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7 Pecados Capitales


Enviado por   •  19 de Octubre de 2012  •  3.458 Palabras (14 Páginas)  •  560 Visitas

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Pecados Capitales

1. La Soberbia.

Es el principal de los pecados capitales. Es la cabeza de “todos” los restantes pecados. Recordemos que por esta falta, según la teología cristiana, el hombre fue expulsado del jardín del paraíso. Es una ofensa directa contra Dios, en cuanto el pecador cree tener más poder y autoridad que Dios. En general es definida como “amor desordenado de sí mismo”. Según Santo Tomás la soberbia es “un apetito desordenado de la propia excelencia”. Se considera pecado mortal cuando es perfecta, es decir, cuando se apetece tanto la propia exaltación que se rehúsa obedecer a Dios, a los superiores y a las leyes. Se trata de renunciar a Dios en cuanto es Verdad y sentido conductor de la existencia e instalarse a sí mismo como Verdad suprema e infalible y como fundamento de la acción humana. De la misma manera, y guardando las distancias, se aplica al respeto y a la consideración que los subordinados le deben a las autoridades legítimamente constituidas. De la soberbia se desprenden las siguientes faltas menores:

· La vanagloria: es la complacencia que uno siente de sí mismo a causa de las ventajas que uno tiene y se jacta de poseer por sobre los demás. Así mismo, consiste en la elaborada ostentación de todo lo que pueda conquistarnos el aprecio y la consideración de los demás.

· La Jactancia: falta de los que se esmeran en alabarse a sí mismos para hacer valer vistosamente su superioridad y sus buenas obras. Sin embargo, no es pecado cuando tiene por fin desacreditar una calumnia o teniendo en miras la educación de los otros.

· El Fausto: consiste en querer elevarse por sobre los demás en dignidad exagerando, para ello, el lujo en los vestidos y en los bienes personales; llegando más allá de lo que permiten sus posibilidades económicas.

· La altanería: Se manifiesta por el modo imperioso con el que se trata al prójimo, hablándole con orgullo, con terquedad, con tono despreciativo y mirándolo con aire desdeñoso.

· La ambición: Deseo desordenado de elevarse en honores y dignidades como cargos o título, sólo considerando los beneficios que les son anexos, como la fama y el reconocimiento

· La hipocresía: simulación de la virtud y la honradez con el fin de ocultar los vicios propios o aparentar virtudes que no se tienen.

· La presunción: consiste en confiar demasiado en sí mismo, en sus propias luces, en persuadirse a uno mismo que es capaz de efectuar mejor que cualquier otro ciertas funciones, ciertos empleos que sobrepasan sus fuerzas o sus capacidades. Esta falta es muy común porque son rarísimos los que no se dejan engañar por su amor propio, los que se esfuerzan en conocerse a sí mismos para formar un recto juicio sobre sus capacidades y aptitudes.

· La desobediencia: es la infracción del precepto del superior. Es pecado mortal cuando esta infracción nace del formal desprecio del superior, pues tal desprecio es injurioso al mismo Dios. Pero cuando la violación del precepto no nace del desprecio sino de otra causa y considerando la materia y las circunstancias del caso, puede ser considerada una falta menor.

· La pertinacia: consiste en mantenerse adherido al propio juicio, no obstante el conocimiento de la verdad o mayor probabilidad de las observaciones de los que no piensan como el sujeto en cuestión.

El remedio radical contra la soberbia es la humildad. Según el cristianismo, “Dios abate a los soberbios y eleva a los humildes (Luc. 14)

2. La Acidia (Pereza).

Es el más “metafísico” de los Pecados Capitales en cuanto está referido a la incapacidad de aceptar y hacerse cargo de la existencia en cuanto tal. Es también el que más problemas causa en su denominación. La simple “pereza”, más aún el “ocio”, no parecen constituir una falta. Hemos preferido, por esto, el concepto de “acidia” o “acedía”. Tomado en sentido propio es una “tristeza de animo” que nos aparta de las obligaciones espirituales y divinas, a causa de los obstáculos y dificultades que en ellas se encuentran. Bajo el nombre de cosas espirituales y divinas se entiende todo lo que Dios nos prescribe para la consecución de la eterna salud (la salvación), como la práctica de las virtudes cristianas, la observación de los preceptos divinos, de los deberes de cada uno, los ejercicios de piedad y de religión. Concebir pues tristeza por tales cosas, abrigar voluntariamente, en el corazón, desgano, aversión y disgusto por ellas, es pecado capital.

Tomada en sentido estricto es pecado mortal en cuanto se opone directamente a la caridad que nos debemos a nosotros mismos y al amor que debemos a Dios. De esta manera, si deliberadamente y con pleno consentimiento de la voluntad, nos entristecemos o sentimos desgano de las cosas a las que estamos obligados; por ejemplo, al perdón de las injurias, a la privación de los placeres carnales, entre otras; la acidia es pecado grave porque se opone directamente a la caridad de Dios y de nosotros mismos.

Considerada en orden a los efectos que produce, si la acidia es tal que hace olvidar el bien necesario e indispensable a la salud eterna, descuidar notablemente las obligaciones y deberes o si llega a hacernos desear que no haya otra vida para vivir entregados impunemente a las pasiones, es sin duda pecado mortal.

Son efectos de la pereza:

· La repugnancia y la aversión al bien que hace que este se omita o se practique con notable defecto.

· la inconsistencia en el bien, la continua inquietud e irresolución del carácter que varía, a menudo, de deseos y propósitos, que tan pronto decide una cosa como desiste de ella, sin ejecutar nada.

· Una cierta pusilanimidad y cobardía por la cual el espíritu abatido no se atreve a poner manos a la obra y se abandona a la inacción.

· La desesperación de considerar que la salvación es imposible, de tal manera que lejos de pensar el hombre en los medios de conseguirla se entrega sin freno alguno a sus propias pasiones.

· La ociosidad, la fuga de todo trabajo, el amor a las comodidades y a los placeres.

· La curiosidad o desordenado prurito de saber, ver,

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