EL SEGUIMIENTO DE JESÚS
santiarq1Tarea12 de Enero de 2021
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EL SEGUIMIENTO DE JESÚS
Al leer el Evangelio, se encuentra con frecuencia la palabra imperiosa de Jesús «¡Sígueme!». A ésta suele seguir la frase «y ellos le siguieron». Pero, ¿qué significa seguir a Jesús?, ¿qué supuso para los que escucharon su llamada a seguirle? reflexionar con verdadera sencillez sobre las implicaciones del seguir a Jesús». Para ello se centra en la lectura misma del Evangelio, pero teniendo plenamente presente el contexto de nuestra vida en la actualidad.
Hay un seguimiento formal
Que consiste en obedecer las enseñanzas de Jesús. Conociendo lo que dice intentamos traducirlo a nuestra vida. De este modo, Jesús parece más objeto de imitación que propiamente de seguimiento.
En esta perspectiva, Jesús es visto, sobre todo, como un Sabio o un Maestro de vida moral y espiritual. Y ésta es considerada como algo que ocurre entre el hombre y Dios, en lo íntimo del corazón. El Evangelio queda deshistorizado y transformado en un código de preceptos. Nos encontramos así ante una ley abstracta que reduce el cristianismo a una práctica moral y espiritual.
No es raro encontrar personas piadosas que viven un cristianismo tan alejado de la historia que sólo practican lo que Jesús enseñó sobre la vida espiritual y no lo que dijo sobre la justicia, por ejemplo.
Existen otros que intentan vivir el cristianismo, pero que al mismo tiempo son cómplices de un sistema anticristiano en su misma esencia. ¿Es coherente, por ejemplo, que un magnate de la industria pueda ser realmente cristiano sin romper con la situación en que vive? Hay una contradicción enorme entre lo que cree y lo que vive o está obligado a vivir. Sé que la solución es difícil. Sólo quiero señalar una contradicción muy común en ciertos ambientes cristianos y devotos.
¿Qué es lo que permite tales desvíos, contradicciones y perversiones en el cristianismo? Me parece que, por lo menos en parte, es una lectura formal del Evangelio. Si lo leo separado de las situaciones concretas en que vivo no pasará de ser un conjunto de enseñanzas generales y abstractas cuya aplicación se confía a mi generosidad. Si se lee, sobre todo, separado de la práctica de Jesús, puede ser utilizado para justificar acciones que el mismo Jesús sería el primero en condenar.
Hay, pues, un modo de entender el seguimiento de Jesús que no nos lleva a tomarlo como ejemplo. Seguir a Jesús, en este caso, consiste apenas en obedecer e imitar sus virtudes. Ya es mucho dirán algunos. ¿Pero, es para esto que Jesús llamó a sus discípulos?
El seguimiento real
Existe otro modo de entender el seguimiento que consiste en tomar el camino histórico de Jesús. "Yo soy el camino" (Jn 14,6). Se trata aquí de considerar la propia historia de Jesús como base del seguimiento.
En esta perspectiva Jesús no es considerado primariamente como un Sabio o un Maestro espiritual, sino como un profeta que viene a anunciar a los hombres los últimos designios de Dios. El proceso de su vida personal nos lo hace conocer mejor que sus propias enseñanzas. Y éstas sólo adquieren un sentido definitivo a la luz de su vida.
Es claro que los gestos de Jesús no son repetibles, pertenecen al pasado en su materialidad histórica. Pero hay un sentido que ultrapasa estos mismos gestos. Y es ese sentido el que debe ser revivido y encarnado. Es indispensable, por tanto, captar el sentido global y coherente de la vida de Jesús. De ahí la importancia fundamental de recurrir a su camino histórico.
El Evangelio nos muestra cómo Jesús se aproximaba, en todo momento, a los marginados de su tiempo. De todos éstos Jesús exige la fe en el Reino que se aproxima. La única exigencia moral que Jesús hacía a los pecadores era que no pecasen más. Sin embargo la fe-esperanza en el Reino se concretaba en la fe-confianza en Jesús. A través de esta fe se creaba un vínculo personal entre el marginado y Jesús. En todos estos casos no hay una llamada al seguimiento: hay una llamada a la fe-esperanza. Es un hecho: no todos aquellos con los que se encontró Jesús fueron llamados a seguirlo. Ni todos los que se adhirieron a Jesús recibieron su llamada (Mc 5,18-20; Lc 19,1-10). Hay incluso un caso de rechazo explícito. Y S. Mateo precisa que se trata de un escriba (Mt 8,19- 20). A algunos, sin embargo, marginados o no, Jesús les llamó para seguirle (Mc 1,16- 20; Mt 9,9-13; Lc 18,18-20).
¿En qué momento de su vida pública decidió Jesús constituir un grupo de discípulos? Los exegetas admitirían que Jesús comenzó recorriendo Galilea y anunciando la llegada del reino de Dios. De entre aquéllos que se dejaron conquistar por su mensaje, después de cierto tiempo, difícil de precisar, llamó a algunos para seguirle. Los Doce formaron un grupo todavía más reducido.
El estilo de vida de Jesús
La llamada al seguimiento incluye exigencias que Jesús presentaba de una manera brutal y radical.
La credibilidad de una proposición no se mide sólo por su contenido, sino también por la confianza que suscita la persona que la hace. Aceptar esta llamada es ya un acto de fe. Por otra parte esta fe es un don del Padre. "Nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre" (Jn 6,65).
El seguimiento crea un nuevo tipo de relación con Jesús. No es sólo confianza en su persona sino en una comunidad de vida y de acción. A los Doce Jesús los llamó "para que estuviesen con él y para enviarlos a predicar" (Mc 3,14). Esto significa que los discípulos formaban un grupo que abrazaba el estilo de vida de Jesús y su práctica.
Para vivir así los discípulos tuvieron que romper con su vida anterior. El seguimiento de Jesús exige rupturas radicales.
Círculo familiar. "Si alguno viene donde mí y no odia a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío" (Lc 14,26). Sólo aquel que está dispuesto a romper con todos sus lazos humanos podrá compartir la vida de Jesús y participar de su misión (Mc 1,20; Lc 9; 59- 60; Lc 9,61-62).
Profesión. El seguimiento de Jesús exige un cambio de profesión. "Venid en pos de mí y haré de vosotros pescadores de hombres. Al instante, dejando las redes, le siguieron" (Mc 1,17-18). El discípulo rompe con cualquier proyecto personal de vida. De ahora en adelante su proyecto será el de Jesús.
Despojo efectivo de los bienes. El seguimiento exige incluso el abandono de todo lo que se tiene (Le 18,18-23) y el adoptar un género de vida marcado por la inseguridad. Pero eso mismo le une a la situación del Hijo del Hombre que "no tiene donde reclinar la cabeza" (Lc 9,58). Cuando Jesús envía a los Doce (Mc 6,8-9) les recomienda que vayan sin nada para el camino, pero que lleven sandalias y bastón. Estos son para que ayuden a los mensajeros a desempeñar mejor y más rápidamente su misión.
Renuncia a la propia vida. "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará" (Mc 8,3435).
El anuncio de la llegada del Reino provoca una gran esperanza mesiánica en el pueblo que se manifiesta en un clima de entusiasmo e incluso de exaltación. Sin embargo, en un momento dado, Jesús se da cuenta de que se encamina a un enfrentamiento con la sociedad judía y que le espera un fin trágico. A partir de aquel momento presenta a sus seguidores una nueva exigencia: cargar con la cruz (Mc 8,34; Mt 16,24; Lc 9,23).
Antes de proseguir nuestra reflexión me parece necesario considerar dos puntos.
La vida de Jesús es un ejemplo vivo de estas rupturas y renuncias, que tienen un sentido positivo : la total libertad para la dedicación al reino de Dios.
El seguimiento de Jesús crea un vínculo especial entre aquellos que participan de la misma aventura. La institución de los discípulos, a mi parecer, pretendía formar una comunidad de hombres libres de las grandes servidumbres de la condición humana, a fin de que pudiesen, por esto mismo, entregarse totalmente al servicio del Reino.
La práctica histórica de Jesús
Su estilo de vida se ordenaba a la acción. No vivía en el desierto como los ermitaños, ni en la clandestinidad como los zelotas. Su vida transcurría en medio de la sociedad de su tiempo.
La acción de Jesús puede ser analizada en los diversos niveles en que se articula toda sociedad: económico, político, social y religioso. Todos sus actos tenían una coherencia profunda, pues procedían de opciones que se unificaban en el proyecto fundamental del reino de Dios.
Nivel económico. En este nivel la práctica de Jesús se concretiza en una exigencia de compartir los bienes y en una actitud de comunión con los pobres (Le 16,19-31; 19,1- 10). Práctica que se opone a la acumulación de riquezas, que Jesús condenó de manera vehemente (Mt 19,23-24; Le 18,24-27). Jesús era un pobre, y hace de su pobreza una comunión con todos los pobres. Comunión que se traducirá en solidaridad activa.
Nivel social, nivel de las relaciones humanas. En medio de una sociedad dominada por el miedo y el interés, Jesús se manifiesta con una total independencia delante de los grandes (Le 13, 32-33; 23,842; Jn 18,19-23; 18,33-37) y con una compasión sin igual por el pueblo. Con todos y con todo una libertad soberana. Lo que debe regir las relaciones humanas no es el miedo o el interés sino el amor, que comienza por la práctica de la justicia y llega incluso al perdón de los enemigos (Mt 5,43-48; Le 23,34).
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