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Psicologia


Enviado por   •  20 de Mayo de 2015  •  5.404 Palabras (22 Páginas)  •  210 Visitas

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Correspondencia: Mª Pilar Matud. Facultad de Psicología. Universidad de La Laguna. 38205 La Laguna, Tenerife. E-mail: pmatud@ull.es.

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* Profesora titular del Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos.

** Licenciadas en Psicología. Alumnas de Tercer Ciclo del Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos. Miembros del equipo de investigación del proyecto "Diseño y validación de un programa de intervención psicológica con mujeres víctimas de maltrato por parte de su pareja". Plan Nacional de I + D + I.

1 Trabajo subvencionado por el Instituto de la Mujer. Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales.

El maltrato a la mujer por su pareja es una de las formas más comunes de violencia contra las mujeres, siendo más probable que sufran ataques repetidos, lesiones, violaciones o que mueran que en el caso de ser atacadas por otro tipo de agresores (Browne y Williams, 1993). Se trata de un fenómeno global que se extiende por todos los países y afecta a las mujeres de todos los niveles sociales, culturales y económicos y su impacto en la salud es tal que recientemente se está considerando como un problema importante de salud pública (Fischbach y Herbert, 1997; Heise y García-Moreno, 2002; Roberts, Lawrence, Williams y Raphael, 1998). Además de las lesiones físicas sufridas como consecuencia directa de las agresiones, tiene gran impacto psicológico y también supone un factor de riesgo para la salud a largo plazo (Koss, Koss y Woodruff, 1991).

Una persona que viva con alguien que abusa de ella física o emocionalmente suele desarrollar una respuesta de estrés cuando es atacada. Si se repiten los ataques o amenazas, desarrolla una serie de síntomas crónicos, siendo los más prevalentes en las mujeres maltratadas por su pareja el trastorno de estrés postraumático y depresión (Golding, 1999). Además, cuando la mujer es degradada y ridiculizada por su pareja de forma repetida puede disminuir su autoestima y sentimiento de autoeficacia (Orava, McLeod y Sharpe, 1996) e, incluso, puede llegar a pensar que merece sus castigos y que es incapaz de cuidar de ella y de sus hijos/as, desarrollando una gran inseguridad en sí misma (Matud, 2004a). También se ha encontrado que es posible que desarrolle sentimientos de culpa, aislamiento social y dependencia emocional del maltratador, junto con ansiedad y sintomatología somática (véase, por ejemplo, Buchbinder y Eisikovits, 2003; Dutton y Painter, 1993; Echeburúa y Corral, 1998; Matud, 1999). Y aunque su frecuencia es menor, también se han descrito tendencias suicidas y abuso de alcohol y/o drogas (Golding, 1999), así como de medicamentos, sobre todo analgésicos y psicofármacos, en un intento de superar el malestar físico o emocional generado por la situación vivida (Echeburúa y Corral, 1998). Dutton (1992), integrando los trabajos teóricos, empíricos y clínicos, plantea que los efectos psicológicos del maltrato como experiencia traumática incluyen un amplio rango de respuestas cognitivas, conductuales, emocionales, interpersonales y físicas que pueden ser clasificadas en tres grupos: 1) indicadores de disfunción o de malestar psicológico; 2) problemas de relación; y 3) cambios en el esquema cognitivo.

El maltrato a la mujer por su pareja incluye conductas tales como agresiones físicas (golpes, patadas, palizas ...); abuso psicológico (intimidación, menosprecio, humillaciones ...); relaciones o conductas sexuales forzadas; y conductas de control, tales como aislamiento, control de las actividades y restricciones en el acceso a información y asistencia (Heise y García-Moreno, 2002). Aunque no todas las mujeres sufren todos los tipos de abuso, es muy común que se den de forma conjunta y muchos autores plantean el control y la dominación como una característica central de este tipo de violencia. Así, Walker (1994) afirma que, generalmente, el abuso es parte de un patrón de conducta obsesiva, más que una expresión de pérdida repentina de control y Dutton (1992) destaca el control de la víctima como un rasgo central para considerar una conducta como abuso.

A nivel social, la violencia del hombre contra la mujer es una manifestación de la desigualdad de género y un mecanismo de subordinación de las mujeres que sirve para reproducir y mantener el status quo de la dominación masculina y la subordinación femenina (Koss et al., 1995). Muchos autores sitúan la violencia marital dentro del contexto más amplio de la dominación masculina (Koss et al., 1995; Lorente, 2001, Pérez del Campo, 1995) ya que la estructura económica y familiar es jerárquica y está dominada por el hombre, lo que implica una distribución desigual del poder. Desigualdad que impregna la construcción social del género y la sexualidad y que afecta profundamente a las relaciones íntimas de mujeres y hombres, por lo que para comprender la violencia de los hombres frente a las mujeres es necesario analizar las desigualdades entre ambos. Como señala Pérez del Campo (1995), la ideología patriarcal y las instituciones permiten al hombre usar la fuerza como un instrumento de control lo que conlleva que no se denuncie el abuso y que, cuando se hace, se deje en muchos casos en total impunidad a los agresores y en la más completa indefensión a la víctima. Porque no se puede olvidar que varias de las mujeres que han muerto en nuestro país a manos de sus parejas o ex parejas habían sido amenazadas durante años, y estos hechos habían sido denunciados en más de una ocasión.

Las normas y las expectativas culturales juegan papeles muy importantes en la configuración y la promoción de la violencia del hombre contra la mujer, minimizando u ocultando sus efectos dañinos e impidiendo el diseño de políticas y programas efectivos para la erradicación de tal violencia (Koss et al., 1995). Así, son muchos los mitos en torno a la mujer maltratada, mitos que no solo perpetúan la violencia sino que niegan la asistencia a sus víctimas, ya que muchas veces se duda que exista el maltrato, se minimizan sus efectos, cuando no se exculpa al agresor o se culpabiliza a la víctima. Se trata de creencias que han sido y son mantenidas aún por muchas personas, incluso profesionales de la psicología, ya que solo en las últimas décadas se ha estudiado el maltrato a la mujer, estudios que son mucho más recientes en nuestro país. Dado que consideramos que es fundamental el conocimiento del fenómeno antes de realizar cualquier intervención psicológica, y que un tratamiento psicológico que se centre únicamente en el control de los síntomas de la mujer maltratada

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