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Tatuajes


Enviado por   •  27 de Marzo de 2013  •  Tesis  •  3.174 Palabras (13 Páginas)  •  657 Visitas

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Tatuajes

Introducción.

El cuerpo humano no es solo lo biológico o lo genéticamente trasmitido, como forma física y funcional del ser. El cuerpo es una realidad cultural y social y por serlo justamente se vuelve “texto” en donde serán leídos múltiples símbolos y signos.

Es a partir del cuerpo que el sujeto se reconoce a si mismo y la forma de representar su Yo.

El tatuaje podría ser lo que Foucault llama “emergencia y procedencia” ; seria una forma de presentar frente a la mirada del otro, a un cuerpo que denuncia la persona que se quiere o no ser.

El tatuaje es una elección. Un símbolo. Una identificación propia que llevará la persona durante toda su vida. Probablemente todos tengan un por qué y cada dibujo tenga un significado especial para quien se lo ha realizado. Pero desde el punto de vista psicoanalítico, podemos ver a grandes rasgos, que los mismos son; objetos de consumo masivo; que funcionan como un común denominador para un grupo; que pueden ser visto como una forma de “camuflaje”; como forma de realizar un duelo o la elaboración de una situación traumática o que pueden funcionar como un amuleto.

La piel.

La piel es el órgano más extenso del cuerpo humano y tiene un lugar fundamental en la formación del aparato psíquico y en la adquisición de la identidad.

Freud en “Tres ensayos sobre una teoría sexual” (1905) plantea la piel como la zona erógena por excelencia. En “Más allá del principio del placer” (1920) al exponer sus hipótesis acerca de la evolución del organismo vivo, compara a la piel con la membrana que envuelve a una primitiva vesícula, la cual cumpliría la función de proteger al organismo de los estímulos externos e internos y la cual seria equiparable a las funciones del Yo.

La piel cumplirá las funciones de; recepción de estímulos internos y externos; pantalla de protección contra estos estímulos; limite exterior del cuerpo (separa un adentro de un afuera) y fundamentalmente es un órgano de intercambio con el exterior, de contacto con los otros y un representante de la autoimagen e identidad.

Muchas de estas funciones son casi opuestas, lo que exige a este órgano una suerte de dialéctica entre receptividad y sensibilidad vs. la protección y la evitación de estímulos.

Estas funciones se irían adquiriendo tempranamente en el desarrollo del niño. Siguiendo a Didier Azieu la diferenciación progresiva que hace el bebe entre el adentro y el afuera y de la existencia de una superficie que las separa, se dará desde la lactancia, “se le tiene en brazos, estrechado por el cuerpo de la madre cuyo calor, olor y movimiento siente; se siente llevado, manipulado, frotado, lavado, acariciado y todo ello acompañado generalmente de un baño de palabras y canturreos” 1.

Sami-Ali nos dice que un espacio imaginario se desarrolla a partir de la relación de inclusión mutua de los cuerpos de la madre y del niño, por un doble proceso de proyección sensorial y fantasmática.

Por tanto el niño adquiere la percepción de la piel por las experiencias de contacto de su cuerpo con el de su madre y dentro de la relación aseguradora que tiene con ella (teoría del apego – Bowlby y Harlow-).

Anzieu teoriza el Yo-Piel como “una figuración de la que el niño se sirve en las fases precoces de su desarrollo, para representarse a sí mismo como Yo que contiene los contenidos psíquicos a partir de su experiencia de superficie del cuerpo”.1 Aunque luego precisara su concepción diciendo que el Yo-Piel es “el entorno maternante porque “rodea” al niño con una envoltura externa que se ajusta con cierta suavidad dejando un espacio disponible a la envoltura interna, a la superficie del cuerpo del bebe, lugar e instrumento de emisión de mensajes; ser un Yo es sentir la capacidad de emitir señales que los demás reciben” .

Pensando en términos Winicottianos podríamos decir que el Yo-Piel es una interiorización del holding materno. El Yo-Piel es una parte de la madre, especialmente de sus manos, que serán las que le brinde los cuidados y caricias.

Anzieu nos plantea que será el Yo-Piel él que proporcione la posibilidad del pensamiento, siendo a través de la satisfacción de la pulsión de apego que se manifestará lo que Luquet ha llamado el “impulso integrador del Yo”.

Este Yo, heredara la doble posibilidad de establecer barreras (mecanismos de defensas) y de filtrar intercambios (de las instancias psíquicas y el mundo exterior).

La evolución del Yo-Piel se podría discriminar básicamente en dos etapas:

1. Fantasía de una piel común con la madre, donde se da una identificación primaria con el objeto soporte (pecho-piel). Dando como resultado un estado de simbiosis (narcisismo primario).

2. Y una gradual separación y desaparición de esta piel común, favorecido por las experiencias de presencia-ausencia de la madre. En esta etapa puede surgir fantasías de piel arrancada o robada.

Del fracaso de la función contenedora y de esta separación dependerán los tipos de angustia y de fantasías que se generen en el sujeto (como ser la vivencia de un yo-piel colador, donde predomina la ansiedad de tener un interior que se vacía). Por tanto si las funciones continentes no han sido introyectadas, se ve reducida la construcción de un espacio interior y de un objeto interior (facilitando una desestructuración).

Volviendo a la cita de Anzieu …”ser un Yo es sentir la capacidad de emitir señales que los demás reciben” , me hace reflexionar en torno a la capacidad de la madre para poder decodificar los mensajes que su bebe le pueda querer transmitir y en que pasa si los mismos no llegan a ser interpretados.

El Dr. Eduardo Korovsky en su libro “Psicosomática Psicoanalítica” plantea como una de las hipótesis para comprender el fenómeno psicosomático; está en la incapacidad por parte de la madre para comprender los mensajes de su hijo. La misma trae como resultado una “desconexión” por parte del bebe, de sus necesidades corporales.

Dicha desconexión tendría como objetivo evitar la angustia y un posible rechazo por parte de la madre hacia él. Por tanto estos pacientes sufrirían una suerte de cortocircuito entre el mundo de lo imaginario y el de los sentimientos y necesidades. Que más tarde se vería reflejado también en esto de poner en el cuerpo (en lo imaginario), el síntoma (registro real) lo que no se puede inscribir en lo simbólico.

En el seminario

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