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Comentario De 1 Epistola De San Pedro

5 de Noviembre de 2013

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Comentario sobre la

Primera Epístola de San Pedro

por Juan calvino

EL ARGUMENTO

El plan de Pedro en esta Epístola es de exhortar a los fieles a una negación del mundo y un menosprecio del mismo, para que sean librados de afecciones carnales y todos los estorbos terrenales, pueden con su alma entera aspira al reino celestial de Cristo, y en estar apoyándose por medio de la paciencia y fortificados usando valor y perseverancia para vencer toda clase de tentaciones, y proseguir en este camino y la práctica de esta vida.

Por eso al principio proclama en palabras expresas la gracia de Dios que fue dado a conocer a nosotros en Cristo; y al mismo tiempo agrega, que es recibida por fe y poseída por esperanza, para que los piadosos levanten sus mentes y sus corazones por encima del mundo. Por eso, los exhorta a la santidad, por temor a que den por cancelado el precio con que fueron redimidos, y por temor a que ellos hagan que la semilla incorruptible de la Palabra, con que habían sido regenerados a la vida eterna, sea destruida o muera. Y como había dicho, que habían sido nacidos de nuevo por la Palabra de Dios, menciona su infancia espiritual. Además, para que su fe no vacile ni tiemble, porque vieron que Cristo fue despreciado y rechazado por casi el mundo entero, les recuerda que esto fue sólo el cumplimiento de lo que había sido escrito de él, que sería la piedra de tropiezo. Pero aún más les enseña lo que sería una base firme a los que creen en él. Por eso, otra vez se refiere al gran honor a que Dios los había levantado, para que sean animados por la contemplación de su estado anterior, y por la percepción de sus beneficios presentes, para dedicarse a sí mismos a una vida santa.

Viene después a exhortaciones particulares, — que se conduzcan a sí mismos en humildad y obediencia bajo el gobierno de príncipes, que los sirvientes deben estar sujetos a sus maestros, que las mujeres deben obedecer a sus maridos y ser modestas y castas, y así, por otro lado, los maridos deben tratar a sus mujeres con bondad. Y entonces les ordena observar lo que fue justo y correcto del uno hacia el otro; y para que hagan esto de buena gana, pone ante ellos lo que sea el fruto — una vida pacífica y feliz.

Sin embargo, como sucedió a cristianos, que no importa cuánto buscaron la paz, a menudo fueron acosados por muchas heridas, y en cuanto que el mundo no tenía ninguna causa justa para ser hostil a ellos, los exhorta que soporten tranquilamente sus persecuciones, que supieron promoverían su salvación. Para este fin trae hacia adelante el ejemplo de Cristo. Por otro lado, les recuerda qué fin infeliz aguarda a los impíos, mientras tanto Dios entregue maravillosamente su Iglesia de la muerte por la muerte. El se refiere aún más al ejemplo de Cristo para imponer la mortificación de la carne. A esta exhortación agrega varias oraciones breves; pero poco después regresa a la doctrina de la paciencia, para que los fieles mezclen consuelo con sus males, para considerar como bueno para ellos el ser castigado por la mano paternal de Dios.

Al principio del quinto capítulo él recuerda a los ancianos de su deber, no de tiranizar sobre la Iglesia, sino para presidir bajo Cristo con moderación. Recomienda a los jóvenes la modestia y de ser dóciles para aprender. Por fin, después de una exhortación corta, cierra la Epístola con una oración.

En cuanto al lugar dónde escribió, no todos están de acuerdo. Sin embargo, no hay razón que veo por qué debemos dudar que estuviera en este momento en Babilonia, como declara expresamente. Pero como la persuasión había prevalecido, que había cambiado de Antioquía a Roma, y que él murió en Roma, los antiguos, dirigidos por este único argumento, se imaginó que Roma aquí es llamada alegóricamente Babilonia. Pero como sin alguna conjetura probable que creyeron temerariamente lo que han dicho del episcopado romano de Pedro, así que también esta invención alegórica debía ser considerada como nada. Es verdaderamente mucho más probable que Pedro, según el carácter de su apostolado, viajó sobre esas partes en las que la mayor parte de los judíos residieron; y sabemos que un gran número de ellos estuvo en Babilonia y en los países circundantes.

1 Pedro 1:1-2

1. Pedro, apóstol de Jesucristo, a los expatriados de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia,

2. elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas.

1. “Pedro, apóstol” Lo que expresa en esta salutación es lo mismo que en la de Pablo, y no requiere ninguna explicación nueva. Cuando Pablo oró por la gracia y la paz, el verbo está dejado afuera; pero Pedro lo agrega, y dice, “sean multiplicadas”; mas el significado es todavía el mismo; porque Pablo no deseó a los fieles el principio de la gracia y la paz, sino el crecimiento de ellas, eso es, que Dios completaría lo que había empezado.

“A los elegidos”, o los escogidos. Puede ser preguntado, ¿cómo puede ser averiguado?, porque la elección de Dios es oculta, y no puede ser conocida sin la revelación especial del Espíritu; y como cada uno está asegurado de su propia elección por el testimonio del Espíritu, así que no puede saber nada con certeza sobre los demás. A este contesto, que no debemos de preguntar con curiosidad acerca de la elección de nuestros hermanos, sino al contrario debemos considerar su llamamiento, para que todos los que sean admitidos por fe en la iglesia, deben de estar contados como los elegidos; porque así Dios los separa del mundo, que es un signo de elección. No es una objeción en decir que muchos caigan lejos, sin tener nada sino la apariencia; porque es el juicio de la caridad y no de fe, cuando creemos que todos son elegidos en quien parece la marca de la adopción de Dios. Y que él no trae su elección del consejo escondido de Dios, sino lo entiende de su efecto, es evidente del contexto; porque después lo conecta con la santificación del Espíritu. Hasta que entonces como demostraron que fueron regenerados por el Espíritu de Dios, por lo mismo los cree ser los elegidos de Dios, porque Dios no santifica a nadie sino más que a los que ya ha elegido.

Sin embargo, al mismo tiempo nos recuerda de donde viene dicha elección, por la que estamos separados para la salvación, para que no perezcamos con el mundo; porque dice, según la presciencia de Dios que Esto es la fuente y la primera causa: Dios supo antes que el mundo fuera creado a quien había sido elegido para la salvación.

Pero debemos considerar sabiamente lo que esta precognición o presciencia es. Para los sofistas, para oscurecer la gracia de Dios, se imaginan que los méritos de cada uno son previstos por Dios, y por eso así los reprobados están distinguidos de los elegidos, como cada uno demuestra ser digno de este o ese terreno. Pero la Escritura pone por todas partes el consejo de Dios, en que está fundada nuestra salvación, en la oposición a nuestros méritos. Por eso, cuando Pedro les llama elegidos según la precognición de Dios, él insinúa que la causa de ello depende única y solamente en Dios solo, porque el de su propio albedrio libre nos habría escogido. Entonces la presciencia de Dios excluye cada mérito en la parte del hombre. Hemos tratado este asunto más ampliamente en el primer capítulo de la Epístola a los Efesios, y en otros lugares.

Sin embargo, como en nuestra elección le asigna el primer lugar al favor gratuito de Dios, así que otra vez nos haría saberlo por los efectos, porque no hay nada más peligroso o más absurdo que dejar pasar nuestro llamamiento y para buscar la certeza de nuestra elección en la presciencia oculta de Dios, que es el laberinto más profundo. Por lo tanto para evitar este peligro, Pedro suministra la mejor corrección; porque aunque en primer lugar nos hace considerar el consejo de Dios, la causa de que es solamente en él mismo; todavía nos invita a advertir el efecto, por lo cual expone y testifica de nuestra elección. Ese efecto es la santificación del Espíritu, aún el llamamiento eficaz, cuando la fe es añadida a la predicación externar del evangelio, la cual fe es engendrada por la operación interna del Espíritu.

“A los expatriados” Los que piensan que todos los piadosos están llamados así, porque son extranjeros en el mundo, y avanzan hacia el país celestial, se equivocan mucho, y este error es evidente de la palabra dispersión que sigue inmediatamente; porque esto solo se puede aplicar a los judíos, no sólo porque fueron desterrados de su propio país y dispersados aquí y allá, pero también porque habían sido expulsados de esa tierra que había sido prometida a ellos por el Señor como una herencia perpetua. El verdaderamente después llama a todos los fieles expatriados, porque son peregrinos en la tierra; pero la razón aquí es diferente. Fueron expatriados, porque habían sido dispersados, algunos en Ponto, algunos en Galacia, y en algunos en Bitinia. No es extraño que dirigió esta Epístola más especialmente para los judíos, porque supo que fue designado en una manera especial de ser su apóstol, como Pablo nos enseña en Gálatas 2:8. En los países que él enumera, él incluye todo de Asia Menor, del Euxino a Capadocia.

“A obediencia” El agrega dos cosas a la santificación, y parece comprender la novedad de la vida por obediencia, y por el rociar de la sangre de Cristo la remisión de pecados. Pero si éstos son partes o efectos de la santificación, entonces santificación debe ser entendida aquí en una manera diferente de lo que significa

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