pájaros buzos se sumergen en sus aguas apacibles sin temor a ahogarse. Unos cuantos pececitos suspicaces caen inocentes en las tarrayas del pescador, que se hunde a la mitad de los pies en el cieno de la laguna La luna no se ahoga en las aguas tranquilas ni se pierde en la oscuridad de la noche. Le encanta que la marea mesa su cuerpo redondo. La luna y la laguna son amigos de antaño y se platican muchas cosas en las penumbras de la noche.

Aquí ene este mágico lugar vivía Juan, un joven iluso y trovador, alto y delgado, de piel clara y ojos color noche. Sus cabellos negros se plateaban con la luna cuando visitaba en las sombras de la oscuridad a Coral, su novia, su vida, su tesoro, su todo. Ella era muy hermosa, de piel canela y de largos cabellos negros, sus ojos intensos reflejaban el más grande amor que sentía por Juan. Sentados diariamente en aquella banqueta situada en el kiosco del pueblo, platicaban, se besaban y reían hasta la media noche, cuando los perros empezaban a ladrar y la piel sentía un escalofrío confuso. Todo era penumbroso después de su retirada y las almas de los muertos se paseaban por los jardines y pasillos del pequeño kiosco. Ellos eran felices y se correspondían sin límites, no permitirían que nada en el mudo destruyera aquel primoroso idilio de amor. Luchemos por el amor que nos tenemos le decía Juan a su bella amada.

Hasta que un día de verano todo terminó para aquella pareja. El sol se disfrazó y ocultó por un momento su destino. Todo parecía feliz en ese instante. Corrían en la arena juntos, hacia una dirección preconcebida, caminando sobre espejos y risas detrás de los cangrejos. Una pequeña canoa los esperaba en las caderas de la bahía “el perfume de las rosas” allá en la lejanía. Sola y triste miraba su desgracia convertida en alegría. Por más que intentaba advertirles su tragedia, nunca lo logró. Juan y Coral partirían hacia la isla “mariposa”, virgen y encantada vista desde la arena. Ahí rodarían sus cuerpos con ansias cantando una canción romántica. Proporcionándose caricias sutiles sin importar el peligro que se avecinaba. Solo querían estar juntos y para siempre como el romance de la luna y las estrellas. Solo querían llenar sus cuerpos de arena, mar y viento. Ese viento loco que nadie lo comprende. No lo vemos y destruye como el hombre. Se dispusieron a partir, la canoa estaba lista para la aventura. Les costó un poco de esfuerzo adentrar la embarcación en las aguas azules del mar. Juan en sus descargas de simpático le dijo a Coral que estuvieron sabrosos los camarones que le invitó ayer al mediodía en su cabaña. Ella sonrío dulcemente expresando en silencio un ¡te amo mi amor! Las palabras en silencio las expresan los ojos sin que uno se de cuenta, sin embargo el que mira los ojos de la persona amada recibe el mensaje lleno de amor. En cuestión de minutos navegaban en la mar, la marea los hacía sentirse un péndulo. Juan no cesaba de remar, era más fuerte que cualquier huracán. Coral le enviaba besos de pasión, que el rostro de Juan suspiraba profundamente y regresaba el mismo regalo. Él deseaba con avidez ese momento, sabía perfectamente que Coral le entregaría su amor, ese amor inmaculado, ese amor que a ningún otro joven había entregado. Ella también lo deseaba y no le importaba desafiar sus temores porque sabía que Juan la protegería en cualquier instante.

Llegaron a la isla, subieron la canoa para que no se la llevara la marea. Se adentraron

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