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Socializacion En Adolescentes


Enviado por   •  6 de Diciembre de 2011  •  4.918 Palabras (20 Páginas)  •  892 Visitas

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LA SOCIALIZACION *

* La independencia *

Durante la adolescencia se produce una serie de cambios profundos en el área de la socialización, entre los cuales Hollingworth (1955) prioriza la novedosa necesidad de "abandonar los hábitos de obediencia y dependencia" , y a la vez "desarrollar los de adulto, de decidir y proveer por sí mismo" . Vale decir que el proceso de socialización, en esta etapa consiste, esencialmente, en la reanudación -en otro nivel de organización del ser- de la permanente búsqueda de independencia. Tal vez sea ésta una de las razones por las cuales algunos autores han interpretado la adolescencia como un segundo nacimiento, y otros como un destete psicológico, un proceso como el que sucedió durante el primer año de vida con respecto a la mamá, pero ahora referido a todo el grupo familiar. Así resulta comprensible que tal desarrollo se manifieste a través de conductas discrepantes con los patrones familiares, tanto en cuanto a horarios, modos de vestir, elección de amigos, etc., como en cuanto a valores.

La independencia es una necesidad fundamental del homo sapiens sapiens, pero se expresa de diferente modo según las culturas. En los pueblos primitivos la familia jugaba un papel menor en la definición del momento de comienzo de la vida adulta,

pues la responsabilidad de la aceptación del candidato a acceder a dicho status corría por cuenta de la sociedad tribal entera.

En cambio en nuestra cultura la emancipación ha correspondido, durante muchísimo tiempo, al ámbito privado. Tal vez hoy la sociedad está dando algunos pasos en el sentido de recuperar el protagonismo en el reconocimiento de la madurez: me refiero a que más allá de algún interés político inconfesable, abonan en esta dirección, el hecho de que se haya instalado en la comunidad el debate sobre el adelanto de la edad para el cumplimiento del servicio militar -luego afortunadamente desaparecido-, o sobre los proyectos de otorgar el derecho al voto a los menores de dieciocho años, y por supuesto, la existencia de aquellos casos, aceptados por la justicia de otros países, de "divorcio" del hijo con respecto a sus padres.

Pero antes de continuar avanzando por este camino no estará de más reflexionar, aunque sea brevemente, sobre la naturaleza de la autonomía humana. La cultura individualista, derivada del capitalismo, y que domina al mundo desde hace casi tres siglos, llegó a una crisis al promediar el que acaba de finalizar. El resultado ha sido la extrema idealización de una libertad supuestamente absoluta -que es como decir, utópica- y que nos presenta al hombre como un buscador de ese destino independiente a través, exclusivamente, de la satisfacción de los deseos propios. La realidad obligó a aceptar la existencia de límites a tal ambición de libertad: ante todo los derechos de los demás se constituyeron en una verdadera valla para las concepciones más crudamente hedonistas. Pero poco a poco, hemos ido cayendo en la cuenta de que ni siquiera el predominio del deseo puede calificarse como libertad.

Dado que en otro trabajo (Maffei, 1993) dediqué más espacio a este tema, aquí me limitaré a resumir algunas de las consideraciones que entonces desarrollara.

La libertad es una dimensión íntima, condicionada por la naturaleza esencialmente social del hombre. La necesidad que tenemos de los demás, lejos de constituir una limitación, resulta una valiosísima característica humana a la que también podemos denominar solidaridad, y de la cual, por lo tanto, debemos sentirnos orgullosos. De todas maneras, y aún haciendo abstracción de los valores morales, hay que tener en cuenta que semejante necesidad resulta una de las condiciones de nuestra subsistencia como "especie" viva.

Blos (1981), en su ineludible texto, dice que un "proceso recíproco de ajuste establece entre el self y su entorno una pauta de interacción que poco a poco va conformando la individualidad y la singularidad personal. En este hecho vemos la intrínseca y precaria limitación de la autonomía individual a la que suele denominarse condición humana". Por si alguien pudiera interpretar estas últimas palabras como una muestra de oculto malestar por tal limitacion, seguiremos transcribiendo otros párrafos de la obra citada, en los que se sostiene la existencia de una socialización enriquecedora, verdadero sostén de la vida personalizada: "Al afirmar que el entorno ejerce un influjo esencial, perpetuo, y en verdad, nutriente sobre el individuo, no sólo me refiero al ambiente humano sino también al ambiente abstracto que opera a través de las instituciones sociales, las simbolizaciones compartidas, los sistemas de valores y las normas sociales ". Para confirmar esta línea argumental hay todavía más en el texto que venimos citando: al referirse a lo que el autor considera que no deberíamos olvidar cuando reflexionamos sobre el proceso de socialización, sostiene que "la autonomía psíquica y la madurez emocional se logran merced al uso selectivo que hacen el niño y el adolescente de sus particulares elementos ambientales y constitucionales", puesto que "la estructura psíquica tiene su origen en la interacción incesante entre el individuo y su entorno humano y no humano, y necesita ser apuntalada por ella. Dicho de otro modo, es el reflejo de las influencias ambientales, luego de que éstas han sido selectivamente interiorizadas, integradas y organizadas en un patrón duradero que se suele designar con el nombre de personalidad. Como un proceso metabólico que sostiene y extiende la vida, esa interacción depende de la reciprocidad de la función: opera como un sistema de retroalimentación" (ibid).

* La intimidad del adolescente y los otros *

Pero debemos tener en cuenta que la necesidad social de la que venimos hablando no es absoluta, sobre todo en el joven. Está matizada por otra necesidad, acertadamente definida por Hollingworth (1955), para quien con la pubertad se vuelve consciente una "relativa necesidad de soledad" . Por lo tanto no nos detendremos a objetar la interpretación de quienes suponen que el deseo de tener una habitación personal es consecuencia de un presunto instinto de posesión de propiedad privada. Nos bastará con entender la búsqueda de intimidad como algo vinculado -ante todo- a la soledad, sobre todo cuando se comprueba que coincide con actividades típica y esencialmente solitarias: diario íntimo, escritura de poesías, etc. Por otra parte dichas conductas casi siempre se muestran asociadas ambivalentemente a la socialización: no es extraño que el joven disponga todo para que tanto los poemas, como las páginas más inquietantes

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