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Psicologia


Enviado por   •  25 de Mayo de 2013  •  5.505 Palabras (23 Páginas)  •  322 Visitas

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En la actualidad, cuando una población es sacudida por un evento de excepción, para determinar y cuantificar sus causas y sus efectos existen organismos que realizan peritajes que ayudan a evaluar la magnitud de los daños materiales para definir y clasificar el tipo de evento del que se trata. Así mismo, los organismos de ayuda e intervención humanitaria definen a un evento de excepción según el tipo de lesiones, heridas y pérdidas humanas. En el lenguaje cotidiano, un evento de excepción se identifica como una catástrofe, un desastre o una hecatombe, ya sea natural o industrial, que genera daños y pérdidas irreparables. En este sentido, numerosas son las disciplinas que intervienen para definir a una catástrofe según sus consecuencias en la salud, bioquímicas, sociales, financieras, en el medio ambiente, etc. Por nuestra parte, por sus efectos post-traumáticos, consideramos de importancia definir desde la psicología a una catástrofe para comprender las secuelas que éstas pueden generar en las poblaciones que las padecen.

Catástrofe definición

Para comprender las secuelas psicológicas consecutivas a una catástrofe es necesario definir al evento mismo más allá de su connotación palpable de caos y destrucción. Las primeras contribuciones en este sentido fueron aportadas por la medicina de catástrofes en la década de los 80s, en donde se observó que una catástrofe podía ser considerada como un “acontecimiento de excepción que agrede la estabilidad emocional, psicológica y material del individuo”. En esta perspectiva de agresión psicológica y emocional, nos interesa aproximarnos hacia una definición de catástrofe en psicología que nos permita identificar los trastornos psicológicos que dé este tipo de acontecimientos pueden resultar. Para tal efecto, nos parece necesario partir del origen mismo de la noción de catástrofe.

Noción general de catástrofe

Actualmente el término catástrofe se utiliza para definir: “Una desgracia aterradora y violenta (sacudida, calamidad, cataclismo, golpe, desastre, drama, ruina, infortunio). Acontecimiento terrible ⇒ correr de la catástrofe, evitar la catástrofe; desastre, drama accidente, siniestro que causa la muerte de numerosas personas, catástrofe aérea, catástrofe natural”. En el mismo orden de ideas es un evento funesto, desgracia muy grave y por extensión pérdidas o ruina, que de ellas resultan y sacuden a una familia, comunidad o a un país. Por sus efectos devastadores, una catástrofe puede ser considerada como una situación extrema, ya que somete a las sociedades y a los individuos que la componen a un estado de urgencia. En efecto, cuando una parte de la sociedad sufre un daño severo, así como la pérdida de un porcentaje de su población, ya se habla de un estado de urgencia y la estructura social y administrativa queda seriamente dañada en su funcionamiento, impidiendo la realización de sus actividades esenciales.

En el Diccionario del medio ambiente del Instituto COMUVIR se indica que “en un estado de urgencia, la población está sumida en el desamparo y necesita protección, comida, prendas de vestir, refugios, asistencia médica, servicio social y de cualquier otra ayuda indispensable para la sobrevivencia”. Así, la catástrofe como situación extrema deja al individuo en circunstancias de potencial emocional intenso que le exige una respuesta de adaptación (Rivolier, 1992); es decir, un ajuste que el individuo vive como excesivo para sus capacidades de afrontamiento.

Esta interacción entre (a) una demanda que no es otra cosa que una evaluación personal de la situación y (b) la capacidad de enfrentarla, van a constituir precisamente lo que varios autores llaman el estrés. Para Noto (1989), la aparición de una catástrofe, cualquiera que sea su amplitud, va a implicar un “estrés circunstancial” en un gran número de individuos. Las situaciones extremas o de excepción están constituidas por un doble potencial de estrés: Por una parte, de un “estrés primario” inherente a las consecuencias inmediatas del siniestro (este estrés primario será la característica principal entre la población siniestrada). Y, por otra parte, de un “estrés secundario”, vinculado a las acciones que conviene emprender y que se observará principalmente entre los distintos cuerpos de rescate. De esta manera las repercusiones del estrés se manifestarán ya sea inmediatamente o en las horas y los días que siguen. Estas consecuencias serán padecidas por el individuo en forma individual y después por toda la población afectada. Para Noto, el estrés puede experimentarse a varios niveles, según la población vinculada al contexto. Las situaciones extremas tienen formas variadas. No pretenderemos ser exhaustivos ni dar cuenta de toda su complejidad; nuestro interés principal es referir la existencia o no de constantes en la dinámica de estas situaciones con el fin de definir distintas reacciones que ponen en juego formas particulares de adaptación o no-adaptación, las cuales constituyen una manera de supervivencia. De manera que si tenemos en cuenta la magnitud de la catástrofe, así como los recursos cognitivos de los cuales dispone la persona para enfrentarla, este tipo de situación extrema puede llegar a ser experimentada como un agente agresor, ya que amenaza la estabilidad del individuo.

La catástrofe como un agente agresor: Causa de psico-traumatismos

Para Rivolier (1994), la agresión que causa una catástrofe va a adquirir toda su importancia en la medida en que el individuo permanezca inmerso en una situación que lo sumerge más allá de su propia comprensión y preparación psíquica y emocional, causante de un traumatismo ligado al sufrimiento. En este sentido, es posible que la catástrofe pueda ser tenida en cuenta como un evento de fuerte potencial traumático. Por su parte Crocq (1999), señala que una catástrofe puede ser considerada como un evento traumático al ser un acontecimiento que ocurre una vez, en una fecha y en un lugar determinado, en la historia de una persona o de una sociedad. Así, por su significado y sus consecuencias, interpreta el resto de lo que pasó y de lo que ocurrirá en el curso de su historia. La catástrofe, como agente agresor, someterá al aparato psíquico a un conflicto. En esta experiencia la persona pondrá en juego distintas reacciones que darán lugar a un proceso cognitivo-comportamental. Este proceso permitirá que, en función de sus recursos (materiales, intelectuales, físicos, psíquicos y emocionales), el individuo pueda tener una respuesta más o menos adaptada. En efecto, en la medida en la que la persona disponga o no de los recursos necesarios para enfrentar la catástrofe, esta confrontación

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