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CARACTERÍSTICAS DE UN BUEN CATEQUISTA

Gigi33331 de Enero de 2014

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CARACTERÍSTICAS DE UN BUEN CATEQUISTA

Una misión trascendente

Tu misión es transformar el mundo

Dominio de la fe, moral católica y cultura general

Una gran capacidad pedagógica

Un hombre íntegro

Una profunda vida interior

Trabajar en equipo

Con sus funciones de una manera profesional

Ser catequista: una misión trascendente, un reto y una gran responsabilidad.

Ser catequista no es cualquier cosa: tienes en tus manos lo más importante de la educación de los niños, pues lo que ellos aprenderán de ti no sólo les ayudará a conseguir una nota aprobatoria o un título universitario, sino que les ayudará a ser verdaderamente felices en esta vida y a conseguir la felicidad eterna. ¿Puede existir algo más importante?

Ser catequista es un reto y una gran responsabilidad, pues el mensaje que estarás transmitiendo a tus alumnos es el mensaje de Jesucristo y estarás influyendo no sólo en su intelecto, sino que llegarás a su espíritu, a su corazón, a su alma y podrás colaborar de una manera eficaz con el Espíritu Santo en la transformación en Cristo y para Cristo del corazón de cada niño.

El catequista debe ser el mejor de los maestros, pero no solamente eso, sino un verdadero apóstol, que sea capaz de ver en sus alumnos a las almas que Jesucristo quiere que guíe hacia Él.

Por todo esto, ser catequista no se puede tomar a la ligera. Para ser educador de la fe, se necesita un compromiso personal, serio, meditado y profundo.

"No son ustedes los que me han elegido a mí, soy Yo el que los ha elegido para que vayan y den fruto, y este fruto permanezca".

 

Tu misión es transformar el mundo

Si tú has decidido y te has comprometido a ser un buen catequista, entonces:

- Ayudarás a que cada uno de tus alumnos descubra el amor de Dios en su vida, y haga del amor de Dios el motor de sus actitudes y acciones.

- Ayudarás a que en la vida de aquellos que sean sus alumnos, desaparezcan las crisis de fe, la ignorancia, la indiferencia y la apatía religiosa que debilitan enormemente a la Iglesia.

- Colaborarás a que Jesucristo se convierta en el centro, modelo y criterio de la vida de cada alumno, ayudándolo a conocerlo por el estudio completo y exigente de la doctrina católica, a amarlo por medio de la reflexión personal de las verdades de fe y a imitarlo por la vivencia de la fe y de un compromiso apostólico serio.

- Ayudarás a cada niño a descubrir, en un mundo regido por la indiferencia religiosa y el materialismo, un sentido diferente para su vida, brindándole una opción que definirá sus actitudes y convicciones, que le llevará a buscar la virtud y que iluminará todas sus acciones.

- Contribuirás a que la escuela católica y la parroquia se conviertan en verdaderos centros de la nueva evangelización, de formación de líderes cristianos comprometidos con Dios, con la sociedad y con la Iglesia.

- Colaborarás en la transformación en Cristo del corazón de cada uno de tus alumnos, logrando así la transformación de la sociedad de acuerdo al proyecto cristiano.

Tu misión : transformar el mundo. Esa es tu misión. Esos son los frutos de tu trabajo que el mundo, la Iglesia y el mismo Jesucristo esperan de ti.

Por esto, no cualquiera puede ser catequista. Se necesita que la persona elegida para ese puesto cumpla con ciertos requisitos o cualidades que harán que su labor sea eficaz dentro de la Iglesia.

Dominio de la fe, moral católica y cultura general

1. El catequista debe tener un amplio dominio de la fe y la moral católicas y una amplia cultura general.

Debes estar a la altura de la madurez espiritual de tus alumnos, ser capaz de responder competentemente a todas sus dudas para orientarlos correctamente hacia la verdad.

Para ser catequista no basta con la buena intención.

Por esto, el catequista que la Iglesia necesita:

a) Conoce y domina los conceptos y contenidos de la auténtica doctrina católica.

Es asiduo estudioso de los temas referentes a la fe y la moral cristianas.

Estudia constantemente las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia, para no confundirse con ideas contrarias a su fe católica.

Profundiza diariamente en el mensaje evangélico. Conoce a la perfección lo que Cristo vino a enseñarnos.

b) Tiene una amplia cultura general y la renueva constantemente, para ser capaz de aplicar la doctrina de la Iglesia a los temas y problemas actuales.

c) Está siempre dispuesto a aprender y renovar sus conocimientos a través de cursos de capacitación y lecturas formativas.

Una gran capacidad pedagógica

Un verdadero educador de la fe debe estar preparado pedagógicamente para poder llevar a cabo la delicada tarea de moldear las almas y mentes de los niños.

No sirve saber mucho si no se sabe cómo transmitir conocimientos de una manera adecuada a la edad y etapa de formación de los alumnos.

Por eso, el catequista que la Iglesia necesita:

a) Es un asiduo estudioso de la psicología y los intereses de los niños.

Se esfuerza por conocer a cada uno de sus alumnos, sabiendo que es un alma que Dios le ha confiado y que tiene una misión importante e insustituible dentro de la Iglesia.

Trata a cada uno de acuerdo a sus características individuales, potenciando sus cualidades al máximo y desarrollando todas sus capacidades intelectuales: estudio, memoria, análisis y síntesis y actitudes de reflexión y de acción que los conviertan en un verdadero apóstol del Reino de Cristo.

Sabe escuchar a cada alumno, dándole atención personal y dedicándole el tiempo necesario.

Confía en la capacidad de cada alumno, haciendo que se sienta seguro y desarrolle una alta autoestima.

Sabe reconocer sus logros, por más pequeños que éstos sean. Los motiva constantemente para que tengan interés en la clase de formación católica.

Se preocupa no sólo de transmitir datos, sino de lograr que estos datos influyan y transformen la vida de los alumnos.

Un hombre íntegro

Antes de ser catequista eres ser humano, hombre o mujer.

Como tal, teniendo una misión tan importante dentro del mundo, se espera que seas una persona que sepas desarrollar armónicamente todas tus potencialidades: sentimientos, inteligencia y voluntad.

El tipo de catequista que la Iglesia necesita:

Es una persona coherente que ama y busca la verdad y ajusta su comportamiento a ella.

Vive y da testimonio de los contenidos que conoce y que enseña en sus clases.

Corrobora todo lo que predica con su vida personal, familiar y profesional.

Tiene y mantiene una reputación moral intachable pues sabe que será un modelo y ejemplo a seguir de sus alumnos.

Tiene una recta escala de valores: Dios ilumina su inteligencia, su inteligencia a la voluntad y la voluntad a los sentimientos.

Es una persona madura con un gran equilibrio emocional que la hace fuerte para afrontar problemas y dificultades.

Sabe dominarse y nunca pierde el control de sus emociones frente a los alumnos.

Le da una gran importancia a la puntualidad, como muestra del respeto que tiene hacia los demás. Empieza su clase a tiempo y la termina a tiempo.

Es responsable. Está consciente de su deber y nunca se acoge a excusas para dejar de cumplirlo.

Cuida su presentación personal, vistiendo de una manera digna, sencilla, elegante y adecuada a su edad.

Una profunda vida interior

Nadie da lo que no tiene. Para transmitir fielmente el mensaje de Dios debes llenarte de Dios: ser una persona con una profunda vida interior, que reconoce el valor de la oración y que ama profundamente a Jesucristo y a su Iglesia. Este amor forzosamente se reflejará en tu trabajo de catequesis.

Por esto, el catequista que la Iglesia necesita:

Tiene una profunda vida de oración.

Mantiene una relación personal con Jesucristo. Lo ama real y apasionadamente.

Su ejemplo transmite una convicción profunda de la fe católica, comunica una gran experiencia de Dios, contagia el amor de Cristo a los demás. Viendo al catequista, los alumnos descubren y experimentan a Dios de manera personal en sus vidas.

Reconoce la acción de Dios en su tarea de catequesis, lo deja actuar por medio del Espíritu Santo, y recuerda siempre que él sólo es un instrumento para sembrar la semilla que Dios hará germinar.

Valora la vida de Gracia y por ello se acerca frecuentemente a los sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía. Sabe que si el sarmiento se separa de la vid, no podrá dar fruto.

Ama a la Iglesia profundamente. Se alegra con sus triunfos y se entristece con sus fracasos. La defiende de los ataques de sus enemigos y trabaja por su extensión.

Reconoce al Papa como la autoridad suprema de la Iglesia. Estudia su palabra y la toma como propia.

Ama a las almas de todos los hombres. Se preocupa por sus salvación eterna y por eso ora por ellos y trabaja eficazmente para que en todas ellas reine Jesucristo.

Reconoce a María como su gran aliada en la tarea de catequesis. Le tiene una gran devoción que la manifiesta con la imitación de sus virtudes.

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