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La Fatiga De Ser Uno Mismo


Enviado por   •  20 de Noviembre de 2012  •  2.542 Palabras (11 Páginas)  •  389 Visitas

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La fatiga de ser uno mismo

• AQUILINO POLAINO-LORENTE

• 28.JUL.1999

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Verdaderas y falsas depresiones

La depresión parece ser el mal característico de este siglo. A la vez, se ha extendido el abuso de los medicamentos antidepresivos para combatir un malestar que tiene sus raíces en la insatisfacción provocada por el narcisismo. Así se viste de trastorno psíquico lo que en realidad es desorientación existencial. Pero esto no explica la depresión clínica, que tiene una base fisiológica conocida.

De todos los trastornos mentales que afligen al hombre contemporáneo, la depresión es el más frecuente. Los datos epidemiológicos disponibles sostienen que, en la actualidad, ente el 15% y el 20% de la población mundial sufre de depresión. El 30% de todos los habitantes del planeta padecen o padecerán, al menos una vez a lo largo de sus vidas, un trastorno depresivo. Esta incidencia se incrementa hasta el 40% entre las personas mayores de 65 años.

De otro lado, se estima que alrededor del 50% de los pacientes que consultan con el médico general lo hacen movidos por algún sufrimiento psíquico. Ante estos datos resulta comprensible que la enfermedad depresiva haya sido calificada como la maladie du siècle.

Nada de particular tiene que las preguntas de los periodistas sean relativamente redundantes, a este respecto. En mi larga experiencia de más de treinta años como psiquiatra con práctica clínica, no recuerdo ninguna entrevista de algún periodista que, apenas iniciada, no me planteara siempre la misma cuestión: "¿No cree usted que la depresión va en aumento en nuestra sociedad?".

La respuesta fue casi siempre la misma: "No lo sabemos. Para contestar a esa cuestión tendríamos que disponer de rigurosos estudios epidemiológicos, realizados en el pasado, acerca de la depresión. Pero en verdad, no disponemos de ellos. Aun cuando dispusiéramos de esos resultados, para contestar a su pregunta sería conveniente que se hubiera trabajado, hoy como ayer, con idénticos criterios diagnósticos. Pero eso no ha sido así, puesto que los criterios clínicos de los que hoy nos servimos son mucho más sensibles y rigurosos que en el pasado".

El malestar de nuestra cultura

Ante la insatisfacción de mis interlocutores, muchos de ellos solían apelar, entonces, a hipótesis sociológicas inverificadas e inverificables -el malestar de nuestra cultura, la crisis de valores, la confusión social, etc.-, para intentar justificar desde ellas el supuesto incremento de la incidencia de depresión en el mundo.

No deja de ser paradójico que para "explicar" este trastorno psíquico, cuyos fundamentos biológicos han sido tozudamente probados -aunque sean, todavía hoy, no del todo conocidos-, se apele a la satanización de la sociedad actual; un chivo expiatorio que nada explica, pero que, en cualquier caso, trata de hacer más doméstico, acomodaticio y familiarmente comprensible el lacerante hecho de la enfermedad depresiva.

En busca de un éxito imposible

En las dos últimas décadas han sido numerosos los autores que han tratado de hacer comprensible el fenómeno depresivo, partiendo de teorías sociológicas relativamente fundadas. Acaso uno de los intentos más subjetivos y actuales es el que se recoge en el último libro de Alain Ehrenberg, "La fatiga de ser uno mismo" (1).

La hipótesis principal que el autor sostiene es que la depresión es un hecho que desvela las mutaciones producidas en la individualidad por la sociedad actual, y más en concreto por los profundos cambios normativos que han convulsionado los actuales estilos de vida.

La depresión sería así un sucedáneo manifestativo de las aspiraciones sociales frustradas respecto de ese empeño esforzado de la persona por llegar a ser ella misma. La depresión no sería otra cosa que "la enfermedad de la responsabilidad" que acontece en las personas en las que domina un poderoso sentimiento de insuficiencia.

La persona deprimida no sería sino la persona fatigada de tratar de llegar a ser ella misma, un destino siempre incumplido y azaroso que no acaba jamás de alcanzarse, por estar situado en un lugar fronterizo entre lo permitido y lo prohibido, lo posible y lo imposible, lo normal y lo patológico. La puesta en escena de las nuevas necesidades consumistas exige cada vez mayores esfuerzos de la persona -esfuerzos hercúleos-, para obtener un éxito que el cansancio de la propia naturaleza hace imposible.

Química contra la desesperanza

De aquí que entonces se apele al consumo de psicotropos, que estimulen el humor y multipliquen las capacidades individuales. La nueva química para combatir la ausencia de esperanza, sólo con muchas dificultades, logra armar cada nuevo día el ánimo de los individuos cansados. Mediante la medicalización de su malestar y de su impotencia, asisten atónitos al milagro medicamentoso que, sin apenas riesgos ni dependencias, les aproxima un poco más a las metas deseadas.

Ehrenberg critica en especial uno de los recientes antidepresivos, el Prozac, cuya administración satisface, sin duda alguna, muchos de estos requisitos. Con su consumo inmoderado, se facilita a la sociedad una confortable dependencia, de manera que muchas personas estrenan cada día su vida, tras la ingestión de una píldora "milagrosa". Al proceder así, vuelven sus espaldas al hecho que de verdad más les importa -la frustración y el sufrimiento patológico que acompañan a sus mediocres vidas-, sin preguntarse acerca de cuál es su causa... Posiblemente la depresión funcione como etiquetado social tolerado y admitido con el que se intenta dar cuenta de la mutación social sufrida, gracias a la cual se transforma la ordinaria frustración individual en un aparente trastorno psiquiátrico.

Individualismo de masa

Los profundos seísmos que desde la década de los sesenta caracterizan los debates políticos y el actual ordenamiento jurídico vigente, han dado lugar a la emancipación de la persona. El ideal político moderno ha hecho fundamentalmente de cada hombre un propietario de sí mismo, un individuo soberano, que apenas si se ensambla con algo más que consigo mismo y, en consecuencia, sin subordinarse a nada ni a nadie.

El hombre moderno ha logrado la privatización de su existencia, cuyas consecuencias últimas son la regresión y

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