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Motivación. Diario


Enviado por   •  22 de Junio de 2019  •  Informes  •  724 Palabras (3 Páginas)  •  74 Visitas

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Hola, soy Victoria. Ojalá que lo que escribo sirva como motivación.

Sufrí por sentirme gorda durante mucho tiempo.

Tengo ocho años.  Soy gorda y todo lo que hago es ridículo. Nadie me elige para su equipo en los deportes. El profesor de gimnasia me dijo que deje de comer alfajores. No quiero que la pediatra me pese, me da miedo la balanza.

Tengo diez años. Mi abuela me cortó la corbata para que no me haga bulto en la panza. No quiero usar el jumper del colegio, se me van a ver las piernas gordas. Mamá me llevó a la nutricionista. Peso 42 kilos. Quiero que se me vaya la panza.

Tengo doce años. Me peleé con mis amigas, me dijeron “gorda pochoclo”. En el cumple de Barbie ningún chico me sacó a bailar los lentos, yo creía que la ropa me hacía más flaca pero seguro que no fue así. Este verano usé por primera vez un bikini, me dio mucha vergüenza y en las fotos traté de meter la panza y en la playa no me saqué la remera.  Por suerte me voy a cambiar de colegio y ya no voy a ser nunca más “la gorda”. Los nutricionistas a los que me llevó mamá me ayudaron mucho a bajar de peso, por suerte pude dejar los alfajores y las harinas.

Tengo catorce años. Estoy más flaca que nunca y le gusto a todos los chicos del colegio. Ellos no me ven como una gorda ridícula. En los recreos todos comen alfajores y bizcochitos, pero yo me llevo siempre yogurt ser. En el almuerzo mamá me hace el tupper con ensalada y yo se lo regalo a Flor, así no engordo y mamá piensa que comí. Ahora que estoy flaca puedo usar pollera, pero siempre con medias porque las piernas siguen gordas y flojas. La mayoría de los días puedo cumplir con la dieta, pero hay días que me da hambre y como tres alfajores triples seguidos.

Tengo diecisiete años. Papá se murió este año. Todo el mundo me regala golosinas.

Me enseñó cosas que no se enseñan en el colegio. A conocerme, a escucharme y a respetarme. A querer mi vida y a mi cuerpo que me permite hacer tantas cosas que me gustan. Me enseñó a reconocer mis emociones y a expresarlas. El camino fue difícil, intenso, por momentos muy triste y por momentos pensé que todo eso no iba a valer la pena y quise abandonar todo. En esos momentos odiaba todo lo que tenía que ver con la casita, no quería cumplir con lo que me proponían y no escuchaba a nadie. Nunca pensé que iba a llegar este día en el que puedo ver la ruta más despejada, en el que entiendo que todo el sacrificio dio frutos y hoy soy una mujer feliz. La casita me dio herramientas  y un curso intensivo para usarlas y construir mi propia vida. Hoy disfruto de la vida, de mis amigas, de mi familia, mi trabajo, de estudiar. De cada cosa que conseguí.

Nadie me va a dar bola. Me sobra grasa por todos lados.

 Puedo pensar. Voy a pensar.

La Casita me transformó.

Es extraño pensar que no voy a ir más. Se transformó en una rutina. Los viajes hasta Belgrano en el 42 y en el 63. Los paseos por el barrio chino. Los almuerzos con mamá en Taura. Los Bagles de Bake&Cake escuchando música y leyendo revistas. Los pibes que me fueron a buscar: Fede, Rafa, Mati. Los almuerzos en Chungo. Las caminatas en círculo para hacer tiempo. El Autoservicio Victoria. Las compras en Tina. Las tardes de sol en las Barrancas. Las recorridas por Cabildo y Juramento.

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