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Amor A Los Enemigos


Enviado por   •  5 de Junio de 2014  •  2.343 Palabras (10 Páginas)  •  379 Visitas

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Jesús y las riquezas

Santiago: 5:1-8

Durante este mes hemos estado hablando sobre la fe genuina, las pruebas, la sabiduría, palabras sabías la ley del amor, y hoy por último sobre las riquezas.

El concepto tanto en el AT como en el NT es que la riqueza es una bendición de Dios. Abraham es un ejemplo de un hombre rico que teme a Dios Gn. 13:2. Los salmistas celebran las bendiciones materiales, dice que el varon piadoso florece como árbol plantado junto a corrientes de agua. Salmo 112:1,3 Bienes y riquezas hay en la casa del hombre que teme a Jehová”. Dios nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Entonces si la riqueza es una bendición de Dios porque en el libro de Santiago encontramos estas duras palabras para aquel que acumula riquezas?

Para comprender el alcance de este pensamiento es conveniente observar el contexto histórico del siglo I y de Palestina en particular.

1. LA SITUACIÓN SOCIO-ECONÓMICA DE LA ÉPOCA DE JESÚS

Los factores determinantes de la posición social en el siglo I d.C.

En las modernas sociedades industriales, el factor determinante de la posición social de un individuo es el económico. Atendiendo a ese factor y, en concreto, a la relación con los medios de producción, a partir de Karl Marx, y las clases sociales, se iniciaron dos clases sociales, antagónicas e irreconciliables, en que Marx había dividido a la humanidad: la proletaria u obrera y la capitalista o burguesa, se añadió después la clase media, que, como su nombre indica, denota una posición económica intermedia entre el proletariado y la burguesía.

En la sociedad del Imperio romano la posición social que ocupaba una persona venía determinada primordialmente, no por el factor económico, sino por la familia en la que nace. Otros factores eran la condición de libre, esclavo, el origen étnico, la ciudadanía, el honor o la deshonra, la educación, el trabajo, el sexo y los éxitos o fracasos.

2. Desde el ángulo estrictamente económico, había en el Imperio dos categorías, separadas por un abismo: los ricos y los pobres. Los primeros (los plousioi o dives), disponían de medios y recursos abundantes para vivir con la mayor holgura sin necesidad de tener que trabajar los segundos, comprendían tanto a los que para poder vivir dependían de su trabajo (los penétes o pauperes), cuanto a los que no podían sobrevivir sin mendigar (los ptókhoi, egentes o indigentes)13.

La pobreza se consideraba como algo natural, se atribuía a la holgazanería de los pobres mismos o al designio de los dioses, en especial, de la diosa Fortuna. Isaías 65………….:11, 12ª “Pero vosotros los que dejaís a Jehová que olvidáis mi santo monte, que nonéis mesa para la Fortuna y suministráis libaciones para el Destino, yo también os destinaré a la espada” Pueblo Israel.

En este contexto, no tiene nada de extraño la ceguera y la insensibilidad de los ricos respecto a los pobres ni el hecho de que nadie se preocupara de analizar las causas reales de la pobreza. Las personas acomodadas estaban tan acostumbrados a equiparar a los esclavos con los indigentes, que miraban y trataban a ambos con el mismo desprecio. La piedad o la compasión hacia los sectores más desfavorecidos de la población brillaba por su ausencia. Si, ocasionalmente, se hacía algo por ellos, era para evitar que su situación desesperada los llevara a alterar el orden público, a motines o sublevaciones.

En el mundo greco-romano hacer el bien era incluso un deber cívico-patriótico, pero ni el griego ni el romano extendían su benevolencia hacia los pobres. En una época en donde, como lo atestiguan las inscripciones y textos literarios, las donaciones se hacían de manera interesada, esperando siempre alguna reciprocidad, los pobres, que no tenían nada que ofrecer a cambio, no podían esperar ayuda alguna. La beneficencia se limitaba a los que eran de la misma posición social, a los amigos y conocidos no llegaba a los pobres. Este desinterés por ellos se refleja en el hecho de que en la literatura profana del tiempo ni siquiera se encuentra el concepto de limosna.

Como consta en diferentes testimonios de la época, no sólo de inscripciones sino también de escritores como Horacio, Tácito, Cicerón, Juvenal, Marcial, Séneca o Plinio, la meta de la vida era ser rico.

3.La situación en Palestina, la Palestina del tiempo de Jesús constituía una sociedad teocrática, que giraba en torno a la Ley mosaica y al Templo de Jerusalén, fuertemente jerarquizada y de tipo patriarcal, en donde el padre de familia estaba investido de la autoridad suprema en el ámbito familiar. Dicha sociedad vivía de la agricultura, la artesanía y el comercio, y estaba compuesta por tres estratos sociales: superior, medio y bajo. Al estrato superior pertenecían los príncipes y miembros de la familia real de Herodes, los altos dignatarios de la corte, la aristocracia sacerdotal o sumos sacerdotes, y las familias de abolengo, junto con los grandes terratenientes, comerciantes o negociantes.

2. EL PENSAMIENTO Y LAS EXIGENCIAS DE JESÚS ACERCA DEL DINERO Y LA RIQUEZA

1. La opinión de Jesús, según los evangelios, sobre el dinero y la riqueza

era que el dinero constituye una continua fuente de preocupación para los seres humanos, impropia de los seguidores de Jesús, cuya interés fundamental ha de ser que reine la justicia de Dios Padre (Mt 6,25-34 par).

Con dinero se llevan a cabo las operaciones de compra y venta (Mt 10,29: 13,44-46 Lc 14,18-19 par: 17.28), y por su medio los hombres adquieren tanto lo necesario para vivir (Mc 6,35-37 y pars.), como lo superfluo(1Cor16,19). También con dinero se remunera el trabajo humano (Mt 19,30-20,16) y se obtienen los servicios que pueda necesitar una persona (Mc 5,25-26 pars Lc 10,33-35) igualmente se pagan con él los tributos y los impuestos, justos o abusivos que imponen al pueblo los gobernantes, tanto políticos como religiosos (Mt 18,24-27 Mc 12, 13-17 pars.)Con el dinero se negocia: se presta con intención de recobrarlo con intereses (Lc 4 6,34) o se mete en el banco para que rente (Mt 25,24-26 par).

El dinero puede emplearse en beneficio de los otros: para ganar amigos (Lc 16,9), para dar limosnas o para ayudar a los necesitados (Mt 6,3-4 Mc 10,21 pars Lc 8.3 10,33-35 12,23 cf Mc 14,5 pars.: Jn 13,29): pero también puede utilizarse para adquirir fama de santidad o renombre a costa de los pobres (Mt 6,2) y, bajo pretexto religioso, puede degenerar en la ostentación, el orgullo o el desprecio de los demás (Mc 12,41-44 par Lc 18,9-14) El dinero proporciona a los seres humanos seguridad: con él se tienen las espaldas cubiertas o se encara el futuro con desahogo (Lc 12,15-19 cf. Mc 6,7-9 pars Lc 10,4). Sin embargo,

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