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Pulciones De Vida Y De Muerte


Enviado por   •  14 de Febrero de 2014  •  6.343 Palabras (26 Páginas)  •  361 Visitas

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Pulsiones de vida y de muerte

El segundo dualismo pulsional que propone Freud, lo plantea en Más allá del principio del placer. En éste, distingue entrepulsiones de vida (o Eros) y pulsiones de muerte.

En las pulsiones de vida se unifican las pulsiones de autoconservación y las pulsiones sexuales. Éstas tienden a la unión y a la síntesis, a diferencia de las pulsiones de muerte, que tienden a la destrucción.

Los tres motivos por lo que introduce las pulsiones de muerte son:

Compulsión a la repetición de experiencias displacenteras: hay actitudes que se repiten más allá del placer, es decir que, aunque generen displacer, se siguen repitiendo.

Nociones de ambivalencia, agresividad, sadismo y masoquismo: la agresividad está en todo, aún en la consecución del placer. Por ejemplo, cuando uno come, arremete, ataca, pero a la vez satisface una función narcisista.

El odio: aquello que se rechaza es casi más primitivo que el amor. En la diferenciación del yo, se pasa por un yo de realidad inicial, un yo de placer purificado y un yo de realidad definitiva. En el segundo, el bebé se atribuye lo que le satisface y expulsa lo que le genera malestar. Esto no se podía deducir de las pulsiones sexuales.

Bibliografía:

Freud, S. (1920) Más allá del principio del placer en Obras Completas. Tomo XVIII. Amorrortu editores.

Laplanche, J. Diccionario de Psicoanálisis, Pulsión. Editorial Paidós.

Teorías de Freud: Pulsiones de Vida y Pulsión de Muerte: Freud consideró que todo el comportamiento humano estaba motivado por las pulsiones, las cuales no son más que las representaciones neurológicas de las

necesidades físicas. Al principio se refirió a ellas como pulsiones de vida. Estas pulsiones perpetúan (a) la vida del sujeto, motivándole a buscar comida

y agua y (b) la vida de la especie, motivándole a buscar sexo. La energía motivacional de estas pulsiones de vida, el “oomph” que impulsa nuestro psiquismo,

les llamó libido, a partir del latín significante de “yo deseo”.

La experiencia clínica de Freud le llevó a considerar el sexo como una necesidad mucho más importante que otras en la dinámica de la psiquis. Somos, después

de todo, criaturas sociales y el sexo es la mayor de las necesidades sociales. Pero, aunque debemos recordar que cuando Freud hablaba de sexo, hablaba

de mucho más que solo el coito, la libido se ha considerado como la pulsión sexual.

Más tarde en su vida, Freud empezó a creer que las pulsiones de vida no explicaban toda la historia. La libido es una cosa viviente; el principio de placer

nos mantiene en constante movimiento. Y la finalidad de todo este movimiento es lograr la quietud, estar satisfecho, estar en paz, no tener más necesidades.

Se podría decir que la meta de la vida, bajo este supuesto, es la muerte. Freud empezó a considerar que “debajo” o “a un lado” de las pulsiones de vida

había una pulsión de muerte. Empezó a defender la idea de que cada persona tiene una necesidad inconsciente de morir.

Parece una idea extraña en principio, y desde luego fue rechazada por muchos de sus estudiantes, pero creemos que tiene cierta base en la experiencia: la

vida puede ser un proceso bastante doloroso y agotador. Para la gran mayoría de las personas existe más dolor que placer, algo, por cierto, que nos cuesta

trabajo admitir. La muerte promete la liberación del conflicto.

Freud se refirió a esto como el principio de Nirvana. Nirvana es una idea budista usualmente traducida como “Cielo”, aunque su significado literal es “soplido

que agota”, como cuando la llama de una vela se apaga suavemente por un soplido. Se refiere a la no-existencia, a la nada, al vacío; lo que constituye

la meta de toda vida en la filosofía budista.

La evidencia cotidiana de la pulsión de muerte y su principio de nirvana está en nuestro deseo de paz, de escapar a la estimulación, en nuestra atracción

por el alcohol y los narcóticos, en nuestra propensión a actividades de aislamiento, como cuando nos perdemos en un libro o una película y en nuestra apetencia

por el descanso y el sueño. En ocasiones esta pulsión se representa de forma más directa como el suicidio y los deseos de suicidio. Y en otros momentos,

tal y como Freud decía, en la agresión, crueldad, asesinato y destructividad.

Freud designa a las pulsiones de muerte como la categoría fundamental de pulsiones que se opone a las pulsiones de vida, con el fin de reducir completamente las tensiones, o sea, volver al individuo vivo al estado inorgánico de quietud y reposo.

Estas pulsiones de muerte se orientan en un primer momento hacia el interior del sujeto e intentan destruirlo, y en segundo lugar, se manifestarían exteriormente en forma de agresión destructiva.

Esta hipótesis especulativa de Freud es una de las más controvertidas de su teoría, que para justificarla sería necesario relacionarla con la evolución de su doctrina para llegar a descubrir su necesidad.

La tesis de Freud con referencia a la pulsión de muerte, representa la orientación de todo ser viviente a retornar al estado inorgánico, si se admite que un ser vivo aparece después de lo no vivo; y desde esta perspectiva, cada ser vivo deja de existir necesariamente por causas internas.

La misión de la libido es hacer inofensiva a esta pulsión, derivándola hacia los objetos del mundo exterior, como pulsión destructiva, pulsión de dominio o voluntad de poder.

Una parte de esta pulsión desempeña un rol importante en la función sexual, por ejemplo en el sadismo y otra parte queda ligada en el organismo, como en el masoquismo erógeno originario.

Freud describe en el desarrollo de la libido, la combinación de la pulsión de vida y la pulsión de muerte, en su forma sádica y masoquista.

Uno de los motivos que llevaron a Freud a establecer la existencia de una pulsión de muerte fue considerar los fenómenos de repetición que se observa en los pacientes, que no se pueden reducir a la búsqueda del placer de la libido o al intento de controlar las experiencias no placenteras.

Otro de los motivos es la importancia de la ambivalencia, tal como se observa en la neurosis obsesiva y en la melancolía. El odio no proviene de la vida sexual sino de la lucha del yo para su afirmación y conservación. El odio es la relación de objeto más antigua que el amor.

Las pulsiones contrarias son las fuerzas que se enfrentan en el conflicto intra-psíquico.

Freud insistió en mantener esta tesis de la pulsión de muerte porque los hechos muestran que aún en los casos de mayor furia destructiva y ciega, puede coexistir una satisfacción de la libido.

La noción de pulsión de muerte, además de tener importancia teórica para Freud, se lo sugieren hechos muy precisos que tienen valor en la clínica y en la cura, como las manifestaciones del masoquismo, la reacción terapéutica negativa y el sentimiento de culpa de los neuróticos, que hace difícil creer que el funcionamiento psíquico depende sólo de la tendencia al placer.

La oposición entre las dos pulsiones fundamentales, de vida y de muerte, se relaciona con los procesos de asimilación y desasimilación, que desembocarían en el par antitético, que prevalece en el reino inorgánico, de atracción y repulsión.

Lo que intenta designar Freud como pulsión de muerte es su elemento fundamental que es la tendencia a retornar al estado anterior de reposo absoluto de lo inorgánico.

Freud afirma que el principio del placer representa las exigencias de la libido y parece estar al servicio de las pulsiones de muerte; y lo distingue del principio de nirvana que es el que permite reducir las tensiones a cero y que estaría enteramente al servicio de las pulsiones de muerte.

La sexualidad representa un principio de cohesión, es la ligazón; y la meta es crear unidades cada vez mayores y mantenerlas, en tanto que el fin de la pulsión destructiva es lo contrario, disolver y destruir las cosas.

Las pulsiones de vida, también designadas como Eros, incluyen tanto las pulsiones sexuales como las pulsiones de autoconservación.

Fuente: “Diccionario de Psicoanálisis” de Laplanche y Pontalis, Editorial Labor, 1971

La Teoría de las Pulsiones surge de la segunda hipótesis y se inserta en lo que Freud llamó "Metapsicología", en el punto de vista económico, constituyéndose en el nivel más alto de abstracción.

El énfasis de esta monografía está ubicado en la Pulsión de Muerte (resultante del último dualismo pulsional, postulado por Freud), pero ya en 1.905, en la obra "Tres Ensayos de Teoría Sexual", se encuentra como antecedente la manifestación del Sadismo y su opuesto el Masoquismo, siendo considerados como la inclinación a inflingir dolor al objeto sexual. El sadismo en este artículo tiene tres acepciones:

1)- Responde a un componente agresivo de la pulsión sexual, que se ha vuelto autónomo y elevado por desplazamiento al papel principal.

2)- Inclinación a dominar el objeto sexual para vencer su resistencia.

3)- Fluctúa entre la actitud meramente activa (violenta) hacia el objeto sexual, hasta el sometimiento, inflingiendo malos tratos a éste como condición única de la satisfacción: perversión.

Se puede considerar al sadismo como "activo" y de manera similar el masoquismo abarca las actitudes "pasivas" hacia la vida y el objeto sexual, donde la satisfacción se encuentra en el hecho de padecer dolor (físico o anímico) infligido por el objeto sexual.

En cuanto perversión, el masoquismo se aleja de la meta sexual normal más que el sadismo: siendo éste primario, originario; en tanto el masoquismo secundario; (nace por transformación a partir del sadismo). El masoquismo es una prosecución del sadismo vuelto hacia la propia persona, la cual en un principio hace de objeto sexual. Tanto el sadismo como el masoquismo van juntos en la misma persona; así como se goza con el dolor propio, también se goza con el dolor del otro. Una persona sádica es al mismo tiempo masoquista, aunque uno de los dos aspectos de la perversión puede haberse desarrollado con más fuerza.

En la historia de la cultura humana, se observa que crueldad y pulsión sexual se copertenecen, asegurando la existencia de un componente agresivo de la libido.

Entre los formadores de síntomas de la psiconeurosis, desempeñan un papel importante las pulsiones parciales que generalmente se presentan en pares de opuestos como promotoras de nuevas metas sexuales: la pulsión de ver y de exhibir, la pulsión de crueldad activa (sadismo) y pasiva (masoquismo). Por medio de este enlace de la libido con la crueldad se produce la mudanza del amor en odio característica de las neurosis.

Se debe admitir también que la vida sexual infantil, muestra componentes que desde el comienzo envuelve a otras personas como objeto sexual. De esta índole son las pulsiones de ver y de exhibirse y de la crueldad activa y pasiva que aparecen con cierta independencia respecto de las zonas erógenas, que imperan la sexualidad infantil y sólo más tarde entran en estrecha relación con la vida sexual.

La crueldad es totalmente natural en el carácter infantil, ya que hay que tener en cuenta que la inhibición de la pulsión de apoderamiento, la capacidad de compasión ante el dolor del otro, se desarrolla relativamente tarde. De esta manera se supone que la moción cruel proviene de la pulsión de apoderamiento y emerge en la vida sexual en una época en que los genitales no han asumido el papel que desempeñarán después.

Si a esa tierna edad los niños son espectadores del comercio sexual entre adultos, no puede menos que concebirse el acto sexual como un maltrato en sentido sádico. Esto contribuye mucho a la disposición para un posterior desplazamiento sádico de la meta sexual.

Una de las raíces de la pulsión sádica puede reconocerse en la promoción de la excitación sexual por medio de la actividad muscular.

Ya en 1.915, en su artículo "Pulsión y Destinos de Pulsión", Freud, continúa manteniendo el mismo concepto de pulsión que en "Tres Ensayos de Teoría Sexual", aquí le agrega una característica más a la pulsión que pasa a estar constituida por una meta, un objeto, una fuente y ahora posee un esfuerzo; ya se sabe que en el yo también hay libido (energía sexual), y sigue en

pie el primer dualismo pulsional, formado por pulsiones yoicas o de autoconservación y pulsiones sexuales.

En este texto, Freud, aplica la "Teoría del Narcisismo" al esquema pulsional; afirmando que todas las pulsiones son al principio autoeróticas, exceptuando dos pares de opuestos que necesitan de un objeto externo, entre éstos se encuentra el par "sadismo-masoquismo".

Freud, menciona cuatro defensas o destinos de las pulsiones; éstos son:

1)- Sublimación.

2)- Represión.

3)- El trastorno hacia lo contrario.

4)- La vuelta hacia la propia persona.

El trastorno hacia lo contrario se resuelve en dos procesos:

a)- La vuelta de una pulsión de la actividad a la pasividad (ej. sadismo-masoquismo), aquí el trastorno lo sufre la meta de la pulsión.

b)- El trastorno en cuanto al contenido que se observa en la mudanza del amor en odio.

En cuanto al otro de los destinos relevantes al tema; la vuelta hacia la persona propia se lo comprende si se piensa que el masoquismo es el sadismo vuelto hacia el yo. Aquí se produce un cambio de vía de objeto, manteniéndose la meta inalterada.

En cuanto al par de opuestos "sadismo-masoquismo", el proceso se presenta de la siguiente manera:

a)- El sadismo es una acción violenta, afirmación de poder, necesidad de dominio dirigida a otra persona como objeto.

b)- El objeto es resignado y sustituido por la propia persona; al volver el sadismo a la propia persona también se muda la meta activa en pasiva.

c)- Se busca un nuevo objeto que toma el papel activo del sadismo. Aquí se presenta el masoquismo, donde la satisfacción se obtiene por el camino del sadismo originario, en cuanto el yo pasivo se traslada a su opuesto anterior, que ahora se deja al sujeto ajeno. No hay masoquismo que no se engendre del sadismo.

La concepción del sadismo es deteriorada por la acción-meta muy especial que parece seguir, junto a la humillación y al apoderamiento, se persigue el inflingir dolor, que no desempeña ningún papel entre las acciones metas originarias de la pulsión. El niño sádico no toma en cuenta el inflingir dolores, ni se lo propone, pero una vez que se trasmudó al masoquismo, los dolores sirven para proporcionar una meta masoquista pasiva entonces las sensaciones de dolor desborda la excitación sexual y producen placer; luego puede seguir la meta sádica de inflingir dolores en otro. El sujeto los goza de igual manera masoquista al identificarse con el objeto que sufre.

Hay que tener en cuenta que en ambos casos, no se goza del dolor mismo, sino del placer, de la excitación sexual que lo acompaña. El gozar del dolor sería una meta originariamente masoquista, pero que sólo puede devenir meta pulsional en quien es originariamente sádico (se continúa afirmando el sadismo primario y el masoquismo secundario).

En cuanto al otro destino importante que sufre la pulsión, el trastorno hacia lo contrario, se lo, puede observar en la mudanza del amor en odio. El vínculo más íntimo une estos dos sentimientos opuestos con la vida sexual, aunque es difícil concebir el amar como si fuera una pulsión parcial de la sexualidad entre otras, se querría percibir en el amar la expresión de la sexualidad como un todo.

El amar es susceptible de tres opciones:

1)- amar - odiar

2)- amar - ser amado

3)- amar y odiar - indiferencia

La segunda opción, amar - ser amado, se corresponde con la vuelta de actividad a la pasividad. La meta activa es el "amar" y la pasiva es el "ser amado", ésta última se aproxima al Narcisismo.

La vida anímica está gobernada por tres polaridades:

1)- Sujeto (yo) - Objeto (mundo externo)

2)- Placer - Displacer

3)- Actividad - Pasividad

Las tres polaridades se relacionan recíprocamente, hay una situación psíquica originaria en que dos de ellas coinciden: el yo se encuentra originariamente investido y también es capaz de satisfacer sus pulsiones en sí mismo. Esto es narcisismo, donde el mundo exterior no está investido y es indiferente para la satisfacción. El yo es autoerótico y no necesita del mundo exterior, aunque igualmente recibe objetos de él por medio de la pulsión de autoconservación, sintiendo por determinados momentos displacer a ciertos estímulos internos.

Ahora bien, el "Principio del Placer", recoge los objetos que son fuentes de placer y los introyecta, librándose de los que producen displacer proyectándolos (hacia afuera del yo). Así se forma una coincidencia entre dos polaridades:

* Yo - Sujeto coincide con el placer.

* Mundo externo coincide con el displacer.

Así como el objeto es aportado por el mundo exterior, el odiar también puede ser una relación hacia ese mundo exterior proveedor de estímulos.

La indiferencia se subordina al odio, después de haber emergido como su precursora. El objeto, lo odiado, han sido idénticos al principio, pero si luego el objeto produce placer entonces es amado, incorporándose al yo; coincidiendo para el yo-placer el objeto con lo ajeno y lo odiado.

Cuando el objeto es fuente de displacer, es odiado y este odio puede aumentarse inclinándose a agredir al objeto con el propósito de aniquilarlo.

Se revela así que los vínculos de amor y de odio no son aplicables a las relaciones de las pulsiones con sus objetos, sino a las relaciones del yo con sus objetos.

Los legítimos modelos de la relación de odio no provienen de la vida sexual, sino de la lucha del yo por conservarse y afirmarse.

Amor y odio no mantienen una relación simple entre sí, ya que cada uno tiene orígenes diversos y ha recorrido su propio desarrollo.

El amor proviene de la capacidad del yo para satisfacer autoeróticamente una parte de las mociones pulsionales, es originariamente narcisista, después pasan a los objetos que se incorporaron al yo en cuanto son fuentes de placer, enlazándose íntimamente con el que hacer de las posteriores pulsiones sexuales y coincidiendo con la aspiración sexual total.

El odio es más antiguo que el amor, brota de el rechazo que el yo narcisista opone al mundo exterior que lo llenan de estímulos displacenteros.

La historia de la génesis y de los vínculos del amor, permite comprender que a menudo se muestra ambivalente hacia el mismo objeto.

El odio mezclado con el amor, proviene de las etapas previas del amar no superadas completamente y por reacción repulsiva de las pulsiones yoicas. Cuando el vínculo de amor con un objeto determinado se interrumpe, no es raro que lo reemplace el odio, pero el odio es reforzado por la regresión del amar a la etapa sádica previa, entonces el odiar adquiere un carácter erótico garantizando la continuidad de un vínculo de amor.

Hasta 1.920, Freud sostenía que el Aparato Anímico funciona regido por el Principio del Placer, quien se encarga de mantenerlo libre de exceso de excitación, evitando así el displacer; pero en su obra "Más allá del Principio del Placer" , encuentra tres situaciones donde este principio no domina, estando restringido, éstas son:

a)- El principio del placer es reemplazado por el principio de realidad que exige postergar la satisfacción y tolerar provisionalmente el displacer.

b)- Durante el desarrollo del yo, surgen conflictos y escisiones donde ciertas pulsiones se muestran inconciliables con las restantes, entonces se reprimen, pero si luego alcanzan la conciencia, son sentidas por el yo como displacenteras.

c)- Displacer de percepción, que puede ser:

* percepción de una pulsión insatisfecha.

* percepción exterior penosa en sí misma.

* percepción con expectativas displacenteras.

En el modo de trabajo del Aparato anímico, en una de sus prácticas normales más tempranas como es el juego infantil, se recibe la impresión de que el niño convirtió en juego una vivencia real a raíz de otro motivo. Se advierte que los niño repiten en el juego todo cuanto les ha hecho gran impresión en la vida, así abreaccionan la intensidad de la impresión y se adueñan de la situación.

En la vivencia, el niño era pasivo, era afectado por ella; en el juego se pone en un papel activo repitiéndola aunque fue displacentera.

También se observa que el carácter displacentero de la vivencia no siempre la vuelve inutilizable para el juego.

Si el doctor examina la garganta del niño, ésta vivencia horrible será el contenido del próximo juego. En cuanto el niño cambia la pasividad del vivenciar por la actividad del jugar, inflige a un amigo lo desagradable que él mismo tuvo que vivir.

Así se confirma que aún bajo el imperio del Principio del Placer existen suficientes medios y vías para convertir en objeto de recuerdo y elaboración anímica lo que en sí mismo es displacentero.

Por otro lado, el enfermo puede no recordar todo lo que hay en él de reprimido, más bien se ve forzado a repetir lo reprimido como vivencia presente (en lugar de recordarlo). Freud agrega aquí una quinta característica a las pulsiones que es el carácter repetitivo de las mismas. Lo que la "compulsión a la repetición" hace revivenciar provoca displacer para un sistema del Aparato Anímico y al mismo tiempo placer para otro sistema.

Lo asombroso es que la compulsión a la repetición devuelve también vivencias pasadas que no contienen posibilidad de placer porque tampoco en el momento vivido pudieron ser satisfechas.

Las exteriorizaciones de una compulsión a la repetición, muestran en alto grado un carácter pulsional donde se encuentra una oposición al Principio del Placer, por ejemplo en el caso del juego infantil se advierte que el niño repite la vivencia displacentera, porque así consigue un dominio sobre la impresión intensa mucho más radical que el que era posible en el vivenciar pasivo. La compulsión a la repetición aparece como más originaria, más elemental, más pulsional, que el Principio del Placer que ella destrona.

Una pulsión es entonces un esfuerzo inherente a lo orgánico vivo, de reproducción de un estado anterior que lo vivo debió resignar bajo el influjo de fuerzas perturbadoras externas. La pulsión adquiere así, la expresión de la naturaleza conservadora del ser vivo.

Las pulsiones orgánicas conservadoras han regido con variación impuesta en su curso vital, preservándolas en la repetición, empeñándose por alcanzar una vieja meta.

Ahora bien, se contradiría la naturaleza conservadora de las pulsiones, el que la meta de la vida fuera alcanzar un estado nunca alcanzado antes. Ha de ser más bien un estado antiguo, inicial, que lo vivo abandonó una vez y al que aspira regresar por todos los rodeos de la evolución. Todo lo vivo muere, regresa a lo inorgánico por razones internas, entonces la meta de toda vida es la muerte, lo inanimado estuvo antes que lo vivo.

Tan extraño es que el estatuto de las pulsiones de autoconservación presentan notable oposición con el presupuesto de la vida pulsional en su conjunto, sirviendo a la provocación de la muerte.

Entonces todo organismo muere por una pulsión interna (pulsión de muerte),no es necesario que nos ataquen desde afuera para morir. Aquí queda unida la pulsión de autoconservación con la pulsión de muerte, modificándose el primer dualismo pulsional, donde las pulsiones yoicas o de autoconservación se esfuerzan en el sentido de la muerte y las pulsiones sexuales en el de la vida.

También, Freud, observa que en el yo hay libido, expresión de la pulsón sexual (Teoría del Narcisismo), entonces más confuso y oscuro se torna el tema.

La teoría pulsional es dualista, ya que por un lado se reconoce la existencia de las pulsiones sexuales y por otro el de las pulsiones yoicas libidinosas.

El propio amor de objeto enseña una segunda polaridad entre amor (ternura) y odio (agresión), y desde siempre se ha reconocido un componente sádico en la pulsión sexual que puede volverse autónomo y gobernar la aspiración sexual íntegra de la persona (perversión), destacándose también como pulsión parcial dominante en una de las etapas de la organización pre - genital (sádico - anal). Entonces se supone la existencia de un Eros conservador de la vida, con una pulsión sádica que apunta a dañar el objeto.

El sadismo es una pulsión de muerte apartada del yo por el esfuerzo y la influencia de la libido narcisista (por la libido que hay en el yo), después entra alservicio de la función sexual, en el estadio de la organización oral de la libido; más tarde se separa, en la etapa del primado genital, regido por el fin de la reproducción, la función de dominar el objeto sexual en la medida en que lo exige la ejecución del acto genésico. El sadismo esforzado a salir del yo ha enseñado el camino a los componentes libidinosos de la pulsión sexual, que se esfuerzan en apoderarse del objeto sexual.

Ahora bien, una vuelta de la pulsión desde el objeto hacia el yo es en principio, la vuelta desde el yo hacia el objeto. El masoquismo, la vuelta de la pulsión hacia el yo propio, sería entonces una regresión.

"Acá se produce una modificación en la teoría, ya que el masoquismo pasa a ser primario, quedando el sadismo secundario".

La investigación biológica, enseña que la unión de dos individuos sin división subsiguiente a su separación, produce un efecto fortalecedor y rejuvenecedor en ambos. Esto armoniza con el supuesto de que el proceso vital del individuo, lleva por razones internas a la nivelación de las tensiones químicas (la muerte), mientras que la unión con una sustancia viva que conforme un individuo diferente aumenta estas tensiones, introduciendo nuevas diferenciaciones vitales (la vida).

Entonces, si se ha dicho que la tendencia dominante de la vida anímica es la de mantener constante, rebajar o suprimir la tensión interna, de lo cual es expresión el Principio del Placer, esto constituye un fuerte motivo para creer en la existencia de una "pulsión de muerte", y que parece realizar su trabajo en forma inadvertida, contando con el Principio del Placer a su servicio, que se caracteriza por montar guardia ante los aumentos de estímulos procedentes del interior, que apuntan a complicar la tarea del vivir. "La pulsión siempre intenta restablecer un estado anterior".

En este momento de la Teoría de las Pulsiones, queda ligado el Principio del Placer al servicio de la Pulsión de Muerte; aunque Freud asegura estar dando el tercer y gran paso en su teoría, es conciente de este absurdo que lo resuelve en 1.924, en su obra "El problema económico del masoquismo".

Podemos distinguir claramente las dos clases de pulsiones que dominan nuestra vida anímica; por un lado, la pulsión de vida o Eros y por otro, la pulsión de muerte, con el sadismo como su representante.

Ahora bien estas dos pulsiones se ligan, se mezclan entre sí en gran escala y de manera regular. Se puede decir entonces que una pulsión neutraliza a la otra, y como consecuencia de la unión de los organismos elementales en seres vivos, se habría conseguido neutralizar la pulsión de muerte y desviarla hacia el mundo exterior por medio de un órgano particular (la musculatura), exteriorizando dicha pulsión como la pulsión de destrucción. Esto es representativo de una mezcla o fusión pulsional.

Los componentes sádicos normales de la pulsión sexual, también son un ejemplo de mezcla pulsional al servicio de un fin, pero el sadismo, devenido como perversión, es el modelo de una desmezcla pulsional. Es muy importante poder encontrar en la pulsión de destrucción, a la que el odio marca su camino, un subrogado de la pulsión de muerte, podemos decir que en este sentido, la pulsión de muerte está al servicio del Eros, ya que si no se produce una descarga llevaría a la muerte del ser vivo.

Hay que tener en cuenta que las mociones pulsionales se estudian ya que se revelan como retoños del Eros, sería muy difícil sostener la existencia de otra pulsión que se opone, entonces se impone la impresión de que las pulsiones de muerte son mudas, esencialmente, ya que trabajan en silencio, sólo se las observa por los efectos que producen.

Luego de observar y dar a conocer la importancia y características de los proceso de fusión y defusión pulsional en 1.923, en la obra "El yo y el ello", específicamente en el capítulo IV, correspondiente a "Las dos clases de pulsiones". Freud resuelve el problema planteado en 1.920, a cerca de la coincidencia entre los principios que rigen la vida anímica y las pulsiones en 1.924, en su obra "El problema económico del masoquismo". Hay que recordar que hasta este momento el Principio del Placer - Displacer era idéntico al Principio de Nirvana, pero aquí Freud se da cuenta que es indudable que existen tensiones placenteras y distensiones displacenteras, por ejemplo: el estado de excitación sexual, donde hay un incremento placentero de estímulo.

Entonces, placer y displacer no pueden ser referidos al aumento o disminución de una cantidad de tensión de estímulos. Esto pareciera no depender de este factor cuantitativo, sino de un carácter cualitativo.

Hay que advertir que el Principio de Nirvana, súbdito de la pulsión de muerte, ha experimentado en el ser vivo una modificación por la cual devino Principio de Placer, entonces se debe evitar considerar a esos dos principios como uno solo. El Principio de nirvana expresa la tendencia de la pulsión de muerte; el Principio del Placer subroga la exigencia de la libido, y el Principio de Realidad, el influjo del mundo externo.

El masoquismo se observa en tres figuras:

• Como una condición a la que se sujeta la excitación sexual (erógeno).

• Como una expresión de la naturaleza femenina (femenino).

• Como una norma de la conducta en la vida (moral)

El masoquismo erógeno es placer por recibir dolor. El masoquismo moral es sentido como un sentimiento de culpa. En cuanto al masoquismo femenino, la observación se aprecia en las fantasías de personas masoquistas que: o desembocan en el acto onanista o figuran por sí solas la satisfacción sexual. En ambos casos el contenido manifiesto es el mismo: ser maltratado de cualquier modo.

La interpretación más inmediata es que el masoquista quiere ser tratado como un niño pequeño, desvalido y dependiente. Aún en casos más ricos el masoquista se pone en situaciones características de la feminidad, como por ejemplo: ser castrado, ser poseído sexualmente o parir.

El masoquismo femenino se basa en el masoquismo erógeno.

En el ser vivo, la libido se enfrenta con la pulsión de muerte que impera dentro de él, queriendo desgarrarlo y llevarlo a la condición de estabilidad inorgánica. La tarea de la libido es volver inocua esta pulsión destructora desviándola, en parte, hacia el mundo exterior (pulsión de destrucción, de apoderamiento, de poder). Un sector de ésta es puesto al servicio de la función sexual: el sadismo, propiamente dicho, pero otro sector no obedece este traslado permaneciendo en el interior del organismo ligado libidinosamente: masoquismo erógeno, originario.

En cuanto a los caminos y los medios por los que pueda consumarse este dominio de la pulsión de muerte por la libido, se produce una mezcla de proporciones variables, entre las dos clases de pulsiones.

Puede decirse que la pulsión de muerte actuante en el organismo es idéntica al masoquismo, no es sorprendente que el sadismo proyectado pueda bajo ciertas condiciones ser introyectado de nuevo, regresando así a su situación anterior. En tal caso da por resultado el masoquismo secundario, que viene a agregarse al originario.

El masoquismo erógeno acompaña a la libido en todas sus fases de desarrollo, tomándole prestados todos sus revestimientos psíquicos:

* La angustia de ser devorado, proviene de la organización oral.

* El deseo de ser golpeado, proviene de la fase sádico - anal.

El masoquismo moral es notable por haber aflojado su vínculo con la sexualidad. En general todo padecer masoquista tiene por condición partir de una persona amada y ser tolerado por orden de ella; esto desaparece en el masoquismo moral, donde lo que importa es el padecer como tal sin interesar la persona que inflija dicho padecimiento. En todo masoquismo hay un

componente erótico; en el moral también.

En la clínica, se puede observar que hay pacientes cuyo comportamiento frente a los influjos de la cura, demuestran un sentimiento de culpa "inconciente". Ahora bien, en lugar de la denominación: "sentimiento inconciente de culpa" se prefiere hablar de "necesidad de castigo".

Pero si se estudia detenidamente la diferencia entre la continuación inconciente de la moral y el masoquismo moral. En el primero el acento recae sobre el sadismo acrecentado del superyó , al cual el yo se somete; en el segundo sobre el genuino masoquismo del yo, quien pide castigo. En ambos casos se trata de una relación entre el yo y el superyó, cuya necesidad se satisface mediante castigo y padecimiento.

Para provocar el castigo, el masoquista hace cosas inapropiada en contra de su beneficios, destruyendo las perspectivas que se le abren en el mundo real aniquilando su propia existencia.

La reversión del sadismo hacia la propia persona sucede a raíz de la sofocación cultural de las pulsiones donde la persona se abstiene de aplicar en su vida componentes pusionales destructivos, entonces esta parte de la pulsión destructiva sale a la luz como un acrecentamiento del masoquismo en el yo.

El sadismo del superyó y el masoquismo del yo se complementan uno al otro y se aúnan para provocar las mismas consecuencias. Sólo así se comprenden que la sofocación de las pulsiones resulta un sentimiento de culpa y que la conciencia moral se vuelve más severa cuanto más se abstiene la persona de agredir a los demás: el reclamo ético es lo primario y la renuncia de lo pulsional su consecuencia. En realidad, la primera renuncia de lo pulsional es producida por poderes exteriores, siendo ella la creadora de la eticidad que se expresa en la conciencia moral reclamando nuevas renuncias pulsionales.

El masoquismo moral es el testimonio clásico de una mezcla pulsional, su peligro se debe a que desciende de la pulsión de muerte que corresponde al sector que se ha sustraído a su vuelta hacia fuera como pulsión de destrucción.

Entonces se confirma que la culpa viene de la pulsión de muerte, de un superyó muy fuerte, rígido, severo, donde la tensión es producida entre el yo y el superyó, considerando que antes de 1923, el superyó se formaba por la identificación con los padres al producirse el "Sepultamiento del Complejo de Edipo", ahora el superyó depende de la pulsión de muerte y de las características de los padres teñidos con dicha pulsión, introyectándoselos de esa manera, entonces realmente como son los padres es algo muy relativo para la formación del superyó.

En 1929, Freud, hace los últimos aportes al concepto de pulsión de muerte, en su obra llamada: "El malestar en la cultura".

La cultura exige otros sacrificios, además de la satisfacción sexual. El ser humano no es un ser manso, amable, sino que posee en su dotación pulsional una buena cantidad de agresividad. En consecuencia, el prójimo no es un posible auxiliar y objetos sexual, sino una tentación para satisfacer en él la agresión.

Esta inclinación agresiva que se puede registrar en cada uno de nosotros es el factor que perturba el vínculo con el prójimo y compele a la cultura quien tiene que poner límites a las pulsiones agresivas de los seres humanos, para detener mediante formaciones psíquicas sus exteriorizaciones. Pero aún no se han alcanzado grandes logros. La cultura espera prevenir los excesos agresivos adoptando el derecho de ejercer ella misma la violencia sobre los criminales pero la ley no alcanza a las exteriorizaciones más cautelosas de la agresión humana.

Una de las pulsiones de objeto, la sádica, se destaca por que su meta no es precisamente amorosa, y no puede ocultar su estrecho vínculo con pulsiones de apoderamiento sin propósito libidinoso. A pesar de todo es evidente que el sadismo pertenece a la vida sexual, pues el juego cruel puede sustituir a juego tierno.

Tanto en sadismo como en masoquismo se han visto las exteriorizaciones de la pulsión de destrucción, dirigida hacia afuera y hacia adentro manteniendo una unión fuerte de tipo erótica. Pero no se puede pasar por alto la ubicuidad de la agresión y de la destrucción no eróticas, y su posición en la vida.

El nombre de libido puede aplicarse a las exteriorizaciones del Eros con el fin de separarlas de la energía de la pulsión de muerte. En el sadismo, ella tuerce a su favor la meta erótica, aunque satisface la aspiración sexual, se obtiene la más clara visión de su naturaleza y de su vínculo con el Eros. Pero aún donde emerge sin propósito sexual, es imposible desconocer que su satisfacción se enlaza con un goce narcisista muy alto. Inhibida en su meta, la pulsión de destrucción, dirigida a los objetos, se ve forzada a procurar al yo la satisfacción de sus necesidades vitales y el dominio sobre la naturaleza.

La inclinación agresiva es una disposición pulsional autónoma, originaria, del ser humano, donde la cultura encuentra su obstáculo más poderoso. La cultura sería un proceso al servicio del Eros, que quiere reunir a los individuos aislados en una gran unidad: la humanidad. Ahora bien, a esto se opone la pulsión agresiva natural de los seres humanos que es el retoño y el principal subrogado de la pulsión de muerte.

3. Conclusión

En este trabajo se ha enfatizado a cerca de la Pulsión de Muerte, postulada por Freud en 1.920, siendo en su momento una idea muy discutida por sus discípulos. Aunque Freud, venía hablando de dicha pulsión desde 1.905, en "Tres Ensayos de Teoría Sexual", donde hace su primer análisis extenso del sadismo, que aparece como una de las "Pulsiones Parciales" de la Pulsión Sexual. Sin embargo en el segundo ensayo, Freud, reconoce la independencia primitiva de las mociones agresivas, siendo éstas independientes de la sexualidad, pero entran en conexión tempranamente: la moción cruel proviene de la pulsión de apoderamiento.

Hasta que Freud no estableció la hipótesis de una "Pulsión de Muerte", no se aclaró una pulsión agresiva verdaderamente independiente, "Más allá del Principio del Placer"; aunque acá se le produce un conflicto entre los principios que rigen la vida anímica y las pulsiones que forman parten del segundo dualismo postulado en esta obra: pulsión de vida y pulsión de muerte.

Recién en 1.924, se le aclara el panorama teórico, a Freud, con respecto al tema, donde da por cierta la existencia de un masoquismo primario, basándose en la fusión y defusión de las dos clases de pulsión, publicado un año antes: "El yo y el ello" (1.923), quedando afirmado definitivamente en 1.930, en la obra llamada "El malestar en la cultura", cuyo interés sobrepasa considerablemente a la Sociología.

Se debe destacar que la postulación de la pulsión de muerte, permitió entender muchos acontecimientos que sucedían en el ámbito clínico, como ser : la existencia de una pulsión sádica, una pulsión masoquista y las llamadas " Reacciones Terapéuticas Negativas" (R.T.N.).

Aunque en su primer momento esta pulsión fue discutida y muy poco creída o aceptada por todos, quedó firmemente consolidada tanto en la Teoría de Freud como en sus seguidores; tal es el caso de las dos grandes líneas pos freudianas, encabezadas por Melanie Klein, por un lado y Jaques Lacán, por otro, quienes desde su punto de vista adoptan la existencia de dicha pulsión.

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