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La Socialización Del Adolescente Y El Joven: El Papel De La Familia Nina Horwitz Campos

27 de Marzo de 2014

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La socialización del adolescente y el joven: el papel de la familia

Nina Horwitz Campos

Introducción

La edad juvenil constituye indudablemente un tema de interés generalizado e interdisciplinario. Ya en la década de 1960, José Medina Echavarría, el maestro español de sociólogos latinoamericanos, atribuía a este interés dos raíces (1). Mencionaba, por un lado, las formas de conducta relativamente excéntricas o diferentes de la juventud, que suscitaban preocupación social y una natural curiosidad intelectual por comprenderlas en sí mismas. Por otro lado, destacaba la voluntad de los adultos de apoyar el desarrollo de las generaciones más jóvenes, ya sea por motivos prácticos, docentes o de política social. Esta clase de preocupaciones son las mismas que perduran hasta el día de hoy en relación con este grupo de edad. Es precisamente este segundo tipo de interés el que guía el espíritu del presente trabajo. Es decir, la atención a los factores condicionantes del desarrollo o de la socialización del joven, que resultan cruciales para su adaptabilidad y plena participación social.

En contraste con mucha de la producción bibliográfica actual en torno de la juventud, no interesa aquí tanto la “juventud-problema”, como la problemática o el “problema de la juventud”. Referirse al problema de la juventud no significa necesariamente omitir el carácter problemático de este grupo de edad o de este ciclo de la vida. El período prolongado y difícil de ajuste que experimentan los individuos durante la juventud es concordante con las dificultades que tiene la sociedad para integrarlos y brindarles oportunidades viables. El objetivo principal de este artículo es examinar, en su complejidad, el significado y las proyecciones del sector juvenil en nuestras sociedades, ya sea como un agregado estadístico, un grupo social o una dimensión permanente de la estructura de la vida.

La situación de los jóvenes en las sociedades actuales es sumamente particular. En efecto, en esta etapa de la vida se enfrentan y contraponen dos escenarios sociales de muy diferente conformación: el espacio relativamente cerrado y protegido de la unidad familiar, y el horizonte abierto, amenazador e impredecible de la sociedad mayor. El paso de uno a otro tipo de escenario de relaciones sociales y su efecto se ha convertido en un problema crítico tanto para la juventud como para las sociedades contemporáneas. En este marco, cobra renovada vigencia el análisis del papel de apoyo que le cabe a la familia.

Todas las sociedades disponen de instituciones o recursos que facilitan la integración de los individuos y el cumplimiento de las tareas psicosociales y, por

ende, protegen la salud física y mental. Configuran sistemas o redes de apoyo social que, tal como lo indica su nombre, proporcionan la ayuda o el “soporte” que los individuos reciben de los diferentes grupos sociales a los cuales pertenecen (2). En la etapa adolescente y juvenil los componentes fundamentales de la red de apoyo social son la familia, el grupo de pares o amigos y la institución educativa (3).

En la actualidad la familia compite con otros mecanismos socializadores tradicionales y no tradicionales, tales como los medios masivos de comunicación y la organización pública y privada de las actividades juveniles. Se plantea entonces la cuestión de la armonía o disonancia entre los diversos agentes de socialización y sus inevitables consecuencias para el desarrollo de la personalidad. El ejemplo siguiente resulta ilustrativo: 75% de los jóvenes chilenos considera que las relaciones sexuales prematrimoniales son aceptables; de ellos, 50% declara mantenerlas; sin embargo, solo uno de cada veinte de estos señala haberlo conversado con sus padres, ya que anticipan su desaprobación.

Pese a verse obligada a compartir su función socializadora, la familia sigue desempeñando un papel decisivo en la formación del adolescente y el joven. Existen pruebas abundantes y bien conocidas de la relación entre la disfunción familiar y las conductas riesgosas de los jóvenes. Entre las transformaciones más significativas que ha experimentado la vida familiar, se encuentra el cambio de papel de los adolescentes. A lo largo de la mayor parte de la historia de la humanidad, la transición de la infancia a la edad adulta fue un proceso estable, gradual y acumulativo, en el cual a los miembros más jóvenes de la sociedad se les iba asignando progresivamente tareas que tenían una clara concordancia con las responsabilidades futuras de su vida adulta. Pero luego que la revolución industrial trasladó los roles laborales fuera del escenario familiar, estos dejaron de ser tan fácilmente observables por los niños y los jóvenes. Junto con ello, los requisitos educacionales cada vez más complejos y exigentes contribuyeron a que emergiera el período de la adolescencia con una situación específica y por derecho propio (4). De manera que hoy en día, las exigencias, riesgos y oportunidades de esta etapa contienen un alto componente de ambigüedad para muchos adolescentes y jóvenes.

La familia con hijos adolescentes

A la luz de las transformaciones sociales de fines del siglo XX, y de sus profundos efectos sobre la familia, uno de los retos cruciales que esta enfrenta es el de satisfacer los requisitos básicos para el desarrollo sano de los adolescentes y jóvenes. Para enfrentar este reto de manera eficaz es conveniente revisar las funciones familiares que son importantes para la socialización, el desarrollo y el bienestar de los adolescentes, así corno de sus familias. Al respecto, Alvy (5) señaló

las siguientes cinco funciones y responsabilidades familiares relacionadas entre sí: a) la provisión de los recursos básicos para la subsistencia, b) el cuidado del hogar. c) la protección de los jóvenes, d) la orientación y promoción del desarrollo físico y psicológico de los jóvenes y e) la defensa y apoyo de la causa juvenil ante la comunidad o la sociedad mayor.

Sobre la base de las categorías anteriores Small (6) introdujo algunas modificaciones y elaboró un marco de referencia para la mejor comprensión de las funciones de la familia con adolescentes, con el propósito de diseñar programas preventivos para apoyarla y fortalecerla. Algunos elementos de este marco de referencia, considerados de especial interés, se comentan a continuación.

Provisión de los recursos básicos

Esta función incluye la obtención del conjunto de recursos que son indispensables para satisfacer las necesidades básicas para la sobrevivencia del grupo familiar, tales como un techo seguro, la alimentación y nutrición adecuadas y la posibilidad de acceder a servicios médicos, dentales y de salud mental. Abarca también el cuidado de los hijos por parte de los padres, dimensión que supone un resguardo psicosocial que trasciende la obtención de recursos materiales.

La falta de recursos básicos puede resultar más amenazadora para los hijos menores que para los más grandes, cuya capacidad de valerse por sí mismos es mayor; sin embargo, la función de proporcionarlos sigue siendo trascendental para las familias con adolescentes. Los padres cuyos medios son insuficientes ven disminuida su capacidad para desempeñar otras funciones familiares.

Protección de los jóvenes

Al llegar a la etapa de la adolescencia, una serie de funciones de protección básica de los hijos frente a las amenazas provenientes del ambiente físico, de otras personas, grupos o instituciones, antes cumplidas por los padres, pasan a ser asumidas por los hijos. No obstante, los padres deben seguir vigilando algunas áreas fundamentales como la salud y la nutrición.

Además, en este período de la vida los hijos toman importantes responsabilidades nuevas, tales como el desempeño de un trabajo, la participación en agrupaciones sociales de diversa índole, el manejo de cantidades variables de dinero y, en los segmentos sociales de mayores recursos económicos, la conducción de vehículos. Estas situaciones exponen a los jóvenes a un abanico creciente de influencias culturales y riesgos psicosociales, como el abuso de bebidas alcohólicas, el consumo de drogas, la actividad sexual y, en general, la presión de los pares, que

son lógicamente fuentes de conflictos familiares y de intensos temores y angustias para los padres en general. Diversos autores (6-8) consideran que un modo eficaz de cumplir con la función familiar de protección de los hijos adolescentes es a través de la vigilancia de su conducta y la enseñanza de estrategias de autoprotección.

Vigilancia por parte de los padres

Esta función se refiere al conocimiento, la toma de conciencia y la supervisión de la conducta y de los acontecimientos que tienen lugar en la vida de los hijos. Se ha encontrado que estas condiciones familiares se asocian con menores tasas de actividad sexual, abuso de alcohol y drogas, deserción escolar y delincuencia juvenil.

La vigilancia de los padres debe traducirse en un interés activo por la vida de sus hijos y en la disposición tanto de hacer cumplir las reglas familiares básicas como de discutir con amplitud los temas que les preocupan. Esto no significa que los padres deban estar siempre presentes o que se entrometan exageradamente en la vida de sus hijos.

En las sociedades contemporáneas esta función familiar es cada vez más difícil de cumplir. En las familias en que ambos padres están presentes, las obligaciones laborales de estos son una fuente de competencia. El aumento de hogares con la presencia de un solo padre —por lo general la madre— también se refleja en una proporción cada vez mayor de niños que no tienen posibilidades de contar con la supervisión descrita.

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