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Varios Tipos De Carácter Descubiertos En La Labor Analítica Y "Mecanismos Neuróticos En Los Celos, La Paranoia Y La Homosexualidad"


Enviado por   •  10 de Mayo de 2015  •  6.366 Palabras (26 Páginas)  •  331 Visitas

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Varios tipos de carácter descubiertos en la labor analítica

Cuando el médico lleva a cabo el tratamiento psicoanalítico de un neurótico, su interés en modo alguno se dirige en primer término al carácter de este. Mucho más le interesa averiguar el significado de sus síntomas, las mociones pulsionales que se ocultan tras ellos y que por su intermedio se satisfacen, y las estaciones del secreto camino que ha llevado de aquellos deseos pulsionales a estos síntomas. Pero la técnica que le es forzoso obedecer lo obliga pronto a dirigir su apetito de saber primeramente a otros objetos. Nota que su investigación es puesta en peligro por resistencias que el enfermo le opone, y le está permitido imputar tales resistencias al carácter de este. Y entonces ese carácter cobra primacía en cuanto a su interés.

Eso que se muestra renuente al empeño del médico no siempre son los rasgos de carácter que el enfermo confiesa y le son atribuidos por quienes lo rodean. Hartas veces se acrecientan hasta una intensidad insospechada propiedades del enfermo que él parecía poseer sólo escasamente, o salen en él a la luz actitudes que no se habían traslucido en otros vínculos de la vida. En las líneas que siguen nos ocupamos de describir y reconducir a su origen algunos de estos sorprendentes rasgos de carácter.

I. Las «excepciones»

El trabajo psicoanalítico se ve una y otra vez enfrentado a la tarea de instar al enfermo a que renuncie a una ganancia de placer fácil e inmediata. No es que deba renunciar al placer en general; quizás a ningún hombre pueda alentárselo a eso, y aun la religión tiene que fundar su reclamo de abandonar el placer terrenal prometiendo a cambio la concesión de un grado incomparablemente más alto de placer superior en un más allá. No, el enfermo sólo debe renunciar a esas satisfacciones de las que infaltablemente se sigue un perjuicio, sólo debe privarse por un tiempo y aprender a trocar esa ganancia inmediata de placer por una más segura aunque pospuesta. Dicho con otras palabras: debe realizar, bajo la guía del médico, ese avance desde el principio de placer hasta el principio de realidad por el cual el hombre maduro se diferencia del niño. En esta labor educativa, la mejor intelección del médico difícilmente desempeñe un papel decisivo; por regla general, lo único que sabe decirle al enfermo es aquello que puede serle dicho a este por su propio entendimiento. Pero no es lo mismo saber algo dentro de sí y oírlo de parte de otro ; el médico asume el papel de este otro eficaz ; se sirve de la influencia que un ser humano puede ejercer sobre los otros. 0, recordando que en el psicoanálisis es usual poner lo originario y lo raigal en lugar de lo derivado y diluido, digamos que el médico, en su obra educativa, se sirve de algunos componentes del amor. Es probable que en semejante poseducación no haga sino repetir el proceso que, en general, posibilitó la educación primera. Junto al apremio de la vida, es el amor el gran pedagogo, y el hombre inacabado es movido por el amor de quienes le son más próximos a tener en cuenta los mandamientos del apremio y a ahorrarse los castigos de su trasgresión.

Si del enfermo se exige así una renuncia provisional a alguna satisfacción placentera, un sacrificio, una aquiescencia a aceptar por un tiempo un sufrimiento a cambio de una finalidad mejor, o aun sólo la decisión a someterse a una necesidad que vale para todos, se tropieza con individuos que con alguna motivación particular se revuelven contra esa propuesta. Dicen que han sufrido y se han privado bastante, quetienen derecho a que se los excuse de ulteriores requerimientos, y que no se someten más a ninguna necesidad desagradable pues ellos son excepciones y piensan seguir siéndolo. En un enfermo de este tipo, esa pretensión se extremaba hasta el convencimiento de que una Providencia particular, que lo protegería de semejantes sacrificios dolorosos, velaba por él. En contra de certidumbres interiores que se exteriorizan con esa fuerza, los argumentos del médico nada consiguen, pero también su influencia fracasa al comienzo, por lo cual se ve llevado a rastrear las fuentes de que se alimenta ese dañino prejuicio.

Ahora bien, es cosa segura que cada cual querría presentarse como una «excepción» y reclamar privilegios sobre los demás. Pero, precisamente por eso, hace falta un fundamento particular, que no se encuentra en todas partes, para que el enfermo realmente se proclame una excepción y se comporte como tal. Puede alegar más de uno de tales fundamentos; en los casos indagados por mí se logró revelar una peculiaridad común a esos pacientes en sus más tempranos destinos de vida: Su neurosis se anudaba a una vivencia o a un sufrimiento que los habían afectado en la primera infancia de los que se sabían inocentes y pudieron estimar como un injusto perjuicio inferido a su persona. Los privilegios que ellos se arrogaron por esa injusticia, y la rebeldía que de ahí resultó, habían contribuido no poco a agudizar los conflictos que más tarde llevaron al estallido de la neurosis. En una de las pacientes de este tipo se instaló tal actitud frente a la vida al enterarse ella de que un doloroso padecimiento orgánico que le había impedido alcanzar sus metas vitales, era de origen congénito. Mientras creyó que ese padecimiento era una adquisición tardía y contingente, lo sobrellevó con resignación; desde que se la esclareció sobre su carácter hereditario se alzó en rebeldía. El joven que se creía tutelado por una Providencia particular había sido, de lactante, víctima de una infección accidental que le trasmitió su nodriza, y por el resto de sus días vivió de sus reclamos de resarcimiento como de una pensión por accidente, sin saber ni por asomo el fundamento de su pretensión. En su caso, el análisis, que construyó este resultado partiendo de oscuros restos mnémicos e interpretaciones de síntomas, fue objetivamente corroborado por informaciones obtenidas de la familia.

Por razones que con facilidad se comprenden, no puedo comunicar mucho más de estas historias clínicas ni de otras. Tampoco quiero profundizar en la sugerente analogía entre la deformación del carácter tras un prolongado achaque en la infancia y la conducta de pueblos enteros que tienen un pasado de graves sufrimientos. En cambio, no me privaré de aludir a una figura plasmada por el más grande de los creadores literarios, en cuyo carácter la pretensión de excepcionalidad se enlaza íntimamente con los factores del daño congénito y es motivada por este último.

II . Los que fracasan cuando triunfan

El trabajo psicoanalítico nos ha obsequiado esta tesis: Los hombres enferman de neurosis

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