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PASOS PARA EL EXITO


Enviado por   •  28 de Marzo de 2014  •  4.174 Palabras (17 Páginas)  •  305 Visitas

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Las diez emociones de poder.

No puede haber transformación de la oscuridad en luz y de apatía en movimiento si no hay emoción.

CARL YUNG.

Quisiera presentarles a un tipo llamado Walt. Se trata de un ser humano bueno y decente que siempre intenta hacer lo que cree correcto.

Ha dedicado su vida a una ciencia: todo debe estar en su lugar adecuado y en su orden correcto. Los días laborables se levanta exactamente

a las 6.30, se ducha y se afeita, se toma un café, toma el almuerzo a base de un bocadillo y algún dulce, y sale de la puerta de su casa a

las 7.10 para pasarse cuarenta y cinco minutos inmerso en el tráfico. Llega a su despacho a las ocho, y se sienta para hacer el mismo trabajo que ha

estado haciendo durante los últimos veinte años.

A las cinco de la tarde emprende el camino de regreso a casa, se toma un refresco y se apodera del control remoto de su televisor.

Una hora más tarde, su esposa regresa a casa y ambos deciden si cenarán los restos del día anterior o si calentarán una pizza en el horno.

Después de cenar, ve las noticias en la televisión, mientras la esposa baña al niño y lo acuesta. A las nueve y media a más tardar, ya se ha

acostado. Dedica los fines de semana a trabajar en el jardín, realizar trabajos de mantenimiento en el coche y dormir. Walt y su nueva esposa

llevan casados desde hace tres años, y aunque él no describiría su relación como «inflamada de pasión», le resulta cómoda, aunque últimamente

parecen estar repitiéndose muchas de las mismas pautas de su primer matrimonio.

¿Conoce usted a alguien como Walt? Quizá se trate de alguien a quien conozca íntimamente, alguien que nunca sufre las profundidades de una

extremada devastación o desaliento, pero que tampoco se echa en brazos de las cumbres de la pasión y la alegría. He oído decir alguna vez que

la única diferencia que existe entre un camino trillado y una tumba es un poco de tierra, y hace ya más de un siglo Emerson observó que

«la gran mayoría de los hombres lleva unas vidas de tranquila desesperación». Cuando nos disponemos a entrar en el próximo siglo, esa frase

podemos aplicarla, desgraciadamente, más que nunca. Si hay algo que he observado en las innumerables cartas que he recibido desde que escribí

Poder sin limites es el abrumador predominio de esta clase de disociación en las vidas de las personas, algo que «sucedió» por su deseo de

evitar el dolor, y la avidez con la que se abalanzan sobre una oportunidad de sentirse más vivos, más apasionados, más electrizados.

Desde mi perspectiva, al viajar por el mundo y conocer a personas de todas las condiciones y «tomarles el pulso» a literalmente cientos

de miles de individuos, me he dado cuenta de que todos sentimos instintivamente el riesgo de la «línea plana» emocional, y de que buscamos

desesperadamente formas de conseguir que nuestros corazones vuelvan a latir.

Muchos sufren el error de creer que las emociones se hallan fuera de su control, de que son algo que ocurre espontáneamente, en reacción a

los acontecimientos que se producen en nuestras vidas. A menudo, tememos las emociones como si fueran virus que nos apuntan y atacan cuando

somos más vulnerables. En ocasiones, pensamos en ellas como «primas inferiores» de nuestro intelecto, y descartamos su validez, o asumimos

que surgen en respuesta a lo que otros nos hacen y dicen. ¿Cuál es el elemento común de todas estas creencias? La idea errónea de que

no tenemos control sobre esas cosas misteriosas llamadas emociones.

A partir de su necesidad de evitar sentir ciertas emociones, la gente está dispuesta a menudo a hacer muchas cosas, incluso ridículas.

Se entrega a las drogas, al alcohol, al exceso de comida, al juego; se deja arrastrar hacia la depresión debilitadora. Para evitar «hacer daño»

a una persona querida (o ser herido por ella), suprimen todas las emociones y terminan convertidos en androides emocionales, destruyendo

finalmente todos los sentimientos de conexión que les unieron al principio, devastando así a las personas que más quieren.

Creo que la gente tiene cuatro formas básicas de tratar la emoción. ¿Cuál de éstas ha empleado usted hoy?

1. Evitación. Todos queremos evitar las emociones dolorosas. Como resultado de ello, la mayoría de la gente trata de evitar cualquier

situación que pueda conducirle a las emociones que teme; o, peor aún, algunas personas tratan de no sentir ninguna emoción. Si, por ejemplo,

temen el rechazo, tratan de evitar cualquier situación que conduzca al rechazo. Se alejan así de las relaciones con los demás. No aspiran

a ocupar puestos de trabajo desafiantes. Tratar las emociones de este modo es la trampa definitiva, porque, aun cuando evitar las situaciones

negativas pueda protegerle a corto plazo, le impide experimentar el verdadero amor, la intimidad, la conexión que más se desea. Y, en último

término, no se pueden evitar los sentimientos. Una actitud mucho más poderosa sería la de aprender a encontrar el significado oculto y positivo

de aquellas cosas de las que antes se había pensado que eran emociones negativas.

2. Denegación: Una segunda actitud a la hora de tratar la emoción consiste en adoptar la estrategia de la denegación. A menudo, la gente

intenta disociarse de sus propios sentimientos, diciendo: «No me siento tan mal». Mientras tanto, sigue acumulando el fuego dentro de sí

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