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Matoneo


Enviado por   •  31 de Agosto de 2014  •  Síntesis  •  17.813 Palabras (72 Páginas)  •  161 Visitas

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Cuando Luis Carlos Galán Sarmiento acepta la candidatura presidencial en 1981, tiene 38 años de edad. Ha sido ministro de Educación de Misael Pastrana en 1970 y embajador en Italia de 1972 a 1975. Ha fundado el movimiento Nuevo Liberalismo en 1979 “porque somos liberales y nos sentimos herederos de lo que ha sido el Partido Liberal en la vida del país como vocero del pueblo y sincero representante del espíritu democrático...”.

El presidente es su copartidario, pero antagonista, Julio César Turbay y el otro candidato liberal es el ex Presidente Alfonso López Michelsen. En el conservatismo se perfila la candidatura de Belisario Betancur, que debe concretarse en la Convención de ese partido, prevista para el 27 de noviembre. Galán dice que “Agoniza una época en Colombia y con ella también las fórmulas políticas, sociales y económicas de la sociedad tradicional...”.

Sostiene Galán que “La sociedad colombiana está dominada en este momento crucial por una verdadera oligarquía política que controla las corporaciones públicas y ha convertido la administración del Estado en un botín que se reparte a pedazos después de cada elección...”.

Para evitar “un derrumbe fatal y definitivo” de su partido, Galán propone la llegada al poder del Nuevo Liberalismo y de esa manera acepta en Rionegro (Antioquia), el 18 de octubre de 1981, su postulación presidencial para el período 1982-1986. Y designa, como Director de la campaña, a Rodrigo Lara Bonilla.

Estas son sus palabras:

* * *

“Colombianos:

En este histórico recinto, donde deliberaron, en 1863, representantes de todas las regiones de Colombia para proclamar su fe en la libertad y los derechos fundamentales del hombre, quiero manifestar a todos mis compatriotas que asumo la responsabilidad que me ha confiado la Asamblea Nacional del Nuevo Liberalismo de someter mi nombre a la consideración del pueblo colombiano, como candidato a la Presidencia de la República para el período de 1982 a 1986.

Después de recorrer durante los últimos años todos los departamentos de Colombia y luego de meditar serenamente sobre la situación nacional y el significado de las demás opciones políticas que se han presentado o se presentarán a la decisión de los colombianos, considero que tengo el deber de aceptar la bandera que me han ofrecido los miembros del Nuevo Liberalismo para que se verifique el apoyo de la nación a los postulados que dieron origen a nuestro movimiento en 1979.

Tales postulados son los siguientes: reorganizar la democracia colombiana; unificar a la nación y conseguir una paz auténtica y perdurable para todos nuestros compatriotas; asegurar el papel histórico de nuestro país en la evolución de América; acrecentar los recursos materiales y espirituales del pueblo colombiano y en especial redimir a la inmensa mayoría de conciudadanos oprimidos por la miseria; conquistar e integrar a la vida nacional la totalidad del territorio; reivindicar el derecho de los colombianos a manejar y controlar los recursos naturales, sobre todo el petróleo, el carbón y los demás minerales del subsuelo. Devolver al ser humano su valor como eje de la sociedad, por encima de cualquier requerimiento material que lo sacrifique aún más en aras de un teórico progreso; lograr que del primero al último colombiano haya igualdad básica de oportunidades y derechos en nuestra patria de tal manera que todos puedan satisfacer sus necesidades fundamentales en lo físico y en lo espiritual.

Entendemos que estos grandes propósitos nacionales sólo serán posibles si recuperamos la dignidad de los poderes del Estado; si modernizamos la organización de las distintas colectividades políticas; si transformamos la vida político-administrativa del país dentro del marco de una nueva ética social y si aseguramos que el poder de intervención del Estado tenga como fin fundamental garantizar a la nación que Colombia nos pertenece a todos y no a unos pocos privilegiados que aprovecharon la debilidad de nuestras instituciones democráticas para conseguir las más grandes concentraciones de poder económico y político que haya registrado nuestra historia.

Asumo la responsabilidad de dirigir esta cruzada renovadora de la sociedad con plena fe en la capacidad de los colombianos, para lograr un gran destino histórico. Inicio esta nueva etapa política con inmenso entusiasmo frente al porvenir porque estoy seguro del apoyo leal, abnegado y eficaz de la inmensa mayoría del pueblo colombiano. Sé que nuestra misión nos demandará superar innumerables obstáculos y afrontar toda suerte de retos a nuestra capacidad física, intelectual y moral, pero esas dificultades serán recompensadas por la inmensa satisfacción de entregarles a nuestros hijos una patria más grande, justa y próspera.

Quiero manifestar a todos ustedes que en la defensa de estas banderas no capitularemos ni haremos transacciones con quienes se oponen a la renovación de Colombia. Tampoco transigiremos con quienes pretendan utilizar en forma egoísta o por oportunismo las fuerzas de opinión pública que nos acompañan y las que se sumarán a nuestro movimiento. No nos detendremos hasta realizar la tarea completa durante todos los años que sean necesarios para construir la nueva Colombia.

A lo largo del proceso histórico que se avecina, ahora y en las circunstancias que puedan surgir en este decenio y en los próximos, advertiremos lealmente a nuestro pueblo sobre los peligros concretos que amenazan su porvenir, pero no apelaremos a la estrategia del miedo para convocar a nuestros compatriotas, como tantas veces se ha hecho en otros episodios de la vida nacional, sino a su capacidad de raciocinio y a su derecho a mirar con esperanza su propio futuro, así como el de sus hijos y sus familias.

Creemos en la disciplina y la autoridad que surgen de la persuasión racional en contraste con quienes todo lo reducen a la represión ciega e indefinida de los inconformes y los rebeldes. A quienes se limitan a predicar la disciplina dentro de los partidos políticos, así ello signifique el atropello de las convicciones más respetables de la gente, queremos decirles que hay una disciplina más alta que es la disciplina dentro de la nación. Creemos, como Benjamín Herrera, que el individuo debe colocar a la patria por encima de sus conveniencias y de los partidos. Pensamos que los gremios, los sindicatos, las ciudades y las regiones ya han comprendido que nadie debe olvidar la suerte colectiva. La ética social que auspiciamos supone la austeridad de los gobernantes y de la ciudadanía y el sentido de la responsabilidad colectiva que no debe tolerar los egoísmos, los peculados y el tráfico de influencias que amenazan destruir el Estado de Derecho.

Como ha dicho Enrique Pardo Parra, esta candidatura surge de las entrañas del pueblo

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