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Psicologia social . “La escuela y los códigos rotos”


Enviado por   •  11 de Diciembre de 2018  •  Ensayos  •  2.747 Palabras (11 Páginas)  •  108 Visitas

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  1. REFLEXIÓN:

Teniendo en consideración los textos presentados, son varios los nodos que pude establecer. Por mi edad, puedo decir que pude transitar y/o divisar las diversas circunstancias de posicionamiento que existieron y aún existen entre institución educativa – niño – institución familia, y los criterios y responsabilidades que cada parte de esta triada debe contemplar.

Como nombra el texto “La escuela y los códigos rotos” desde mi primera infancia pude recibir aquellos códigos de respetos, autoridad que la institución familia, como primer institución contenedora debía transmitirme, y lo digo desde un lugar de infante aprendiente, donde contradecir y mucho menos hacer explicito el pensamiento generado, no era considerada un opción, aquel adulto referente, tomaba una determinación sobre cualquier cuestión corriente, ésta era considerada automáticamente regla de oro. Época donde la mirada, marcaba el limite y la reprenda al llegar a casa, así hayan pasado varias horas, era un sermoneo con castigo incluido.

Ya en la época donde ir a la escuela de los grandes fue todo un “acontecimiento”, y vaya si lo fue, comprender la dinámica del recreo, que pesar,   eramos blancas palomitas que caminábamos el patio, o nos sentábamos en ronda a compartir la merienda, nada de andar revoloteando, intentando jugar una popa, ni cuestiones que ponían en peligrosidad nuestra integridad física y de prolijidad. ¡Que chiste venia de aprender a jugar, para dejar de jugar! Porque allí, la mayoría de las maestras lo sostenían: ¡Aquí se viene a estudiar! ¡Que pesar!

Por suerte y siempre creo que hay alguien mas allá que cuida mis paso o escribió mi historia, encontré a “la señorita Norma” quien nos permitia ser nosotros mismos, sin condicinamientos, dentro de las legalidad institucional, era quien nos permitoa explorar… no nos consideraba pequeños para conocer en primera instancia las instalaciones de la escuela de los grandes, y vaya si era grande, con diferentes patio, y cada cual tenia su regla, no podía uno andar por allí, haciendo a su parecer; luego conociendo a otros pares, siempre con una muestra, relato de poesía o invitación a la ronda de cuentos, de por medio, no va a ser que interrumpamos una clase sin un argumento criterioso.

Y allí aprendí que dentro de las estructuras de ambas instituciones, dentro de los criterios, uno podía “hacerse el loco” manteniendo la cordura, no olvidando los límites. Encontrando como conexión en comparativa, que la institución familia sostenia un discurso, de familia bien, con hijos encaminaditos y de buena conducta, que el barrio los reconociera “por ser hijo de y de buena familia”. Cuestiones que hacian que el emblema familiar, sea llevado con orgullo, se me ensanchaba el pecho cuando se referían a mí, diciendo: “… es la hija de Colman”.

De igual forma en la escuela, mirá “los alumno de Normita que bien, no?”, Normita, mi señorita “Norma Rivarola”, a quien con el correr del tiempo aprendi y aprehendi de ella mucho mas de los uno pueda imaginar. Una docente, en función de enseñante, en condiciones rigurosas en cuanto a la regla, pero qu nos permitía ser niños, podíamos corretear en algunos momentos, conservándonos prolijos para la hora de la salida; como también podíamos dar cuenta de nuestro conocimiento en cuanto a lo áulico, eramos (y me conservo aun) fervientes proclama de los emblemas nacionales y la cultura, porque ella siempre sostenia que “la sociedad va a crecer  y persistir si nosotros, nos cultivamos en valores y cultura,  defendiendo, siempre con respeto, nuestra postura”. Por ello siempre en los actos eramos el espectáculo folclórico más esperado, por la comunidad educativa. Había que mostrar las costumbres de nuestra patria.

Al día de hoy, y desde aquellos 7 años, forje mi familia, en la rama del folclores, bailando, compartiendo costumbres, conociendo gente, y cultivándome de ella. Agradezco a la Señorita Norma, cada palabra quedo marcada en mí.

Posicionándome en otros tiempos, hoy desde mi lugar de adulta, responsable de dos niños en casa y de 18 en el ámbito laboral, puedo permitirme, poner en contraposición las dos posturas que puede admirar desde pequeña. Y cuestionarme, porque de hecho soy muy crítica conmigo misma, las decisiones como madre que he llevado a cabo y las que hoy como cuasi docente, puedo tomar.

Alguna pregutas me permito hacer. En cuestiones de código pues, en esta loca rutina quien los rompe primero

¿el adulto por no hacerse responsable? o ¿El niño tratando de tener poder? ¿Cuándo dejamos de ser criteriosos a la hora de decidir? ¿Decidir es una cuestión de poder o de educación?

Puedo divisar, en estos contextos los cambios han hecho mella. Los criterios y los valores no son ponderados de la misma manera. Y aquí se presenta una gran grieta, si se quiere, en lo que debe y en lo que puede cada institución.

No quisiera entrar en comparativa, pero puedo sostener que los tiempos han cambiado, lo mismo sucede con la política, economía y sociedad de nuestro país. Imaginemos educación y familia.

Hoy día, la rutina, no nos permite a quienes somos sostén de familia, “pasar tiempo en familia”, es tanta la exitación y exigencia a nivel entretenimento, que la sociedad consumista y capitalista nos marca que todo debe ser inmediato, de horario completo y ultimo modelo. Cegados por ello, la institución familia comienza a flaquear.

Se considera hoy dia, que mientras mas actividades haga el niño, y mas entretenido se encentre, sin diferenciar, deporte, comutadora, televisor, teléfono o Tablet, menos desperdicia el tiempo del día. No puediendo contemplar que se esta perdiendo el tiempo en familia.  Aquél tiempo que en mi época y en cualquier otra, era la ortunidad justa de “tranmitir códigos”.

Sin notar, que el niño, en sí… está solo, recibiendo agresiones virtuales, personales, exigencias infundantes en consumos de productos masivos, incomunicado, en la era de la comunicación, de poder transmitrir siquiera una emoción. De padres ausentes para poder “darle lo mejor”, desestimando que lo mejor que le podemos dar a una niño es nuestro tiempo.

Volver al vinculo, crear lazos, prestarle tiempo y sobre todo atención, permitiendosle divisarce en medio de la masa. Ponderando sus virtudes y apuntalando aquello que no afirmó aun, pero que puede lograrlo.

Espacio, tiempo y calma, que te permite auun en estos tiempos, poder conocer, dialogar y compreder aquella situación hoy tanto grandes como niños están pasando. Permitiéndose divisar y fortalecer el vinculo con el otro, no como extención de cuerpo, sino como red de familia. Aquella que una vez supo contener, transmitir y limita. Modelo antiguo si se quiere, pero ningunos hemos “salido fallados”.

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