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Psicologia

Paucadillo18 de Julio de 2015

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El papel del voluntariado

en la sociedad actual

Imanol Zubero Beaskoetxea

1. ACLARACION PREVIA

No pretendo analizar intenciones, sino realidades. No voy a entrar en consideraciones subjetivas, sino objetivas. Habiendo tanto que hacer, me parece suicida despreciar todo aquello que se esté haciendo desde la buena voluntad y el interés por los demás. No comparto la afirmación irresponsable de «cuanto peor, mejor», ni considero adecuada estratégicamente la opción entre «dar un pez o enseñar a pescar».

Pero tampoco creo que baste con la buena voluntad o con el simple «hacer algo». Considero absolutamente necesario dotarnos de elementos de autodiagnóstico y autocrítica que contribuyan a depurar las intenciones, las perspectivas, los objetivos y las prácticas del voluntariado.

Lo que aquí ofrezco es tan sólo una propuesta para la reflexión.

2. AUGE Y NORMALIZACION DEL VOLUNTARIADO

El voluntariado está de moda. Para ensalzarlo o para cuestionarlo, pero está de moda. En un momento histórico caracterizado por la crisis de las organizaciones sociopolíticas tradicionales, por el auge del individualismo, por la desafección democrática, la participación en organizaciones voluntarias parece haberse convertido en tabla de salvación para una sociedad que, definiéndose en términos jurídico-políticos como Estado Social y de Derecho, descubre alarmada, justo en la mañana en que celebra su veinte cumpleaños como joven democracia, que el espejo ante el que se contempla devuelve una imagen ajada por la corrupción, la exclusión y la desesperanza.

Pero, afortunadamente, está sociedad puede presumir del vigor de su voluntariado. Cientos de organizaciones registradas, miles de profesionales «sin fronteras», docenas de proyectos en curso, diálogo entre instituciones y sociedad civil... En apenas tres años, hemos pasado a una situación en la que hablar del «voluntariado», se ha convertido en algo normal. Hasta tal punto está llegando la normalización del voluntariado, que se hacen leyes sobre el mismo: ser voluntario, ser voluntaria, empieza a considerarse algo natural.

Esta misma normalización debería ponernos en guardia: ¿de verdad es tan «natural» ser voluntario o voluntaria?, ¿de verdad puede estar tan satisfecha nuestra sociedad -una sociedad, no lo olvidemos jamás, construida sobre y gracias a los valores de la violencia, la competitividad, el individualismo, el tener y el acumular?

3. DOS TALANTES EN EL VOLUNTARIADO

Existen al menos dos talantes distintos a la hora de afrontar la cuestión del voluntariado.

Por un lado, están quienes pueden objetivamente identificarse con eso que LIPOVETSKY ha denominado el altruismo indoloro, propio de sociedades posmoralistas, capaces de animar estrategias de solidaridad desde la afirmación individual, sin tener que recurrir para ello a las viejas éticas sacrificiales propias de la cultura judeo-cristiana o de la tradición política socialista.

«Por primera vez -afirma LIPOVETSKY-, esta es una sociedad que, lejos de exaltar los órdenes superiores, los eufemiza y los descredibiliza, una sociedad que desvaloriza el ideal de abnegación estimulando sistemáticamente los deseos inmediatos, la pasión del ego, la felicidad intimista y materialista. Nuestras sociedades han liquidado todos los valores sacrificiales, sean éstos ordenados por la otra vida o por finalidades profanas; la cultura cotidiana ya no está irrigada por los imperativos hiperbólicos del deber sino por el bienestar y la dinámica de los derechos subjetivos; hemos dejado de reconocer la obligación de unirnos a algo que no seamos nosotros mismos», concluye. Este es el marco para la acción voluntaria.

Por otra parte, están quienes conciben la acción voluntaria en el marco más amplio del compromiso transformador desde esta perspectiva, «ser voluntario es ser responsable ante los sujetos frágiles y portador de derechos y deberes, no sólo para sí mismo, sino para aquellos que no los tienen reconocidos; ser voluntario significa construir un mundo habitable, no sólo para los fuertes y autónomos sino para los más débiles e indefensos. De este modo, la ciudadanía se plenifica en el ejercicio de la solidaridad», señala GARCIA ROCA. Y concluye: «La conciencia actual del voluntariado se ha construido sobre la solicitud por los sujetos frágiles, en confrontación con la exclusión no deseada y en referencia la instrumentación de los derechos sociales en el interior de una sociedad alternativa y justa.»

¿Desde qué perspectiva nos planteamos nuestro voluntariado? ¿Desde la de unas sociedades «posmoralistas», o desde sociedades inmorales por injustas?

4. DOS CONCEPCIONES DE VOLUNTARIADO

Nos encontramos así con dos concepciones bien distintas del voluntariado. Por una parte tenemos la que aspira a la construcción de islas de humanidad en el seno de unas sociedades frías y agresivas. Esta es la concepción propia de las estrategias neoconservadoras de reconstrucción de la sociedad civil. Según estos autores, el individuo de la sociedad moderna se ve constantemente amenazado por la anomia, produciéndose una situación de «falta de hogar». Lo que importa es que los hombres y mujeres aprendan a vivir en el seno de esta sociedad capitalista y salven su humanidad. Para ello será preciso crear «estructuras de mediación», pequeñas organizaciones en las que sus miembros puedan conocerse unos a otros, tomen decisiones conjuntamente y ejerzan de manera personal una mediación mutua en la existencia de todos. Esas estructuras de mediación podrían ser las organizaciones religiosas, las asociaciones de vecinos y otras organizaciones voluntarias. Su objetivo: «Hemos de crear islotes de auténtica humanidad en medio de la sociedad capitalista y tecnocrática, que nos aporta los bienes materiales pero nos lleva a la ruptura social y cultural.»

Precisamente, el último libro de Francis FUKUYAMA lleva por título «Confianza: Las virtudes sociales y la creación de prosperidad» (Trust: The Social Virtues and The Creation of Prosperity, New York, 1995). Según podemos saber a través de una amplia reseña del mismo, en este libro el antiguo analista del departamento de Estado norteamericano reivindica la existencia de una sociedad civil saludable y dinámica como garantía de la vitalidad de las instituciones políticas y económicas liberales. «El asociacionismo no sólo es bueno para la política -asegura- sino también para la economía: las asociaciones inculcan el hábito de trabajar en equipo con facilidad y, por tanto, incrementan la productividad; hacen innecesarias las reglas rígidas y los complejos contratos legales. En pocas palabras, suavizan las fricciones del capitalismo» (El País, 02-09-95).

Frente a esta concepción del voluntariado, existe otra que promueve la creación de zonas liberadas en el seno de la sociedad actual.

«La socialdemocracia -escribe HABERMAS- se ha visto sorprendida por la específica lógica sistémica del poder estatal, del que creyó poder servirse como un instrumento neutral, para imponer, en términos de Estado social, la universalización de los derechos ciudadanos. No es el Estado social el que se ha revelado como una ilusión, sino la expectativa de poder poner en marcha con medios administrativos formas emancipadas de vida.»

En efecto, la historia nos ha enseñado, sobre todo en los últimos años, que no hay posibilidad alguna de animar «por decreto» propuestas emancipatorias. Estas propuestas, estas formas emancipadas de vida, sólo tienen sentido en la medida en que surgen de las posibilidades que la misma realidad ofrece.

Pero en demasiadas ocasiones las propuestas emancipatorias que surgen «de abajo» carecen de credibilidad. Se trata de propuestas que reducen la concienciación a la mera creación de mala conciencia, o que proponen modelos de vida y alternativas sociales objetivamente inasumibles. Por ello, es preciso mostrar en la práctica que hoy es el primer día de la larga vida que tiene por vivir el socialismo, que desde ahora mismo es posible, para la mayoría de las personas, empezar a vivir de otra manera.

José M. MARDONES utiliza una expresión que representa a la perfección lo que quiero indicar: zonas liberadas. Afirma MARDONES que la tarea que hoy nos desafía es la de crear «espacios verdes» en los que se ponga de manifiesto la posibilidad de otro estilo de vida; «nichos ecológicos» en los que pueda sembrarse y madurar una alternativa cultural y de valores a esta sociedad del tener: «Frente al carrerismo, la competitividad, el consumo, el afán de dinero, el exhibicionismo y la banalidad del yuppismo neoconservador, hay que presentar el atractivo de la vida sencilla, austera, centrada en el ser uno mismo radicalmente, en el encuentro con los otros y la solidaridad con los dolientes y menos favorecidos de nuestro tiempo.» Zonas liberadas en las que sea realmente posible hacer que florezca lo inédito viable de la realidad.

También, Max GALLO apuesta por la conservación, ampliación y creación de zonas al margen del mercado, de «islotes que escapen a las lógicas mercantiles», y André GORZ reivindica la expansión de «áreas liberadas del cálculo económico y las necesidades económicas inmanentes».

Se trata, en primer lugar, de dificultar la integración total en la lógica del mercado de todas las formas de actividad y de vida (GALLO, 1991), de hacer que la vida cotidiana se torne «engorrosa para la política» (RIECHMANN, 1991). Es, pues, una tarea de resistencia. Pero no puede quedarse ahí. Es al mismo tiempo una exigencia. Pero también,

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