ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

LOS TRASTORNOS DEL APRENDIZAJE: MODELOS EXPLICATIVOS, CLASIFICACION Y MEDIDAS CORRECTORAS* Juan Manzano**


Enviado por   •  27 de Enero de 2014  •  6.274 Palabras (26 Páginas)  •  735 Visitas

Página 1 de 26

17

LOS TRASTORNOS DEL APRENDIZAJE: MODELOS EXPLICATIVOS, CLASIFICACION

Y MEDIDAS CORRECTORAS*

Juan Manzano**

Resumen:

En este trabajo se abordan los trastornos del aprendizaje

según diferentes aproximaciones -cognitiva, neuropsicológica,

psicopatológica y social- que constituyen modelos conceptua-

les sobre su origen -etiopatogenia- y sobre los modelos espe-

cíficos de intervención correctora; estas aproximaciones se

practican a menudo en forma unilateral y exclusiva. Nosotros

analizamos y discutimos las características esenciales de cada

uno de estos modelos y presentamos nuestra propia concep-

ción, aplicada en nuestra práctica actual; describimos las prin-

cipales formas clínicas y etiopatogénicas así como las diversas

medidas terapéuticas y educativas en función de nuestras ex-

periencias.

Los trastornos del aprendizaje pueden definirse como las

dificultades importantes que presenta un niño durante la ense-

ñanza escolar que corresponde a su edad. El estudio de estos

trastornos puede abordarse desde diferentes puntos de vista

que constituyen, de hecho, modelos conceptuales sobre su

* Ponencia presentada el 22 de noviembre de 1991 en el curso del V Congreso Nacional de la Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente, celebrado en Vitoria.

** Psiquiatra, Psicoanalista, Jefe del Servicio de Guidance Infantile de Gi-

nebra.

18

origen -etiopatogenia- y modelos específicos de intervención

correctora. Podemos agrupar estos modelos en: cognitivo,

neuropsicológico, psicopatológico y social. Nos proponemos

analizar aquí y discutir las características esenciales de cada

uno de estos modelos y a continuación presentar nuestra pro-

pia concepción, aplicada en nuestra práctica actual; describi-

mos brevemente las principales formas clínicas y etiopatogéni-

cas en función de nuestra experiencia así como las diversas

medidas terapéuticas y educativas.

DIFERENTES MODELOS ETIOPATOGENICOS

El modelo cognitivo

El campo de lo cognitivo puede definirse como el estudio

de las actividades mentales requeridas para cumplir las tareas

escolares, intelectuales y sociales. Históricamente este punto

de vista se basaba en una concepción del psiquismo en tanto

que conjunto de “funciones” o “instrumentos” de conocimien-

to y de adaptación. En su origen filosófico, se trataba clásica-

mente de “facultades del espíritu”: memoria, juicio, percep-

ción... Naturalmente, se considera en este modelo a los

trastornos del aprendizaje como las fallas de una o de varias

de estas facultades. Desde el comienzo de siglo (A. Binet,

1903) existen técnicas de evaluación de estos “instrumentos”

de conocimiento -los diferentes “tests”- que han sido desarro-

llados para intentar discriminar selectivamente las competen-

cias deficitarias o que fracasan. Durante los años 20 se publi-

caron gran número de trabajos experimentales y clínicos

orientados en esta dirección siguiendo las hipótesis de teorías

psicológicas (Thorndike, 1913; W. James, 1890).

La respuesta correspondiente a esta concepción consistía lógicamente en “reeducar” el instrumento cognitivo que se consideraba fracasado. De esta manera se labraron técnicas correctoras muy diversas, desde las más generales a las más especializadas: reeducación del lenguaje, de la lectura, psicomotricidad, apoyo psicopedagógico...

19

Como veremos más adelante, las esperanzas depositadas en las posibilidades abiertas por los tests de inteligencia no han sido siempre confirmadas y las posibilidades de intervención que debían derivarse de aquellos pronto se revelaron limitadas por el carácter excesivamente “atomizado” de las técnicas reeducativas “instrumentales”.

Después de H. Wallon (1941) son los trabajos de Piaget

(1966) los que han determinado más la evolución de este mo-

delo, sobre todo el cambio de óptica según el cual el saber ya

no es considerado como una posesión que se transmite a otro

a la manera de un objeto, sino como una “construcción” ela-

borada activamente por el sujeto en su experiencia con la rea-

lidad a lo largo de su desarrollo. El desarrollo de la inteligencia

tiene lugar a través de estadíos cognitivos diferentes que pue-

den ser descritos y que necesariamente se siguen en un orden

secuencial. Estos estadíos comienzan por el período sensorio-

motriz, caracterizado por una comprensión del mundo percibi-

do exclusivamente a través de actividades concretas, más tar-

de a través del desarrollo de representaciones simbólicas,

primero esencialmente perceptivas, para desarrollar después

un pensamiento concreto y, finalmente, un pensamiento con-

ceptual.

Este punto de vista, que se puede llamar “desarrollista”

(Coplin, 1988) considera que el niño que tiene trastornos del

aprendizaje es generalmente “inmaduro” y no ha alcanzado el

estadío de desarrollo necesario para la tarea escolar propues-

ta (por ejemplo, la lectura). Se trata, desde este punto de vis-

ta, de detectar por medio de técnicas de evaluación apropia-

das, el nivel de desarrollo cognitivo alcanzado por el niño para

poder ajustar las propuestas educativas.

Las concepciones de Luria (1973) sobre los estadíos del desarrollo cognitivo se aplican también para intentar discriminar los procesos especialmente inmaduros en los niños con dificultades de aprendizaje (Golden, 1981).

20

Dentro de la misma óptica, existen estudios recientes que

han puesto en evidencia procesos cognitivos específicos evo-

lucionando de manera disarmónica en niños que tienen tras-

tornos del aprendizaje pero no en un déficit general (Broun,

1986), por ejemplo al nivel de la memoria y de la atención se-

lectiva (Torgesen, 1988) así como de la capacidad de modifi-

cación de las estrategias perceptivas y verbales (Fletcher,

1985). En Ginebra, los trabajos de Bullinger (1991) sobre el ni-

ño con trastornos sensoriales y motores precoces se inscriben

en esta concepción.

Los medios de intervención característicos de esta aproxi-

mación teórica de los trastornos del aprendizaje consisten en

estimular en el plano psicopedagógico los procesos específi-

cos que permanecen inmaduros. Estas concepciones han su-

puesto sobre todo el desarrollo de la pedagogía especializada,

permitiendo adaptar la tarea escolar a las secuencias del de-

sarrollo cognitivo de los niños.

El modelo neuropsicológico

Esta perspectiva encuentra sus fundamentos en la existen-

cia demostrada de una relación entre procesos de aprendizaje

y funciones cerebrales (Coplin,1988). También se apoya sobre

un cierto número de datos relativos a los trastornos del apren-

dizaje: a menudo estos últimos conciernen a áreas altamente

específicas; en muchos casos, persisten con la edad; la cali-

dad del aprendizaje difiere de la de otros niños (Rourke,1981);

si bien no existe alteración significativa del estado neurológico,

se sabe que los niños con trastornos del aprendizaje presen-

tan signos neurológicos menores (soft signs); diversos estudios

transculturales revelan grandes similaridades entre los trastor-

nos observados en culturas diferentes (Vander der Vlugt,

1985); finalmente existen baterías de test neuropsicológicos

que permiten discriminar a los niños normales de aquellos que

tienen trastornos de aprendizaje y de aquellos que presentan

una lesión manifiesta del sistema nervioso central.

21

El punto de vista neuropsicológico presupone la existencia

de una entidad clínica específica llamada “trastorno del apren-

dizaje” (learning Disabilities). Si bien no existen datos empíricos

que lo confirmen (Silver, 1987; Routter, 1982); se presume que

la etiología de este síndrome reside en un déficit o en una dis-

función del sistema nervioso central (M.B.D. o disfunción cere-

bral mínima) y esto independientemente de los factores am-

bientales, familiares o psicológicos. Se considera que si

existen otros trastornos de tipo psicológico, son o bien inde-

pendientes (comorbilidad) o bien la consecuencia de “frustra-

ciones y stress adaptativo” debidos a los trastornos primarios

del aprendizaje (es la interpretación más frecuente) o bien tam-

bién se consideran otra consecuencia de la disfunción del sis-

tema nervioso central.

Se han emprendido un gran número de investigaciones pa-

ra poner en evidencia la naturaleza de esta disfunción del sis-

tema nervioso central: hasta el momento presente ninguna ha

permitido establecer datos sólidos (Silver, 1987). Se ha exami-

nado sobre todo la posibilidad de un déficit de los neurotras-

misores y de otros procesos moleculares (Wender, 1971) así

como la interacción entre los andrógenos y el proceso de late-

ralización cerebral en el curso del desarrollo (Geschwind, 1982;

Hier 1979). Tampoco se ha obtenido ningún resultado fiable en

cuanto a la eventual influencia de factores prenatales o perina-

tales y nutricionales (Silver, 1987).

La investigación genética forma parte del estudio de los

trastornos del aprendizaje asociados a enfermedades genéti-

cas determinadas e identificadas; se puede citar, en particular,

las investigaciones sobre las anomalías de los cromosomas

sexuales como el síndrome “X frágil” (Ratchcliffe, 1982). Sin

embargo, en la gran mayoría de los trastornos del aprendizaje

no se ha podido observar ninguna anomalía genética. Sólo en

el caso de ciertos trastornos muy circunscritos del aprendizaje

de la lectura (dislexia de predominancia auditiva), existen estu-

22

dios sobre la familia que han ofrecido datos que podían sugerir la existencia de un factor genético (Omenn, 1973).

También se han empleado teorías patogénicas basadas en

el modelo cibernético y en la teoría de la información para ex-

plicar las características clínicas concretas de los trastornos

del aprendizaje. Así, se considera que se trata de una incapa-

cidad relativa, un desequilibrio para recibir (input), organizar,

integrar, almacenar y exteriorizar (output) la información. Se

han establecido tests neuropsicológicos capaces de evaluar y

clasificar los trastornos en diversos subgrupos en los que pre-

dominan los déficits visuales, espaciales, auditivo-verbales y

mixtos.

El modo de intervención propio de este punto de vista es

pedagógico; frente al fracaso frecuente de la técnicas reedu-

cativas de las funciones deficitarias se preconizan hoy técni-

cas compensatorias del desarrollo de las funciones no afecta-

das.

Los puntos débiles que generalmente se asignan a este

modelo son los siguientes (Coplin, 1988): la suposición como

etiología de un trastorno fisiológico que no es ni observable ni

puede ser demostrado; el hecho de que los niños con trastor-

nos característicos del aprendizaje responden normalmente a

los tests neuropsicológicos; la incapacidad para explicar como

niños con “déficit neuropsicológico” se recuperan espontánea-

mente con la edad (Coplin, 1988). Finalmente, este modelo no

provee de instrumentos de intervención correctora suficiente-

mente específicos.

El modelo psicopatológico

Este abordaje se apoya en la constatación de que la mayor

parte de los trastornos del aprendizaje se acompañan de otros

síntomas psíquicos (Silver, 1987) sobre todo: los trastornos de-

presivos y maníacos, los trastornos de la personalidad y del

23

comportamiento, el mutismo electivo escolar, ciertas formas de psicosis infantil, la hiperactividad y la falta de concentración de diversos orígenes, así como los trastornos neuróticos de ansiedad o de conversión y la fobia escolar.

Mientras que, como hemos visto, el modelo neuropsicoló-

gico interpreta de entrada estos trastornos como la conse-

cuencia “secundaria” de trastornos “primarios” del aprendiza-

je, el punto de vista psicopatológico mantiene la posición

opuesta: los trastornos del aprendizaje son considerados co-

mo los síntomas de otros síndromes psicopatológicos.

Así, en esta perspectiva, se considera que no hay fracaso

escolar en tanto que enfermedad característica y que las difi-

cultades del aprendizaje no bastan para hablar de un trastor-

no “específico”; “es imposible admitir una alteración realmen-

te específica del aprendizaje, de la lectura y de la escritura

(dislexia)” (Denis, 1985); “la dislexia es el equivalente a un sín-

toma neurótico (o psicótico) y el porvenir del niño depende del

conjunto del cuadro clínico” (C. Chiland, 1971). En conse-

cuencia, se trata de situar el trastorno invocado con relación a

la totalidad de la organización psíquica del niño, de su perso-

nalidad entera. Por tanto, el tipo de intervención necesario de-

berá tener en cuenta el trastorno global y tratarlo en tanto que

tal.

Otros autores (Misés, 1988) adheriéndose a este mismo

modelo psicopatológico, admiten la existencia de un grupo de

trastornos específicos del desarrollo (trastornos de la “función

instrumental”) cuya relación con otra organización patológica

no es evidente; sin embargo, estos autores no toman en con-

sideración este diagnóstico más que después de haber exclui-

do la existencia de otro trastorno más general (clasificación

francesa de los trastornos mentales del niño y del adolescen-

te, Misés, 1988) (1) (A título de comparación, se recordará que

(1) Cuadernos de Psiquiatría y Psicoterapia n.º 10, 1990.

24

la clasificación de DSM.III.R realmente no toma posición respecto de este problema.).

En la base de esta aproximación psicopatológica de los trastornos del aprendizaje está esencialmente, si bien no exclusivamente, la concepción psicoanalítica.

En el modelo psicoanalítico, el aprendizaje se considera

como formando parte del proceso global de desarrollo (Man-

zano, 1986). En este proceso, la personalidad del niño debe re-

correr un camino evolutivo a partir de un funcionamiento pri-

mitivo, regido por el “principio del placer” en el cual, de una

manera mágica y omnipotente, busca la satisfacción inmedia-

ta de sus deseos y necesidades instintivas (Freud, 1905). Sólo

progresivamente es como el niño va a acceder a un funciona-

miento regido por el “principio de realidad” en el cual “apren-

de” a tener en cuenta las frustraciones de la realidad externa y

a diferir la satisfacción. Para lograr esto, debe desarrollar las

funciones y competencias (percepción, inteligencia, memoria,

etc.) que le permitirán conocer mejor y aprender la realidad y

aumentar sus capacidades para actuar sobre ella, adaptarse,

obtener satisfacciones y evitar frustraciones. También para lo-

grar esto, debe igualmente “reprimir” algunos de sus deseos

instintivos infantiles que están en contradicción con la realidad

física y social y, por otra parte, trasformar (“sublimar”) estos

deseos para hacerlos socialmente aceptables; por ejemplo, es

de esta manera cómo la curiosidad corporal y sexual infantil se

transformará en pulsión epistemofílica, en interés por el cono-

cimiento intelectual; para ello, el niño desplazará sus objetos

de interés primario hacia otros, cada vez más abstractos, que

se irán convirtiendo en “símbolos”.

Por tanto, cuando todo va bien, el niño va a poder aceptar

ciertas actividades -entre ellas, el aprendizaje escolar- incluso

si estas actividades no le procuran directamente placer ellas

mismas, pero que pueden permitir más tarde una mejor satis-

facción.

25

Todo este proceso pasa necesariamente por la relación

con los adultos, los padres primero, y después, en seguida, los

maestros. El niño pequeño puede aceptar actividades -y prohi-

biciones- frustrantes para él, en la medida en que, de una for-

ma, obtenga la aprobación del adulto. Más tarde él internaliza-

rá, “se identificará” con estos adultos y aprenderá para él

mismo los valores y las experiencias de aquellos, dando lugar

a su conciencia moral (“super yo”). A partir de aquí, podrá con-

seguir la estima, la aprobación y la desaprobación en el inte-

rior de sí mismo y cada vez menos en el exterior, haciéndose

así más autónomo y responsable de su destino.

Por tanto, se trata de un largo camino lleno de escollos y

librado a muchas contingencias que corren el peligro de com-

prometer sus progresos, de hacerle detenerse o tomar direc-

ciones más o menos divergentes dando lugar a “trastornos

psicológicos” que van a tener repercusiones sobre el proceso

de aprendizaje. En esta concepción, es necesario identificar

estos problemas, estas organizaciones de la personalidad in-

completas o desviantes para ayudar al niño a superarlas (Man-

zano, 1988). Desde el punto de vista psicoanalítico hay dos

elementos clínicos que son considerados como particularmen-

te significativos en el tema de los trastornos del aprendizaje: el

estado de la autoestima (narcisismo) del niño y sus capacida-

des de simbolización (Segal 1984).

Los límites de este modelo psicopatológico vienen dados

por el hecho de que no siempre es posible comprender el me-

canismo patogénico de un trastorno del aprendizaje; incluso en

el caso de que exista un síndrome clínico, puede tratarse de

una co-morbilidad. Además el tratamiento del trastorno psíqui-

co global que es responsable de los trastornos del aprendiza-

je es a veces demasiado prolongado para dar resultados sobre

el síntoma y, por tanto no resuelven las conocidas consecuen-

cias secundarias importantes que conllevan los fracasos esco-

lares repetidos.

26

El modelo social

Este modelo encuentra sus raíces en las constataciones

estadísticas concordantes de todos los países industrializados

según las cuales existe una estrecha correlación entre medio

sociocultural desfavorecido y las dificultades escolares. Esta

correlación, altamente significativa, no depende, en estos paí-

ses, de las posibilidades reales de escolarización: práctica-

mente no hay ningún niño que vea su escolaridad limitada por

estas razones. Las variables “lengua materna” o “inmigración”

no son en absoluto significativas (Hutmacher, 1987; Rodríguez,

1968). En todo caso, no solamente los niños de medios desfa-

vorecidos no tienen proporcionalmente el mismo acceso a los

estudios superiores sino que además fracasan mayoritaria-

mente en los primeros años de escolaridad primaria (Mira

Stambak, 1987).

Numerosos estudios han tratado de explicar cuáles son los mecanismos según los cuales se establece esta auténtica desigualdad de oportunidades (Girod, 1981) sin que se haya podido encontrar una respuesta unívoca.

Se han señalado características generales del sistema es-

colar que dan ventaja al “perfil” de niños de medios favoreci-

dos (Perrenoud, 1985), pero no se ha podido demostrar real-

mente de qué modo estas características ejercen una acción

negativa sobre los niños desfavorecidos (Jencks, 1972). Estu-

dios efectuados sobre una amplia escala no han conseguido

poner en evidencia la existencia de una transmisión genética

(Nichols, 1981). Se han puesto en correlación estadística ras-

gos propios de las familias de medios desfavorecidos con las

dificultades escolares: el nivel de instrucción de los padres; la

importancia de la motivación para el éxito escolar; el número

de hijos; la presencia de tensiones emocionales (Frazer, 1973;

Carrier, 1983); la frecuencia de los contactos con los enseñan-

tes (Douglas, 1971). Igualmente han sido evocados los proble-

mas psicológicos que se plantean a los niños que se diferen-

27

cian de su medio escolar por su éxito escolar (Bourdieu, 1964).

Bernstein (1975) ha ofrecido las sugerencias más interesantes

estudiando las características concretas del lenguaje utilizado

en los medios desfavorecidos, comparándolo con el lenguaje

de los medios favorecidos; ha mostrado que este tipo de len-

guaje podría explicar las dificultades para desarrollar la forma

de pensamiento abstracto necesaria para acceder a la lectura

y a la escritura (Gauthier, 1977).

En esta perspectiva, nosotros hemos realizado un estudio

en Ginebra (Manzano, Marcelly, Rodríguez, 1983) en el cual he-

mos optado por estudiar las características de las familias des-

favorecidas en las que los niños, contrariamente a la mayoría

estadística, triunfan sin dificultad en su escolaridad. Gracias a

una metodología que incluye entrevistas a domicilio con una

muestra representativa del medio, mediante una tabla y un

cuestionario elaborados en función de diversas hipótesis, he-

mos podido poner en evidencia un cierto número de factores

“positivos” que diferencian a estas familias o que compensan

los rasgos “negativos” demostrados en los medios desfavore-

cidos con relación al éxito escolar de los niños. Estos factores

son los siguientes: vivo interés y gran valoración por parte de

los padres, sobre todo de las madres, por las actividades cul-

turales en general y por la lectura en particular; deseo mani-

fiesto en los padres de aprender y gran apetencia por la infor-

mación; sentimiento de identidad familiar bien establecido con

raíces trasgeneracionales sólidas; buen funcionamiento psico-

afectivo general; desde el punto de vista del lenguaje y de la

comunicación, estas familias tienen características que las di-

ferencia de las descritas por Bernstein (1975) y Esperet (1979)

como propias de los medios desfavorecidos, y que las aproxi-

man a las de los medios favorecidos.

Esta influencia de los factores sociales ambientales sobre

las dificultades escolares tiene aplicaciones concretas en las

intervenciones educativas correctoras; pueden aplicarse estra-

tegias específicas y diferenciadas teniendo en cuenta las lagu-

28

nas educativas de base que padece el niño así como las de su

historia.

Es sobre todo a partir de los trabajos de Vigotsky (1978)

cuando la importancia del “contexto” social en el cual se de-

sarrolla el aprendizaje ha sido tomado en consideración como

un elemento esencial. Se han propuesto modificaciones del

ambiente escolar y de la “situación” pedagógica. Se ha ha

puesto en evidencia el papel preponderante de las relaciones

sociales con los otros niños y con el maestro en los procesos

de aprendizaje (Doize, Deschamps, Mugny, 1978). El análisis

de las situaciones que se tejen entre niños y adultos permite

definir las formas de interacción más constructivas para favo-

recer el desarrollo escolar (Barthassat, 1990). Han sido preco-

nizadas actividades de aprendizaje en grupos cooperativos ni-

ños-maestros para obtener “interacciones simétricas” (Mira

Stambak, 1987).

El abordaje social de los problemas de aprendizaje tiene,

como mayor riesgo el minimizar, incluso negar, la existencia de

factores propios del niño como responsable de las dificultades

específicas de la interacción social y del aprendizaje.

Un modelo de síntesis

Nosotros pensamos que los trastornos del aprendizaje

constituyen un grupo heterogéneo en su etiología y, en conse-

cuencia en su tratamiento. Los diferentes puntos de vista que

hemos analizado esclarecen estos trastornos desde un cierto

vértice y presentan posibilidades de investigaciones ulteriores.

No es menos cierto que el uso exclusivo de uno u otro de es-

tos modelos comporta un riesgo de unilateralidad y, en conse-

cuencia, de una “monorespuesta” educativa o terapéutica, que

no tiene en cuenta necesariamente la naturaleza específica de

los trastornos.

29

En el estado actual de nuestros conocimientos, el clínico

no puede, desde nuestro punto de vista, más que dedicarse a

encontrar la especificidad etiopatogénica del trastorno a fin de

poner en juego las medidas mejor adaptadas para cada situa-

ción; por tanto la evaluación diagnóstica se hace determinan-

te.

LA EVALUACION DIAGNOSTICA

Para nosotros un trastorno del aprendizaje, cuales quieran

que sean los factores etiológicos implicados, está indisoluble-

mente ligado al conjunto del desarrollo así como la constitu-

ción de la personalidad y del carácter del niño, tal como los

comprende la concepción psicoanalítica; pero nosotros tam-

bién tenemos en cuenta el ambiente social y familiar, tanto en

su historia individual como en la situación actual. Por este mo-

tivo el programa diagnóstico comprende necesariamente:

• La evaluación clínica de la personalidad del niño. Esta

evaluación permite apreciar globalmente el funciona-

miento psíquico, considerando tanto los aspectos cogni-

tivos del lenguaje y de la psicomotricidad como los as-

pectos emocionales; de este modo se puede establecer

un diagnóstico, sea de una personalidad normal, sea de

un tipo eventual de trastornos psicopatológicos y del de-

sarrollo.

• El análisis de los factores sociales y familiares, incluida la situación pedagógica.

• Un estudio en profundidad del lenguaje y de la psicomotricidad realizada, si se considera justificado por el equipo pluridisciplinar.

• El examen de factores orgánicos (sensoriales, neurológi-

cos, etc.) en colaboración con el pediatra o con diversos

especialistas incluyendo los exámenes complementarios

necesarios.

30

FORMAS ETIOPATOLOGICAS DE LOS TRASTORNOS DEL APRENDIZAJE

Según nuestra experiencia y en función de la evaluación diagnóstica, las diferentes formas de los trastornos del aprendizaje pueden ser clasificadas esquemáticamente de la siguiente manera (Cuadro 1):

LAS FORMAS ETIOPATOLOGICAS DE LOS TRASTORNOS

DEL APRENDIZAJE

I. Formas sociales.

II. Desviaciones de la norma del desarrollo.

III. Trastornos reactivos (crisis).

IV. Síntoma de un trastorno psicopatológico global.

a) Trastornos neuróticos.

b) Trastornos del carácter y de la personalidad.

c) Fobia escolar. Mutismo electivo escolar.

d) Trastornos afectivos (depresión, manía).

e) Trastornos psicóticos.

f) Retraso mental.

V. Trastornos específicos del aprendizaje: lectura, escritura,

aritmética.

VI. Factores orgánicos (sensoriales, neurológicos, otros).

VII. Formas mixtas.

Cuadro I

I. Las formas sociales:

Se trata de niños sin problemas psicológicos (personalidad

normal), cuyos trastornos están ligados al medio socio-cultural

desfavorecido en el cual viven o a otras circunstancias medio

ambientales. El tratamiento será esencialmente pedagógico

pero, como hemos señalado más arriba, un mejor conocimien-

31

to de las variables pertinentes y de los mecanismos responsables constituye un logro científico no solamente para la pedagogía sino también para la sociología y para la psicosociología. En efecto, es este conocimiento lo que permitirá aplicar medidas cada vez más adecuadas.

II. Desviaciones de la norma de desarrollo:

En este caso se trata también de niños sin trastornos psicológicos (personalidad normal), pero cuyo ritmo o cuyo estilo de desarrollo no se ajusta al de su grupo de edad. El tratamiento es también pedagógico.

III. Trastornos reactivos (crisis):

En el niño que tenga una personalidad globalmente normal,

un trastorno del aprendizaje puede formar parte de una reac-

ción suscitada por circunstancias particulares del momento

(divorcio, separación, muerte...). El tratamiento consistirá en

sostener psicológicamente al niño y, cuando ello sea posible,

hacer desaparecer las causas de la crisis. A veces es precisa

una intervención psicoterapéutica (Cramer, Manzano, 1981).

Las intervenciones psicopedagógicas y las intervenciones sis-

témicas en la escuela, son también indicadas en algunos ca-

sos en la escuela (Mc Culloch, 1989).

IV. Síntoma de un trastorno psicopatológico global:

A) Trastornos neuróticos:

Como consecuencia de un conflicto inconsciente, ciertas actividades u objetos de aprendizaje simbolizan deseos prohibidos y caen bajo el dominio de una inhibición. El tratamiento en este caso es la psicoterapia individual.

B) Trastornos del carácter y la personalidad:

Este es el origen más frecuente de los trastornos graves

del aprendizaje. Se trata de niños que no han podido organizar

32

una personalidad suficientemente madura y adaptada y que presentan fundamentalmente trastornos de la relación y de la identificación, de la socialización, del funcionamiento simbólico y de la autoestima (narcisismo).

El tratamiento depende de la gravedad del caso. Puede ser

suficiente una psicoterapia pero a menudo, es necesario pres-

cribir un centro de día o una institución con un equipo pluridis-

ciplinal que colabore en el terreno de la terapia y de la pedago-

gía especializada (Burnand, Manzano, Palacio, 1989). A menudo

es preciso asociar tratamiento logopédico y psicopedagógico;

además, en ciertos casos de trastornos graves de ansiedad y

del comportamiento, es preciso indicar un tratamiento farmaco-

lógico (neurolépticos) así como un tratamiento familiar.

C) Fobia escolar. Mutismo electivo.

Se trata aquí de formas particulares de los trastornos de la

personalidad, cuyas importantes repercusiones sobre el apren-

dizaje merecen ser tomadas en consideración. El tratamiento es

similar al de los trastornos de la personalidad en general pero

si bien en los casos de fobia escolar la indicación es sobre to-

do una psicoterapia individual y familiar, por el contrario el mu-

tismo electivo grave requerirá una indicación de centro de día.

D) Trastornos afectivos (depresión y manías).

Si bien a menudo se encuentra subdiagnosticada, la de-

presión del niño da lugar a una pérdida de interés por las acti-

vidades escolares, a un enlentecimiento de las funciones inte-

lectuales y a una inhibición general a consecuencia de la cual

se produce un déficit importante del rendimiento (Manzano,

1990). Por el contrario, la manía y la hipomanía provocan una

falta de concentración y una hiperactividad incompatibles con

el trabajo escolar (Manzano, Palacio, 1984). Según la forma clí-

nica de que se trate, el tratamiento será psicoterapéutico (Pa-

pazian, Manzano, Palacio, 1991) y, en ciertos casos farmaco-

lógico (antidepresivos o sedantes), (Dufour, 1989).

33

E) Trastornos psicóticos.

Existen diferentes formas de psicosis de la infancia y de la adolescencia que pueden dar lugar, aunque no siempre, a trastornos del aprendizaje; su tratamiento será el que corresponda a la forma de psicosis.

A pesar de la gravedad de estos trastornos, nuestros estu-

dios catamnésicos y longitudinales confirman que incluso en

los trastornos psicóticos precoces -las diferentes formas de

autismo- su evolución no es ineludible (Manzano, Lamunière,

Peckova, 1987). Para nosotros, la evolución terapéutica y edu-

cativa es la misma que para los trastornos graves de la perso-

nalidad. De acuerdo con nuestra experiencia, lo que se revela

como más indicado en estas psicosis precoces es colocar al

niño pequeño en aquellas condiciones que le permitan esta-

blecer lo más rápidamente posible relaciones significativas con

adultos y mantenerlas, al mismo tiempo que tiene lugar una

colaboración con los padres. Donde mejor se encuentran reu-

nidas estas condiciones es en un centro de día o en una insti-

tución que esté provista de una enseñanza especializada. La

evolución de estos niños es muy diferente en lo que concierne

a las posibilidades de aprendizaje, en consecuencia, se trata-

ría de instaurar y de adaptar la pedagogía de manera específi-

ca para cada tipo de evolución (Manzano,1988).

F) Retraso mental.

El tratamiento del retraso mental sea su etiología orgánica o psicológica (psicosis infantil), no puede ser otro que una pedagogía especializada, con la integración más adecuada posible en el plano social y escolar.

V. Trastornos específicos del aprendizaje: lectura, escri-

tura, aritmética

Se trata de niños en los que no es posible evidenciar una

organización psicopatológica. Según nuestra experiencia se

trata de casos muy poco frecuentes y el diagnóstico debe ex-

34

cluir cuidadosamente las demás etiologías. Como en la base

del problema se encuentra principalmente los trastornos del

lenguaje, el tratamiento es sobre todo logopédico y psicope-

dagógico.

VI. Factores orgánicos (sensoriales, neurológicos, otros)

Nosotros tenemos en cuenta estos factores siempre en

función del desarrollo y del papel que juegan en la personali-

dad del niño, teniendo en cuenta su integración con los otros

factores, su significación y la manera con la cual el niño los

compensa y se adapta a ellos, en el plano biológico y en el psi-

cológico; la misma lesión o el mismo hándicap tienen repercu-

siones muy diferentes según la personalidad del niño.

VII. Formas mixtas

Son muy frecuentes e incluyen los trastornos correspondientes a varias etiopatogenias reunidas, siendo las más corrientes las formas sociales y psicopatológicas. Por lo tanto el tratamiento será también mixto.

LAS INTERVENCIONES PSICOPEDAGOGICAS Y LA PEDAGOGIA ESPECIALIZADA

En otro lugar hemos visto descrito las diferentes terapias

generales que nos parecen indicadas según la etiología de los

trastornos del aprendizaje (Manzano, Palacio y cols, 1989). Co-

mo acabamos de ver, estos tratamientos son muy a menudo

combinados con apoyo psicopedagógico y con la pedagogía

especializada. Recordemos que las intervenciones psicopeda-

gógicas toman formas diversas, como por ejemplo tratamien-

tos individuales (Payot, 1989) o intervenciones en instituciones

y clases especializadas (Joliat, 1989); pero cualquier proposi-

ción psicopedagógica tiene como único fin sostener el proce-

so del desarrollo: para conseguir esto, el especialista se apoya

35

sobre los componentes no deficitarios del funcionamiento del

sujeto, con el fin de conducirle a una compensación “natural”

de los elementos que faltan en su desarrollo. Este trabajo ha

de ser enfocado como un proceso de promoción continua,

promoción que favorecerá en el sujeto, una restauración narci-

sista y epistemofílica: la restitución al sujeto de su derecho a la

curiosidad y a la estructuración personal de los modos de ca-

tegorización de la realidad constituye un apoyo psicodinámico

a su desarrollo y a su capacidad de autoformación (Barblan,

1991).

La pedagogía especializada desarrolla su especialidad pa-

ra convertirse en cada vez más eficaz a partir del modelo de

referencia que se desprende de las investigaciones del último

decenio, sobre todo las que conciernen al niño muy pequeño.

Se trata de un modelo interactivo: los objetos del mundo exte-

rior, reales y simbólicos, adquieren un sentido para el niño a

través del uso que de ellos hacen los adultos en sus interac-

ciones con él. Las asimilaciones/acomodaciones del desarrollo

cognitivo tienen sus raíces en las tácticas socioculturales y

permiten la adquisición de competencias que van concurrien-

do en la construcción de la identidad. De este modo se pue-

den desprender las orientaciones didácticas esenciales de la

enseñanza especializada (Barthassat, 1989).

PERSPECTIVAS

El problema de la prevención primaria de los trastornos del

aprendizaje es el de las situaciones y las afecciones que están

en su origen y que son, en una gran parte, trastornos emocio-

nales (Manzano, 1989). Hemos señalado, en particular, el ha-

llazgo científico que representa un mejor conocimiento de los

mecanismos que están en la base de las dificultades ligadas al

origen social. La prevención secundaria ganaría mucho si la

evaluación etiológica etimológica pudiera hacerse más precoz-

mente, venciendo las diversas formas de resistencia en los de-

36

bates teóricos estériles sobre el carácter pedagógico, psiquiá-

trico u orgánico de los trastornos, lo que retrasa la indicación

y la adquisición de medidas específicas. Además, también

contamos con la puesta a punto de nuevas formas de inter-

vención sintomática -psicoterapias breves, psicopedagogía-

como complemento de los trastornos psicoterapéuticos de

más larga duración.

BIBLIOGRAFIA:

BARBLAN, L. (1991) Comunication personnelle.

BARTHASSAT, A. (1989) Objectifs de l´enseignement spécialisé. Non pu-

blié.

BARTHASSAT, A. (1990) Quelle pédagogie? Non publié.

BATESON, G. (1977) Vers une écologie de l´esprit. Paris: Ed. Seuil, L. BERNSTEIN, B. (1975) Langage et classes sociales, traduction J. C.

Chamboredon. Paris: Ed. de Minuit.

BINET, A. (1903) L´étude expérimentale de l´intelligence (The experi-

mental study of intelligence). Parison: Scheicher frères.

BROWN, A. L., CAMPIONE, J. C. (1986) Psychological Theory and the

Study of Learning Disabilities. American Psycologist, 14, 10:

1059-1068.

BOURDIEU, P., PASSERON, J. C. (1964) Les Héritiers. Paris: Ed. de Minuit. BULLINGER, A (1991) L´approche psychomoteur des troubles de l´ap-

prentissage. Conférence au Congrès Societé Espagnole de Psy-

chiatrie Infantile. Vitoria.

BURNAND, S., MANZANO, J., PALACIO-ESPASA F. (1989) L´action thérapeu-

tique des Centres de Jour. In: Soigner l´enfant, Manzano, J., Pa-

lacio, F. & Coll. Lyon: Ed. Césura, l.

CARRIER, J. G. (1983) Masking the social in educational knowledge:

The case of learning disability theory. American Journal of So-

ciology, 88: 948-974.

CHILAND, C. (1971) L´enfant de 6 ans et son avenir. Paris: PUF.

COPLIN, J. M., MORGAN, S. B. (1988) Learning Disabilities: a Multidi-

mensional Perspective. Journal of Learning Disabilities, 21, 10:

614- 622.

37

CRAMER, B., MANZANO, J. (1981) L´enfant en crise. Psychothérapies, 3:

149-157.

DENIS, P. (1985) La pathologie à la période de latence In: Traité de

psychiatrie de l´enfant et de l´adolescent, Lebovici S,. Diatkine R,

Soulé M. Paris: PUF, 2 771-800.

DOIZE, W, DESCHAMPS, J. C., MUGNY, G. (1978) Psychologie sociale ex-

périmentale. Paris: Ed. A. Colin.

DOUGLAS, J. W. B. (1971) The Home and the School. London: Panther

Books.

DUFOUR, R. (1989) Le traitement psychopharmacologique de l´enfant et

de l´adolescent. In: Soigner l´enfant, Les Thérapies en psychia-

trie infantile et en Psychopédagogie. Manzano, J., Palacio, F. &

Coll. Lyon: Ed. Césura, 2: 115-158.

ESPERET, E. (1979) Langage et origine sociale des élèves. Coll. Explo-

ration Recherches en sciences de l´éducation. Berne: Ed. Peter

Lang S.A.

FLETCHER, J. M. (1985) External validation of learning disability typolo-

gies. In: B. P. Rourke Ed., Neuropsychology of learning disabili-

ties: Essentials of subtype analysis. New York: Guilford Press,

87-211.

FREUD, S. (1905) Trois essais sur la théorie de la sexualité. Trad. franç.

Reverchon, revue par Laplanche J., Pontalis J. B. Paris, Galli-

mard.

FRAZER, E. D. (1973) Home Evironment and the School (3éme édition).

London: Unibooks, University of London Press Ltd.

GAUTHIER, Y., RICHER, S. (1977) L´activité symbolique et l´apprentissage

scolaire en milieu favorisé et défavorisé. Presses de l´Université

de Montréal.

GESCHWIND, N., BEHAN, P. (1982) Left Handedness: Association with in-

mune Disease, Migraine and Developmental Learning Disorders.

Proceedings of the National Academy of Sciences (USA), 79:

5097/5100.

GIROD, R. (1981) L´illusoire et le possible. Paris: PUF.

GOLDEN, C. J. (1981) Luria-Nebraska children´s battery. In: G. W. Hynd

& J. E. Obrzut Eds, Neuropsychological assessment and the

schoolage child, 227-302. New York, Grune & Stratton.

38

HIER, D. B. (1979) Sex Differences in Hemispheric Specialization: Hy-

pothesis for the Excess of Dyslexia in Boys. Bulletin of the Orton

Society, 29: 74-83.

HUTMACHER, W. (1987) Le Passeport ou la position sociale. In: Les en-

fants de migrants à l´école, Ed. CERI/OCDE. Paris, 228-256.

JAMES, W. (1890) Principles of psychology. New York: Holt, L.

JENCKS, CH. (1972) L´inégalité, Influence de la famille et de l´école en

Amérique. Paris: PUF.

JOLIAT, F. (1989) Des interventions à l´école: le courant psychopéda-

gogique. In: Soigner l´enfant, Les thérapies en psychiatrie infan-

tile et en Psychopédagogie. Manzano, J., Palacio, F. & Coll.

Lyon: Ed. Césura, 2: 83-93.

LURIA, A. R. (1973) The working brain. New York: Basic Books.

MAC CULLOCH, P. (1989) A propos d´une intervention systémique à

l´école. Quelques réflexions sur son objet, ses objectifs et ses

modalités. In: Soigner lénfant, Les thérapies en psychiatrie in-

fantile et en Psychopédagogie. Manzano, J., Palacio, F., F. &

Coll. Lyon: Ed. Césura, 2: 95-112.

MANZANO, A., MARCELLY, I, RODRIGUEZ, S. (1983) La Réussite scolaire en

milieu défavorisé. Genève: Institut d´Etudes Sociales.

MANZANO, J. (1986) La théorie de la crise: un point de vue préventif en

psychiatrie. In: A. Andreoli, G, Garrone, J. Lalive: Crise et inter-

vention de crise en psychiatrie. Ed. Simep-Masson.

MANZANO, J. (1988) Contribution à la compréhension psychanalitique

des processus d´apprentissage de l´enfant psychotique. Journal

de la psychanalyse de l´enfant, 5: 205-217.

MANZANO, J. (1988) La Prévention: une problématique actuelle. Cahiers

psychiatriques Genevois, 5: 127-140.

MANZANO, J. (1991) La dépression chez l´enfant. Ann. Médico-Psichol:

á paraître.

MANZANO, J., LAMUNIÉRE, M. C., PECKOVA, M. (1987) L´enfant psychoti-

que devenu adulte. Résultat d´une étude catamnestique de 20

ans sur 100 cas. Neuropsychiatrie de l´enfance et de l´adoles-

cence, 35, 5: 429-443.

MANZANO, J., PALACIO, F. (1984) L syndrome hypomaniaque du jeune

enfant Psychologie médicale, 16, 4: 729-731.

39

MANZANO, J., PALACIO, F. & COLL. (1989) Soigner l´enfant, Les Thérapies

en psychiatrie infantile et en Psychopédagogie. Lyon: Ed. Césu-

ra, 2.

MISES, R., FORTINEAU, J., JEAMMET, PH., LANG, J.-L., MAZET, PH., PLANTA-

DE, A., QUÉMADA, N. (1988) Classification francaise des troubles

mentaux de l´enfant et de l´adolescent. Psychiatrie de l´enfant,

XXXI, 1: 67-134.

NICHOLS, P. L., CHEN, T. C. (1981) Minimal Brain Dysfunction: A Pros-

pective Study. Hillsdale, N. J.: Lawrence Erlbaum Associates.

OMENN, G. S., WEBER, B. A. (1973) Dyslexia: Search for Phenotypic and

Genetic Heterogenecity. Journal of Learning Disabilities, 6: 26-

34.

PAPAZIAN, B., MANZANO, J., PALACIO, F. (1991) La Dépression chez l´en-

fant prépubère. Une étude transversale. Neuropsy. de l´Enf. et

de l´Adol. A paraitre.

PAYOT, F. (1989) Le traitement psychopédagogique. In: Soigner l´en-

fant, Les thérapies en psychiatrie infantile et en Psychopédago-

gie, Manzano, J., Palacio, F. & Coll. Lyon: Ed. Césura, 2: 65-82.

PERRENOUD, PH. (1985) La fabrication de l´excellence scolaire. Genéve:

Ed. Droz.

PIAGET, J., INHELDER, B. (1966) La Psychologie de L´Enfant. Paris: PUF,

Coll. Que Sais-je, 369.

RATCLIFFE, S. G. (1982) Speech and Learning Disorders in Children with

Sex Chromosome Abnormalities. Developmental Medicine and

Child Neurology, 24: 80-84.

RODRIGUEZ, R. (1968) Problèmes d´adaptation des enfants d´immi-

grants italiens et espagnols à Genève. Genève: Médecine et Hy-

giène, 26: 1284-1286.

ROUKE, B. P. (1981) Neuropsychological assessment of children with

learning disabilities. In: S. B. Filskor & T. J. Boll Eds, Handbook

of clinical neuropsychology. New York: Wiley-Interscience.

RUTTER, M. (1982) Syndromes Attributed to Minimal Brain Dysfunction

in Childhood. American Journal of Psychiatry, 139: 21-33.

SEGAL, H. (1984) Les troubles de l´apprentissage. Conférence non pu-

bliée au Service Médico- Pedagogique.

SELVINI, M. & COLL. (1980) Dans les coulisses de l´organisation. Paris:

E.S.F.

40

SILVER, L. B., BRUNSTETHER, R. W. (1987) Learning Disabilities: Recent

Advances. In: J. D. Noshpitz Eds, Basic Handbook of Child Psy-

chiatry. New York: Basic Books, 5: 354-362.

STAMBACK, M. (1987) Présentation des Travaux du C.R.E.S.A.S. In: On

n´apprend pas tout seul. Interactions sociales et construction du

Savoir. Paris: C.R.E.S.A.S., Ed. ESF, 15-17.

THORNDIKE, E. L. (1913) Educational psychology. New York: Columbia

University, Teachers College. 1, 2.

TORGESEN, J. L. (1988) The Cognitive and Behavioral Characteristics of

Children with Learning Disabilities: An Overview. Journal of Le-

arning Disabilities, 21, 10: 587-589.

VAN DER VLUGT, H, SATZ, P. (1985) Subgroups and subtypes of lear-

ning-disabled and normal children: A cross-cultural replication.

In: B. P. Rourke Eds. Neuropsychology of learning disabilities:

Essentials of subtype analysis. New York: Guilford Press, 212-

227.

VYGOTSKY, L. S. (1978) Mind in society: The development of higher

psychological proceses (M. Cole, V. John-Steiner, S. Scribner, &

E Souberman, Eds. and Trans.) Cambridge, MA: Harvard Uni-

versity Press.

WALLON, H. (1941) L´évolution psychologique de l´enfant. Paris:Colin. WENDER, P. H. (1971) Minimal Brain Dysfunction in Children. New York:

Wiley-Interscience.

...

Descargar como  txt (45 Kb)  
Leer 25 páginas más »
txt