Temperamentos
eve_0717 de Octubre de 2014
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LIBRETO TEATRAL M5
“LAS SUPLICANTES”
Autor: Esquilo
Siglo VI a.C.
PERSONAJES:
DÁNAO, padre de las suplicantes.
PELASGO, Rey de Argos
MENSAJERO de los hijos de Egipto
CORO de las hijas de Dánao.
LA ACCIÓN SE DESARROLLA EN LA PLAYA CERCA DE ARGOS. AL FONDO DE LA ORQUESTA HAY UNA LOMA CON LAS ESTATUAS DE ZEUS, POSEIDÓN Y APOLO.
INICIA MUSICA MELANCOLICA. SE ABRE EL TELON. ENTRA DANAO, Y SE POSTRA ANTE ZEUS, ENTRA EL CORO DE MUJERES. MUSICA SALE LENTAMENTE.
CORIFEO. (CON FLORES EN LAS MANOS) Que Zeus, defensor de las suplicantes, quiera mirarnos lleno de benevolencia. Dánao, nuestro padre, ha decidido huir a través del océano y llegar a esta tierra de Argos. ¡Ah dioses de nuestra raza, que sabéis dónde está la justicia, escuchadnos! Tales son los tristes infortunios que digo en mis cantos agudos, bañados en lágrimas, ¡ié, ié, ié!
DÁNAO. Hijas, es preciso ser juiciosas. Eres una extranjera y un lenguaje altanero no conviene a los débiles. Contemplo una tropa con caballos que se acercan, quizá son jefes de esta tierra.
REY. (ENTRANDO) ¿Qué vienes a pedir de estos dioses con estos ramos de suplicantes recién cortados?
CORIFEO. Que no sea esclava de la raza de Egipto.
REY. ¿Y qué puedo hacer yo?
CORIFEO. No devolverme a los hijos de Egipto si me reclaman.
REY. Grave es lo que dices: es provocar una guerra.
CORIFEO. Terrible es también la ira de Zeus Suplicante.
REY Sí. Por todas partes obstáculos invencibles veo. Así pues, tú, padre de estas mujeres, toma al instante estos ramos de suplicantes y llévalos ante los pobladores de esta ciudad. (DANAO SALE) Y tú quédate aquí, y en tus oraciones pide a los dioses del país lo que deseas obtener. Todo el mundo se inclinará benévolamente ante las débiles. (REY SALE)
CORIFEO. Rey de reyes, bienaventurado entre los bienaventurados, poder soberano entre los poderes. Pero, ¿qué diviso a lo lejos? La voraz estirpe de Egipto ha logrado, en su odio, surcar el mar en naves bien ensambladas, con un numeroso ejército. Y llegan pronto a la orilla. ¡Oh, oh, oh, ah, ah, ah! He aquí a nuestro raptor que sale de la nave, que llega a tierra. Señor del país, protégenos.
MENSAJERO. (ENTRANDO) Rápido, hacia la nave, con toda la celeridad de vuestras piernas. Si no, habrá cabellos arrancados. Yo te aconsejo: cede a la fuerza. Quieras o no quieras.
CORIFEO. ¡Ay, ay! ¡Ay, ay! Así perecieras en el sagrado recinto marino.
MENSAJERO. Grita, vocifera, clama a los dioses; tú entrarás a la nave egipcia.
CORIFEO ¡Ay, ay!, padre, me arrastran al mar como una araña. ¡Ah, jefes, gobernantes de este país, soy sometida a la fuerza!
MENSAJERO. Te ordeno ir lo más velozmente posible. Que nadie se demore. El arrastramiento no respeta los rizos.
(ENTRAN DÁNAO Y EL REY)
REY. ¡Eh! Tú, ¿qué haces? ¿A qué patronos del país te has dirigido?
MENSAJERO. Al más grande de los patronos, a Hermes, dios de los que buscan. Y puesto que me ha socorrido, me llevaré a estas mujeres.
REY. Llorarás, si las tocas.
MENSAJERO. Iré a contarlo a mis amos.
REY. Esto no atemoriza mi corazón.
MENSAJERO. Sabe que desde ahora provocas una guerra incierta. ¡Que sean la victoria para los hijos de Egipto! (SALE)
CORIFEO. Que por estos regalos seas colmado de bienes, divino rey de los pelasgos.
DÁNAO. Hijas mías, hay que ofrecer a los argivos,
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