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La Felicidad Desesperadamente


Enviado por   •  30 de Junio de 2011  •  2.051 Palabras (9 Páginas)  •  1.345 Visitas

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LA FELICIDAD, DESESPERADAMENTE

I. La felicidad fallida o las trampas de la esperanza

André comienza con una pregunta muy buena, que nos llevará al momento culminante del capítulo (el saber reconocer cuando es una felicidad fallida o una vil trampa de la esperanza), pues comienza con la cuestión del porqué es necesaria la sabiduría y, así de fácil como nos hicimos la pregunta es la respuesta, porque simplemente no somos felices y además en cualquier momento debemos morir, ya que si fuésemos inmortales podríamos esperar que en cualquier momento de nuestra larga vida seremos felices o aun si fuésemos mortales pero completamente felices, aceptaríamos la muerte y la vida tal coco son, finita y breve ; sin embargo como no lo somos, debemos aprender o intentar ser, de manera aceptable, felices en esta vida. ¿Y cómo lograrlo?, pues filosofando para intentar ser un poco más sabio, porque somos mucho más desgraciados, o mucho menos felices, de lo que los otros creen, y porque no hay grandes personas. Aunque… a veces, no somos felices porque todo va mal, y en estos casos filosofar no es la principal urgencia, pues puedes tener mayores prioridades o preocupaciones como el estar en medio de una guerra o de una grave enfermedad. Sin embargo, no siempre todo va mal y aún así no somos felices, y lo que nos falta para serlo cuando lo tenemos todo para ser felices es, nuevamente, la sabiduría, es decir, el saber vivir. Y hay que conformarnos con una sabiduría no tan ambiciosa, que nos permita ser felices cuando no todo está bien, y aprender a vivir es más bien un arte o un aprendizaje para poder filosofar de verdad y que se nos haga demasiado tarde para aprender a vivir (no habiendo una edad fija para lograrlo).

Todos tenemos un deseo de felicidad, sin embargo este es frustrado, y es entonces cuando decimos que la felicidad se nos escapa, se nos pierde. Y esto pasa a partir del deseo pues la felicidad es lo deseable absoluto, ser feliz es tener lo que se desea. El deseo también es carencia ya que es lo que no se posee, lo que no somos y en este sentido, mientras deseemos lo que nos falta, está descartado que seamos felices, pues la carencia es el símbolo del sufrimiento. Deseamos lo que no tenemos y solo nos queda sufrir por esa carencia, pero en cuanto un deseo es satisfecho, ya no hay carencia y, por lo tanto, ya no hay deseo, nos aburrimos y lo que nos queda es desear otra cosa, así en un círculo interminable.

La vida oscila, como un péndulo, entre el sufrimiento porque deseo lo que no tengo y sufro esa carencia; y el aburrimiento porque tengo lo que desde ese instante ya no deseo. Por esta razón hay dos catástrofes en la vida: 1) cuando nuestros deseos no son satisfechos y 2) cuando lo son..

Por la simple cuestión de que el deseo es carencia, y en la medida en que es carencia, la felicidad se nos escapa necesariamente, y aquí es cuando interviene las “trampas de la esperanza”, siendo la esperanza la carencia misma. Solo esperamos lo que no tenemos, y por eso somos tato menos felices cuanto más esperamos el devenir. Siempre estamos separados de la felicidad por la misma esperanza de conseguirla. En cuanto esperamos la felicidad, no podemos evitar la decepción.

Y como evitar este ciclo sin fin de sufrimiento y aburrimiento, pues hay varias estrategias como el tratar de fingir todo el tiempo que somos felices y que no nos hace falta nada, sin embargo n es muy buena idea; también podemos ir de esperanza en esperanza para ver si algún día la felicidad nos alcanza, pero nuevamente es una idea no muy satisfactoria; una tercera estrategia sería buscar una esperanza absoluta pues de tanto estar dispuestos a ser felices, es inevitable que no lo seamos, sin embargo esta estrategia tampoco es nada convincente, por lo que André propone encontrar una cuarta estrategia que nos permita salirnos de ese círculo de deseo y aburrimiento para tratar de liberarnos de la misma esperanza.

II. Crítica de la esperanza o la felicidad en acto

El que seamos menos felices de lo que los otros creen o de lo que fingimos serlo, no quiere decir que seamos desgraciados. Entre la felicidad esperada y la felicidad fallida o, en otras palabras, entre la esperanza y la decepción, entre el sufrimiento y el aburrimiento, hay una o dos pequeñas cosas: el placer y la alegría.

El placer y la alegría podemos encontrarlas cuando deseamos lo que tenemos, es decir, cuando deseamos lo que no nos falta. En ocasiones es fácil confundir el deseo con la esperanza, sin embargo son dos cosas diferentes; ligadas, por supuesto, pero diferentes, puesto que en ocasiones podemos no esperar hacer algo, pero si desearlo, y lo hacemos por voluntad propia, sin que nadie intervenga y porque simplemente lo deseamos, de lo contrario no lo haríamos; por lo tanto deseamos lo que no nos falta.

Todo acto necesita una causa próxima, eficiente y no final; por eso podemos ser felices, y por eso lo somos a veces: porque hacemos lo que deseamos, porque deseamos lo que hacemos y a esto es lo que André llamó “la felicidad en acto#, que no es más que el acto mismo como la felicidad: desear lo que tenemos, lo que hacemos, lo que es, lo que no nos falta, es decir, gozar y alegrarse y al mismo tiempo una felicidad desesperada.

La esperanza es un deseo: no se puede esperar lo que no se desea. El deseo es el género próximo del cual la esperanza es una cierta especie y consta de las siguientes características:

-Una esperanza es un deseo que se refiere a lo que no tenemos, a un deseo que carece de objeto, y que la mayoría de las veces se refiere al futuro, por eso esperamos: esperar es desear sin gozar.

-La esperanza no siempre se refiere al futuro, también podemos esperar una cosa que no está por venir: la esperanza se puede referir al

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