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EL CRISTIANISMO: MISTERIOS Y VERDADES


Enviado por   •  10 de Noviembre de 2013  •  2.424 Palabras (10 Páginas)  •  231 Visitas

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“Que todos sean uno como tú, Padre estás en mí y yo en ti. Sean también uno en nosotros; así el mundo creerá que tú me has enviado.”

Juan 17,21

Desde aquel día memorable de la Pascua, en que Jesús dijo estas palabras de unidad, la batalla del enemigo de Dios comenzó. El terreno es la unidad de los cristianos. Esta unidad es la señal para que los hombres crean en Jesús, por eso desde los primeros tiempos comenzó la lucha hasta el lastimoso estado de la cristiandad hoy, no solo dividida, sino militante en unos contra otros y todos bajo el nombre de cristianos.

Tenemos que dejar bien claro que quien divide es el demonio y quien se ocupa de dividir hace la obra del maligno, esa es la labor del enemigo de Dios: “dividir, destruir, robar”

Nuestra Iglesia Católica tiene dos mil años de historia. ¿Cuándo comenzó la división de la Iglesia?

Por lo general, se cree que en el siglo XI con el Cisma entre el Oriente y el Occidente, pero realmente comenzó mucho antes.

El presente artículo, tiene el objetivo de dar a conocer cuáles fueron las causas que llevaron a la separación de la Iglesia Cristiana, hacer una crítica reflexión y plantear cómo desde mi situación, puedo contribuir con lograr una convivencia respetuosa entre las diversas iglesias.

Pues bien, a lo largo del tiempo, nuestra sociedad se ha visto atacada por una diversidad de conflictos; ya sea por el poder político, por la posesión de territorios o por una mejora económica y social. Aunque no lo crean, dentro de la larga línea del tiempo de nuestra historia, la Iglesia también tuvo y tiene un papel fundamental.

Cuando se da el Cisma Religioso en el año 1054; es decir la división o separación de la Iglesia Católica, el rompimiento entre las Iglesias de Oriente y las de Occidente, fue tan fuerte, que hizo que la gente perdiera la fe en el cristianismo y buscara en otros lados soluciones más eficaces a sus problemas.

El papado, controlado por la monarquía francesa, fue obligado a residir en Aviñón durante casi todo el siglo XIV, lo que condujo al estallido del Cisma de Occidente que dividió a la cristiandad hasta el punto, de llegar a existir tres papas simultáneos a principios del siglo XV.

Desde aquel instante hasta la actualidad, ambas se denominan a sí mismas Iglesia Católica Romana e Iglesia Católica Ortodoxa y reivindican también la exclusividad de la fórmula “Una, Santa, Católica y Apostólica”, al tiempo que cada una se considera como la única heredera legítima de la Iglesia primitiva fundada por Cristo y atribuye a la otra el “haber abandonado a la Iglesia verdadera”.

Sea como fuere, la Historia nos deja constancia de una suerte de intención latente de acercamiento entre ambas Iglesias. Así, en 1274 tuvo lugar una primera voluntad de aproximación con motivo del II Concilio de Lyon y, en 1439, volvieron a reunirse en el Concilio de Basilea, pero las dos ocasiones se vieron avocadas al fracaso por la recíproca intransigencia en algunos aspectos doctrinales y disciplinarios.

Más recientemente, algunas Iglesias orientales decidieron aceptar la primacía absoluta del Papa y ahora se denomina Iglesias Orientales Católicas. Y, a raíz del Concilio Vaticano II, convocado en 1962 por el Papa Juan XXIII y clausurado en 1965 por Pablo VI, la Iglesia Católica Romana emprendió una serie de iniciativas que han contribuido al acercamiento entre ambas Iglesias, entre las que puede contarse la Declaración Conjunta del 7 de diciembre de 1965, en la que el Papa Pablo VI y el Patriarca Ecuménico Atenágoras I decidían “Cancelar de la memoria de la Iglesia la sentencia de excomunión que había sido pronunciada”.

Con el pasar de los años y con la aparición de nuevo movimiento filosófico e intelectual; es decir: la Ilustración, existió unatendencia que consideraba la Iglesia demasiada anticuada. Esta cuestión se fue haciendo más radical con el progresivo desarrollo del pensamiento moderno. Luego, en el siglo XIX se originaron algunos movimientos en dirección contraria, pero también mantuvieron la línea ya trazada y aquello continuó adelante. La pauta que había que seguir era que todo fuera verificable científicamente y de esa forma se produjo -esto lo expresa muy bien Bultmann- una imposición del, así llamado, concepto moderno de mundo, que fue aprobado como un valor altamente dogmático y que excluía la intervención de Dios, de los milagros, y de la Revelación. El hombre podía tener religión si quería, pero eso era algo solamente subjetivo y, por tanto, no podía tener relación con un contenido objetivo, común, vinculante y dogmático; cualquier dogma era considerado una contradicción para la razón humana. A pesar de estos vientos contrarios de la historia, la Iglesia se ha mantenido haciéndoles frente, y así continuará siempre.

En cualquier caso, la posición radical de la Ilustración se muestra aquí muy parcial, ya que una religión reducida a pura subjetividad no tiene fuerza formativa, sino que el sujeto se confirma a sí mismo. Lo que las ciencias naturales limitan a puro racionalismo, en el fondo, tampoco puede dar respuesta a todas las cuestiones. Las preguntas: ¿De dónde venimos?, ¿Qué soy yo?, ¿Cómo he de vivir?, ¿Para qué estoy aquí?, son cuestiones que pertenecen a una esfera distinta del racionalismo, y no se pueden contestar ni desde la mera subjetividad, ni desde un puro irracionalismo. Como consecuencia de ese modo de pensar, la Iglesia dejó de ser, temporalmente, una forma de vida para toda la sociedad; la Edad Media había acabado, al menos durante un tiempo previsible. Y la Iglesia pasó a ser un movimiento complementario -cuando no contrario- a la nueva concepción del mundo que entonces predominaba. Sin embargo, también se ha ido acreditando, al mismo tiempo, su necesidad y su justificación en la historia.

Como ya fue mencionado, en el año 1054 se produjo un cisma (separación) entre las Iglesias Orientales y a Iglesia Occidental. De tal manera, durante el primer milenio del Cristianismo, la Iglesia Occidental (o sea la Iglesia Romana) y las Iglesias Ortodoxas Orientales poseían exactamente la misma doctrina (enseñanza) sobre los dogmas de fe, casi los mismos ritos y el mismo derecho canónico. Las Iglesias Ortodoxas no han efectuado desde aquel entonces absolutamente ninguna reforma de estos dogmas y de este derecho canónico y casi ningún cambio en los ritos. Quiere decir, que las diferencias que existen

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