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Niños Calles Y Cotidianidades


Enviado por   •  18 de Agosto de 2014  •  1.475 Palabras (6 Páginas)  •  602 Visitas

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“en la calle habita la muerte. La vida es apenas sobrevivencia, detención temporal de la muerte que se agazapa. La calle no es un lugar para los niños, es el representante número uno de la desprotección y el abandono….la calle se engulle a los niños de un solo sorbo”.

Esta cita del libro que hoy nos convoca, contiene afirmaciones fundamentales que son desarrolladas a lo largo de la publicación, para poder entender a profundidad la situación de la niñez en la calle.

En primer lugar, en la cita se llama la atención sobre el tema de la sobrevivencia no desde una mirada economicista, sino en la relación pobreza y NO futuro. El tiempo cotidiano impide ver al tiempo que vendrá y al que se gesta en el presente. Quien lucha por no morir mañana, no puede mirar al futuro. El libro alerta de entrada: “la pobreza es carencia de sentido propio y elemental de existencia. Es un perenne ayuno no solo de comida, sino de futuro. Sobrevivir como función de un niño, es cortar sus alas para imaginar”.

Es decir, resolver el problema de la niñez en calle, refiere a enfrentar su esencia estructural: familias sin oportunidades, niños sin futuro. Niños no niños. Niños adultos.

En segundo lugar el libro, y la cita, alerta sobre otra arista de la situación: el abandono y la desprotección de la niñez en la calle.

Para poder comprender la dureza de esta condición, Rodrigo Tenorio, contrapuntea a la calle con la casa para que podamos entender la crueldad del abandono y de la exclusión del hogar que acarrean estos niños y niñas.

Comienza con una reflexión profunda sobre lo que es La casa-hogar.

“La casa –se lee en este libro- representa un sistema simbólico. No solo es el lugar seguro para vivir y proteger al sujeto de la intemperie. Es una organización cultural que comprende el conjunto indeterminado y abierto de todo aquello que hace la historia y que provee de sentido a todo hijo de mujer. La calle puede ser la habitación mientras que la casa es la morada. En la casa no hay lugar para el anonimato, en la calle sí. La casa desde sus orígenes míticos surge de la mujer-madre, es su prolongación simbólica. FUERA DE CASA LOS NIÑOS SE SIENTEN DESPROTEGIDOS”.

Y esa desprotección tanto física como afectiva lleva a otra consecuencia: al debilitamiento de la identidad de estos niños y niñas.

El autor afirma: “ La identidad no corresponde a un proceso tautológico sino eminentemente referencial. La calle es la anti-identidad, como tal debe ser leída: como el lugar en el que miles de niños y niñas sobreviven a la intemperie de la cultura. La calle pertenece a otro orden, al del desorden. La identidad –dice el autor- señala pertenencia que cuando se debilita o desaparece, entra en crisis.

La identidad en los niños y niñas de la calle, por tanto es la memoria del abandono y también de la soledad. Se trata de hijos e hijas abandonados desde antes de su nacimiento, y concluye: cuando el abandono y la soledad se convierten en significantes de identidad, los niños-as pueden callejizarse como en el final de un proceso cuya lógica no exige ni comienzo ni fin puesto que el abandono social y familiar se sostiene en la lógica de la repetición.

Y en la espiral que el Director del Observatorio de Drogas señala, en el siguiente nivel de su alta complejidad sigue la dupla soledad/abandono, que define al niño-a de la calle como sujeto abandonado y erradicado de las organizaciones familiares y sociales.

En el libro se explica: el niño deseado, que va a venir, “llega a formar parte de un sistema lingüístico construido en primera instancia por su madre en el que las ternuras constituyen su punto de apoyo. Los niños y niñas de la calle no han pasado por este sistema de nominaciones imaginarias. La pobreza material está acompañada de pobrezas lingüísticas y metafóricas”.

“En la calle se produce la anulación del sujeto. La peor de las alienaciones no consiste tanto en ser despojado por el otro, sino en vivir despojado del otro, permanecer abandonado a su propia suerte: es el abandono, es la soledad, es la falta de identidad”

Por tanto, la verdadera enfermedad de estos niños es la

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