Que Es El Hombre
tanksnoopdogg22 de Enero de 2014
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¿Qué es el hombre?
El hombre buscador de la libertad
Cuando intentamos profundizar sobre un modelo humano reciente, muy habitual a final del siglo XX, la imagen que ilustra refleja una sociedad desorientada, perpleja, desengañada, escéptica, que va a la deriva pero orgullosamente, radiante de caminar hacia atrás, a un cierto galope deshumanizado. Siempre se ha dicho que al final de una civilización se pueden observar hechos de esta naturaleza, como por ejemplo, un ser humano venido a menos, degradado, sin lealtades fijas, que ha idolatrado lo menos humano que hay en su interior, que es capaz de pensar que todo es negociable; incluso lo inalcanzable. Animalizar al hombre en aras de no sé qué libertad es uno de los mayores engaños que éste puede sufrir, porque así se favorece un tipo de conducta que escandaliza y funciona como botón de muestra de la evolución de la sociedad. Precisamente, el hombre es libre porque no es un animal, porque puede tomar distancia de sus instintos más primarios y elevarse de nivel, aspirando a no quedar determinado por su naturaleza. En Antígona, de Sófocles, uno de los personajes principales dice: “Muchas cosas grandiosas viven, pero nada aventaja al hombre en majestad”. La pieza clave para entender al ser humano es la libertad. La célebre frase de Lenin, “¿Libertad para qué?”, tiene para mí una clara y contundente respuesta: libertad para aspirar a lo mejor, para apuntar hacia el bien, para buscar todo lo grande, noble y hermoso que hay en la vida humana. Dicho en otros términos: ser hombre es amar la verdad y la libertad. Hoy a muchos no les interesa para nada la verdad, ya que cada uno se fabrica la suya propia, subjetiva, particular, sesgada según sus preferencias, escogiendo lo que le gusta y rechazando lo que no le apetece. Una verdad a la carta, sin que implique compromiso existencial, como una pieza más o menos estética, pero sin implicaciones personales.
Si no existe interés por la verdad, la libertad perderá peso y, como máximo, servirá para moverse con soltura, pero sin importar demasiado su contenido. Sin embargo, el contenido de la libertad justifica una vida, retrata una trayectoria, deja al descubierto lo que uno lleva dentro, las pretensiones fundamentales y los argumentos. De este modo, vamos del hombre grande, egregio, ejemplar, que sirve como modelo a aquel otro entregado a la satisfacción de lo inmediato, que tergiversa los nombres y a la prisión la llama libertad, al sexo practicado sin compromiso le pone la palabra amor, y al bienestar y al nivel de vida los equipara con la felicidad.
Casi todos los finales de siglo suelen ser confusos: hay desconcierto, desorden, grandes errores sobre temas primordiales, inversión de los valores, equívocos que traerán graves consecuencias. No se trata de erratas a pie de página ni de gazapos de escasa entidad; los malos entendidos afectan a lo que es esencial, básico, fundamental, propio y peculiar de la condición humana, y ahí radica su gravedad.
Como dice Julián Marías, el ser humano necesita una “jerarquía de verdades” que cree el subsuelo en el que se asientan las ideas, creencias y opiniones fundadas en la autoridad, las “opiniones contrastadas” que vamos recibiendo y esa sabiduría especial y honda que constituye la experiencia de la vida. Sobre esta variada gama de verdades se sustenta nuestra experiencia, y entre todas ellas se establecen unas relaciones recíprocas, complejas y reticulares, muchas veces difíciles de investigar, y entre las que se articulan conexiones presididas por lo que ha ido y es nuestra vida en concreto.
Es inexcusable que el hombre desempeñe un papel importante en la vida propia, Dice un refrán castellano: “Cada uno habla de la feria según le ha ido en ella”. En Psiquiatría sabemos la importancia que tienen los traumas afectivos en la formación de la personalidad; pues todo ello, sumado y sintetizado, forma un magna especial que Julián Marías denomina “nuestro sistema de convicciones”: un conjunto de certidumbres que forman una totalidad coherente. Ello remite a una “certidumbre radical”, de la que emergen y sobre la que se asientan todas las demás, y allí se ordenan y conectan unas con otras.
En una gran número, el hombre de hoy no sabe a dónde va, y esto quiere decir que está perdido, sin rumbo, desorientado. Tenemos dos exponentes claros al respecto: en los jóvenes, la droga, y en los adultos, las rupturas conyugales. Ambos aspectos nos ponen sobre el tapete la fragilidad existente en nuestros días. ¿Qué está pasando?, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? Del hombre más egregio al más degradado hay una enorme distancia, pero los dos pertenecen a la especie humana. Sólo uno de ellos ha sabido llevar su vida sacando el máximo partido a lo positivo; ahí tenemos algunos ejemplos de la historia de la humanidad: desde Sócrates, Platón, Aristóteles, Plotino, San Agustín, San Anselmo, Santo Tomás de Aquino o el maestro Eckhart, pasando por Kepler, Galileo, Newton, Descartes, Pascal, Kant o Hegel a los existencialistas como Sartre, Camus, Kierkegaard, Nietzsche, nuestro Unamuno, o los grandes pensadores de nuestro tiempo, como Brentano, Husserl, Heidegger, Max Scheler y Ortega y Gasset.
Frente a ellos se levantan igualmente personas cuya existencia ha sido un fracaso total, algo que también constituye una parte fundamental de la existencia humana y que de algún modo ayuda a troquelarla.
¿Para qué sirve la verdad?
La vida humana se desliza por los hilos que teje la trama de las circunstancias, envueltas siempre en un halo de incertidumbre. Cada uno de nosotros es capaz de lo mejor y de lo peor, pero entre estos puntos extremos cabe un espectro intermedio de posibilidades. La incertidumbre nos hace dudar respecto a qué atenernos y nos impide alcanzar la firmeza definitiva. No obstante, a pesar de esos avatares, en la vida hay que buscar unos criterios sólidos, y uno de ellos es saber en qué consiste la verdad. Su posesión se traduce en una peculiar sensación luminosa tanto personal como de la realidad, además de en una impresión de seguridad.
Pero, ¿qué es la verdad?, ¿en que consiste?, ¿cuántos tipos de verdad existen? Esto constituye uno de los temas prioritarios de la filosofía, pero aquí sólo daré unas referencias muy generales, que nos pongan sobre la pista de esta cuestión, y así distinguiremos dos maneras posibles de acercarse a su estudio: por un lado, el aspecto conceptual y, por otro, sus distintas versiones.
La idea de libertad se relaciona con tres conceptos: el griego aletheia, el latino veritas y el hebreo emunah. Alethia significa lo que está desvelado o descubierto y que se manifiesta con claridad; se refiere especialmente al presente. Veritas quiere decir lo que es exacto y rigurosos; de hecho, procede de verum, lo que es fiel y sin omisiones; habla más del pasado, de lo que ya sucedió. Y finalmente, emunah deriva de la raíz amen: asentir con confianza; por eso se suele decir al final de cada oración, ya que Dios es por esencia el que cumple lo que promete; expresa sobre todo el futuro, lo venidero.
La verdad nos conduce al mejor conocimiento de la realidad personal y periférica. Una y otra, entrelazadas por verdades personales, nos facilitan saber qué hacer y, en consecuencia, actuar. Lo opuesto a saber es ignorar, y por eso resulta necesario “averiguar”, lo que en latín se llama verum facere, es decir, “verificar”: hacer verdadero, hallar la verdad que uno necesita para sí mismo.
Verdad y realidad son dos términos estrechamente unidos. Existe una realidad patente, en menor proporción, y una realidad latente – con la que no se suele contar- escondida, camuflada, y de la cual emergen islotes, segmentos, trozos que nos la muestran.
Por otra parte, las distintas versiones de la verdad pueden esquematizarse de este modo tan sucinto:
1. La verdad de uno mismo, en la que se articulan el pasado y el presente y de alguna manera, puede hacerse un estudio prospectivo: qué será del futuro, según los datos que tenemos.
2. La verdad de las cosas con las que nos encontramos, que expresa lo externo.
3. La verdad de las circunstancias, que nos lleva al conocimiento de la complejidad de la situación y al perímetro en que ese individuo o esa realidad se encuentran inmersos.
4. La verdad como coherencia, que brota del idealismo del siglo XIX y nos muestra una existencia con el menor número posible de contradicciones; es la vida como armonía, como equilibrio entre la teoría y la práctica.
Hay que señalar que mientras la filosofía se ocupa de la verdad, la ciencia busca la certeza del conocimiento; la primera se expresa en silogismos y premisas; la segunda, en lenguaje matemático.
La búsqueda de la verdad es una pasión por la libertas y sus consecuencias. Aspirar a ella es ir hacia lo mejor de nosotros mismos y de lo que nos rodea. Muchos hombres de nuestros días siguen las huellas de Nietzsche y se ven abocados al nihilismo, como consecuencia de la entronización de la subjetividad. Esto se manifiesta por un especial estado de ánimo que consiste en la pérdida de sentido del mundo y de la vida: nada merece la pena. Por otro lado, para muchos existencialistas el hombre es el más inhóspito de los huéspedes de la tierra. Este sentimiento nihilista planea sobre el hombre contemporáneo y hace que los valores se diluyan, pierdan su consistencia. Valores como la verdad, la libertad, la razón la humanidad o Dios desaparecen sin ser sustituidos por otros de similar significación.
El ocaso de los valores supremos es uno de los dramas del
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