Octavo hábito
Nieves804 de Mayo de 2014
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El 8°
HÁBITO
De la efectividad a la grandeza
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Resumen elaborado del libro EL 8° HÁBITO, De la efectividad a la grandeza, por Stephen R. Covey. Copyright © 2005. Ediciones Paidós Ibérica S.A. Impreso en España.
1
EL DOLOR
Ser efectivo como individuos y como organizaciones ya no es una elección en el mundo de hoy: es imprescindible para entrar en el terreno de juego. Pero sobrevivir, prosperar, innovar, sobresalir y liderar en esta nueva realidad nos exigirá aumentar la efectividad e ir más allá de ella. (Pág.18)
Lo único que se necesita para que triunfe
el mal es que los hombres
buenos no hagan nada.
EDMUND BURKE (Pág. 22)
Cuando nos inspira un gran propósito, un proyecto
extraordinario, todos nuestros pensamientos rompen sus límites.
La mente trasciende las limitaciones, nuestra conciencia se
expande en todas las direcciones y nos encontramos en un mundo
nuevo, grande y maravilloso.
LOS SUTRAS YOGA DE PATANJALI (Pág. 23)
Pocos de nosotros podemos hacer grandes
cosas, pero todos podemos hacer cosas
pequeñas con gran amor.
MADRE TERESA DE CALCUTA
El dolor - el problema – la solución (Pág. 24)
La mejor manera —y con frecuencia la única— de superar el dolor y hallar una solución duradera es, en primer lugar, comprender el problema esencial que provoca el dolor.
La solución al problema es similar a la mayoría de los grandes avances de la historia humana: surge de una ruptura fundamental con la antigua manera de pensar. (Pág. 25)
2
EL PROBLEMA
Cuando cambia la infraestructura, retumba todo.
STAN DAVIS (Pág. 27)
Según el gran historiador Arnoldo Toynbee podemos resumir casi toda la historia de la sociedad y de sus instituciones en seis palabras: Nada fracasa tanto como el éxito. Dicho de otro modo, cuando nos enfrentamos a un reto y nuestra respuesta está a la altura de ese reto, hablamos de éxito. Pero cuando nos enfrentamos a un nuevo desafío, la antigua respuesta que antes tuvo éxito ya no sirve. Por eso hablamos de fracaso. Nos encontramos en la era del trabajador del conocimiento pero llevamos nuestras organizaciones siguiendo un modelo de control de la era industrial, que impide por completo la liberación del potencial humano.
La mentalidad cosificadora de la era industrial
Durante la era industrial, el principal activo y los principales impulsores de la prosperidad económica eran las máquinas y el capital: cosas. La gente era necesaria pero reemplazable. Los trabajadores manuales se podrían controlar y cambiar sin más trascendencia: la oferta era mucho mayor que la demanda. (Pág. 30)
Cuando todo lo que queremos de una persona es su cuerpo y, en el fondo, no queremos su mente, su corazón ni su espíritu (todos ellos inhibidores de los fluidos procesos de la era de las máquinas), reducimos esa persona a una cosa.
El problema es que los directivos de hoy en día sigue aplicando el modelo de control de la era industrial a los trabajadores del conocimiento. Puesto que muchos que se encuentran en posiciones de autoridad no ven la verdadera valía y el verdadero potencial de su personal y no poseen una comprensión completa y precisa de la naturaleza humana, dan a las personas el mismo trato que a las cosas. (Pág. 31)
La espiral descendente de la codependencia
La mayoría de las personas conciben el liderazgo como una posición y, en consecuencia, no se ven a sí mismas como líderes.
La extendida renuencia a tomar la iniciativa, a actuar con independencia, no hace más que alimentar el imperativo de los líderes formales para dirigir o controlar a sus subordinados. Creen que esto es lo que deben hacer para que sus seguidores actúen. Y este círculo vicioso se intensifica rápidamente hasta llegar a la codependencia. (Pág. 32)
El poder de un paradigma (Pág. 34)
Einstein lo expresaba así: “Los problemas significativos que afrontamos no pueden solucionarse en el mismo nivel de pensamiento en el que estábamos cuando los creamos”.
Si queremos realizar cambios y mejoras de poca entidad de una manera paulatina, trabajemos con prácticas, conductas o actitudes. Pero si queremos hacer mejoras grandes e importantes, trabajemos con paradigma y originalmente era un término científico que hoy se suele usar para designar una percepción, un supuesto, una teoría, un marco de referencia o una lente a través de la cual contemplamos el mundo. (Pág. 35)
Los paradigmas, al igual que las tradiciones, no desaparecen sin más. Los paradigmas erróneos siguen vigentes durante siglos después de que se haya descubierto otro mejor.
3
LA SOLUCION
No hay nada más poderoso que una idea a la que le
ha llegado su tiempo.
VICTOR HUGO
La mayoría de los grandes cambios culturales —los que han dado origen a grandes organizaciones que mantienen a largo plazo su crecimiento, su prosperidad y su contribución al mundo— empezaron con la elección de una sola persona.
Su carácter, su competencia, su iniciativa y su energía positiva —en pocas palabras, su autoridad moral— inspiraba y elevaba a los demás. (Pág. 41)
Este tipo de personas no se dejan arrastrar ni rebajar mucho tiempo por todas las fuerzas desmoralizadores, negativas e insultantes de la organización. Y, curiosamente, sus organizaciones no son mejores que la mayoría. En cierta medida, todas son un desastre. Estas personas simplemente se dan cuenta de que no pueden esperar a que su jefe o su organización decidan cambiar. Se convierten en una isla de grandeza en un mar de mediocridad. Y esto se contagia. (Pág. 42)
Encontrar una voz propia
Todo el mundo elige uno de los caminos en la vida. Uno es el camino amplio y muy transitado hacia la mediocridad, el otro es el camino hacia la grandeza y el sentido.
El camino a la mediocridad limita el potencial humano. El camino a la grandeza libera y realiza este potencial. El camino a la mediocridad supone abordar la vida de una manera rápida, por un atajo. El camino a la grandeza es un proceso de crecimiento secuencial de dentro hacia fuera.
Quienes transitan el camino superior hacia la grandeza se elevan por encima de las influencias culturales negativas y eligen convertirse en la fuerza creativa de su vida.
La búsqueda de sentido por parte del alma
En el fondo de cada uno de nosotros existe el anhelo de vivir una vida de grandeza y de contribución, de importar de verdad, de marcar una verdadera diferencia. (Pág.43)
Todos nosotros podemos decidir conscientemente dejar atrás una vida de mediocridad y llevar una vida de grandeza en el hogar, en el trabajo y en la comunidad.
Todos podemos decidir que queremos vivir una vida grande o, más sencillo aún, que no sólo queremos tener un buen día, sino un gran día. (Pág. 45)
Inspirar a los demás para que encuentren su voz
Cuando ya hemos hallado nuestra propia voz, la elección de extender nuestra influencia, de engrandecer nuestra contribución, es la elección de inspirar a otras personas para que encuentren su propia voz. (Pág. 47)
ENSEÑAR Y COMPARTIR SOBRE LA MARCHA
Aprendemos mejor un material cuando lo enseñamos.
Por otro lado, cuando enseñamos a otras personas lo que estamos aprendiendo adquirimos implicaciones el compromiso social de vivir lo que enseñamos. Y, naturalmente, estaremos más motivados para vivir lo que aprendemos. (Pág. 48)
INTEGRAR A NUESTRA VIDA LO QUE APRENDEMOS
Saber y no hacer, en realidad es no saber. Aprender y no practicar no es aprender. En otras palabras, comprender algo pero no ponerlo en práctica, equivale a no comprenderlo. El conocimiento y la comprensión sólo se interiorizan haciendo, aplicando.
La mejor forma de conocerse uno mismo no es la
contemplación, sino la acción. Esforzaos por cumplir
vuestro deber y pronto sabréis de qué sustancia estáis
hechos.
JOHANNN W. GOETHE (Pág. 49)
Abraham Lincoln: “Los dogmas del tranquilo pasado no sirven para el presente tempestuoso”. Tenemos que replantearnos las cosas. No sólo debemos desarrollar una nueva mentalidad: también debemos desarrollar unas nuevas habilidades y nuevas herramientas. (Pág. 51)
PRIMERA PARTE
ENCONTRAR UNA VOZ PROPIA
4
DESCUBRIR NUESTRA VOZ: DONES DE NACIMIENTO NO DESCUBIERTOS
Nos fueron concedidos unos espléndidos “dones de nacimiento” —talentos, capacidades, privilegios, inteligencias, oportunidades— que en gran medida quedarían sin descubrir de no ser por
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