PSICOLOGIA
lobosyluna1 de Junio de 2012
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TRABAJO ACADEMICO
TEMA: El Desarrollo Socio emocional en la infancia
Desarrollo social en la infancia
Desde los primeros días de vida, los bebés comienzan a llorar cuando escuchan llorar a otro bebé.
Durante los tres primeros meses de vida, se interesan en otros bebés y les responden del mismo modo como responden a sus madres: con miradas, arrullos o sonrisas.
Desde los seis meses de edad hasta el año cada vez balbucean más con otro bebé y le sonríen y tocan más, sobre todo si no los distrae la presencia de juguetes o de adultos.
Hacia el año de edad están menos interesados en las personas, pues su objetivo principal es aprender a caminar y manipular objetos. No obstante, esta fase no suele durar mucho, pues muestran cada vez más interés en lo que hacen otros niños.
En varios experimentos realizados con niños entre 14 y 18 meses, los infantes observaron a otro niño jugar. Los investigadores querían comprobar si después imitaban lo que veían. Dos o más días después, los niños jugaron con el juguete en las formas en las que lo hizo el niño que observaron más que los niños a quienes se les dio el mismo juguete pero que no habían observado a ningún otro niño jugar con él.
Esta capacidad para imitar sugiere que incluso a esta temprana edad los niños pueden aprender uno de otro.
Durante el seguro año, los infantes comprenden mejor las relaciones. Un niño de esta edad sabe cómo responder a otro niño que le ofrece un juguete. A los dos años también saben ajustar su comportamiento a la edad de sus compañeros. Por ejemplo, cuando se forma un grupo de niños de 2 años y niños de 18 meses, los más mayores hacen más esfuerzos para vincular a los demás en el juego. Cuando están solos con niños de su misma edad no necesitan el mismo esfuerzo porque están más capacitados socialmente. Por tanto, esta mezcla de edades parece favorecer el desarrollo social de los niños de ambas edades.
No obstante, algunas personas son más sociables que otras. Esto parece ser en gran parte un rasgo heredado, pero también se ve influenciado por el ambiente. Por ejemplo, los niños sociables suelen tener madres sociables de las que pueden aprender a relacionarse con los demás. Los niños que pasan tiempo con otros niños desde su infancia son más sociables que quienes pasan todo el tiempo en casa.
Los conflictos entre niños tienen también una función de aprendizaje social. Los niños de dos años tienen más conflictos que los de un año, pero también los resuelven más. Por ejemplo, comparten los juguetes cuando no hay suficiente para todos. Los conflictos a estas edades tempranas pueden ser importantes para que los niños aprendan a negociar y a solucionar problemas.
El desarrollo emocional influye en la evolución intelectual del niño y repercute en todos los ámbitos de la vida familiar, académico-laboral y social.
Tener un correcto desarrollo emocional supone tanto ser consciente de los propios sentimientos (estar en contacto con ellos y ser capaz de proyectarlos en los demás), como poseer una capacidad de empatía (habilidad de meterse en la piel del otro).
Los autores que abordan el tema del desarrollo emocional señalan que nuestras acciones operan de forma entrelazada en la conciencia cognitiva, afectiva y conductual, de manera que las emociones no pueden quedar al margen de los valores que delimitan la conducta.
Recientes perspectivas actuales como la del psicólogo norteamericano Daniel Goleman han puesto de manifiesto la importancia que tiene el desarrollo emocional infantil y cómo repercutirá en nuestro comportamiento adulto y en la consecución del éxito en la vida y en nuestro trabajo.
El niño va construyendo el significado de sus experiencias emocionales a partir de sus interacciones con las personas que lo rodean y del entorno en el que vive y se desarrolla. De este modo cada niño diseñando el concepto de sí mismo, la toma de conciencia de una realidad externa a él, la idea de moralidad y su pensamiento.
La entrada en la escuela amplía en entorno social del niño y aún así, la influencia familiar sigue siendo el factor básico en la determinación de su madurez personal. Cada tipo de ambiente ayuda al menor a descubrir diferentes aspectos de la vida que él asimila inconscientemente. Es importante que los distintos ambientes interactúen y que resulten constructivos.
Aquí te presentamos una selección de los aspectos que consideramos más influyen en la evolución afectiva infantil.
1. Autoconcepto. Es el conjunto de sentimientos y representaciones que se posee sobre uno mismo, sobre la propia apariencia y los rasgos de carácter.
2. Autoestima. Es el conjunto de valoraciones que el niño ya tiene sobre sí mismo. Así, una autoestima adecuada son sentimientos positivos hacia sí mismo y confianza en sus capacidades para hacer frente a los retos que se encuentre en la vida.
3. Autoconocimiento emocional. Es el conocimiento de nuestras propias emociones y cómo éstas nos afectan. Conocer el modo en el que nuestro estado de ánimo influye en nuestro comportamiento, cuáles son nuestras virtudes y nuestros puntos débiles.
4. Autocontrol emocional. La autorregulación nos permite no dejarnos llevar por los sentimientos del momento.
5. Empatía. Es instalarnos en la situación de los demás, reconocer aquello que siente el prójimo. Este reconocimiento de las emociones ajenas nos puede ayudar a establecer lazos más reales y duraderos con las personas de nuestro entorno.
Aparición de la experiencia emocional.
Las teorías modernas del desarrollo emocional distinguen entre “estados emocionales”, “expresiones” y “experiencias emocionales”. Según el análisis estructural de las emociones, propuesto por Lewis y Michelson, el estado emocional se refiere a los cambios internos en la actividad somática y/o fisiológica mientras que la expresión emocional se refiere a los cambios observables en la cara, cuerpo, voz y nivel de actividad que se producen cuando el SNC es activado por estímulos emocionales importantes.
La experiencia emocional se refiere a las consecuencias de la valoración y la interpretación cognitivas por parte de los individuos de la percepción de sus estados y expresiones emocionales. Requiere un sentido de sí mismo para evaluar los cambios dados en sí mismo y un nivel cognitivo que le permita percibir, discriminar, recordar, asociar y comparar. Así las expresiones emocionales de los lactantes nos dicen poco sobre su experiencia emocional, sin embargo las personas de su alrededor responden a las mismas como si fueran fiel reflejo a una experiencia subjetiva. De este modo mediante la interpretación y evaluación de su expresión emocional, el entorno social le proporciona normas con las que aprende a evaluar e interpretar, es decir a experimentar sus propias conductas y estados.
El ser humano nace en un mundo social donde las características físicas y los patrones de comportamiento del bebé atraen el cuidado de la gente a su alrededor. Bolwby estudió el desarrollo del vínculo afectivo con los adultos e inspirándose en trabajos con primates propuso que tenía su origen en comportamientos heredados y propios de la especie conocidos como sistemas de respuesta innatos. El “babyness” o encanto por los niños muy pequeños es universal. Sus patrones conductuales aseguran la proximidad del cuidador, necesaria para la supervivencia física. De entre estos sistemas de respuesta innatos, la afectividad es esencial. El repertorio conductual del más joven de los niños ya incluye un componente emocional.
La afectividad es considerada por algunos autores como un factor fundamental facilitador de las primeras experiencias comunicativas en niños. El recién nacido dispone de una gama expresiva muy variada. . Como ya hemos dicho anteriormente, entre la madre y el niño se establece un sistema de interacción afectivo que da lugar al apego, establecido con las personas que interactúan con él de forma privilegiada. Conlleva determinadas conductas que tienen como fin mantener al cuidador cerca para garantizar la supervivencia. Las conductas motoras de aproximación y seguimiento son las más frecuentes. Además conlleva sentimientos por parte del niño de seguridad, bienestar y placer ante su proximidad y de la ansiedad ante situaciones de distanciamiento.
Las primeras manifestaciones afectivas (Los organizadores de la personalidad de Spitz).
Las emociones desempeñan un papel fundamental en el establecimiento de lazos afectivos entre el adulto y el niño. La expresión de estas emociones en edad temprana son “la sonrisa”, “la ansiedad ante el extraño” y “la negación”, considerados por SPITZ como organizadores del desarrollo afectivo del niño y como hitos de su evolución emocional.
La sonrisa, que es el primer organizador, aparece alrededor del primer mes de vida en estado de vigilia y que se vuelve cada vez más selectiva con respecto a los estímulos que la elicitan siempre en contextos sociales. Según Spitz los niños no aprenden a sonreír, sino a identificar rasgos de la cara de su cuidador. El estímulo más determinante es el rostro humano.
El segundo organizador, la ansiedad ante el extraño, tiene una manifestación variada en cada niño, tanto en la edad de aparición como en el grado. Spitz señala que es debido a que ha desarrollado memoria de evocación y por un proceso de inferencia rudimentaria compara la representación interna de su cuidador con el desconocido. Por otro lado, a raíz de los estudios realizados con niños institucionalizados, también se sabe que su
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