EL JUICIO DIVINO A HERODES EN EL CONTEXTO DE HECHOS 12
Frank BerrocalMonografía4 de Junio de 2017
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EL JUICIO DIVINO A HERODES EN EL CONTEXTO DE HECHOS 12
Hechos de los Apóstoles
Prof. Gerardo Nijland
Frank Isaac Berrocal Aréstegui
Bachillerato en Teología Bíblica
SEMINARIO EVANGÉLICO DE LOS ANDES
Mayo, 2015
Ayacucho – Perú
EL JUICIO DIVINO A HERODES EN EL CONTEXTO DE HECHOS 12
ÍNDICE
I. INTRODUCCIÓN
II. ANTECEDENTES
III. MOTIVO
IV. NATURALEZA
A. EL TOQUE
B. LA ENFERMEDAD
V. SÍNTESIS APLICATIVO
VI. CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA
EL JUICIO DIVINO A HERODES EN EL CONTEXTO DE HECHOS 12
I. INTRODUCCIÓN
El capítulo 12:1-24 de Hechos contiene grandes lecciones para la iglesia de hoy. A lo largo de su contenido giran temas de gran interés para una iglesia que es perseguida por causa del mensaje que proclama y que ve con cierta incertidumbre el futuro. Provee seguridad en un Dios soberano sobre todas las cosas, que de ningún modo abandonará a Su pueblo, que con justicia visitará a sus adversarios y que quitará todo obstáculo para la proclamación de Su evangelio.
Este capítulo constituye una unidad narrativa que es paralelo al relato anterior que se interrumpe en 11:30 y que continúa en 12:25. Está compuesto de tres secciones interrelacionadas secuencialmente: 1) Asesinato de Jacobo y encarcelamiento de Pedro (vv. 1-5); 2) Liberación milagrosa de Pedro (vv. 6-19); y 3) Muerte de Herodes (vv. 20-24). Y como es obvio por el título, la sección que se estará abordando en el presente trabajo monográfico será la última. No obstante, por ser ella sólo una parte de toda una unidad temática en la cual no es sino el desenlace final del relato general, de ninguna manera se la abordará aisladamente de las otras dos secciones que la anteceden. Todo lo contrario, se hará el respectivo análisis del pasaje, siempre considerando su relación con el resto del capítulo. De allí el título.
II. ANTECEDENTES
“Y Herodes estaba enojado contra los de Tiro y de Sidón; pero ellos vinieron de acuerdo ante él, y sobornado Blasto, que era camarero mayor del rey, pedían paz, porque su territorio era abastecido por el del rey” (v. 20).
Lucas empieza la sección con una breve descripción de la marcada hostilidad de Herodes[1] hacia Tiro y Sidón.[2] El verbo que usa para pintar este cuadro es una forma de thumomajéo (de thumós, pasión; májomai, luchar), que lleva la idea de estar muy encolerizado, estar muy enojado.[3] De allí que algunas Biblias, como la Biblia Textual (3ra edición) y la Nueva Biblia de Jerusalén (1998), lo traduzcan como “sumamente airado” y “fuertemente irritado” respectivamente, captando así la fuerza de la palabra.
Puesto que no es tema de su interés, el autor no proporciona en el texto ningún detalle que nos sugiera el motivo para dicha irritación. Tal vez, como lo proponen algunos, pudo deberse a alguna rivalidad comercial entre Cesarea y aquellos pueblos fenicios,[4] aunque otros prefieren atribuirle a alguna probable ambición.[5] Pero sea como fuere, lo que sí es claro en el texto es en cuanto a la crisis que estaba a punto de sobrevenir sobre aquella región, toda vez que por ser ciudades portuarias dedicadas fundamentalmente al comercio, dependían de los productos de Judea para la alimentación de su población,[6] y una mala relación con su rey de seguro les traería repercusiones perjudiciales en este aspecto.[7]
Además, todo parece indicar que Herodes ya hubiera empezado la guerra económica contra los tirios y sidonios, monopolizando sus productos y negándoles el acceso al mercado israelita, “haciendo de esta manera que vivieran una vida bastante difícil”.[8] Asimismo, es probable que la escasez mencionada en el capítulo anterior (11:28) haya empeorado la situación,[9] y, por lo tanto, haya hecho más urgente aún el que ambos pueblos actuaran al unísono (jomothumadón), con rapidez y efectividad.
Enviaron una embajada ante Herodes, a fin de que por medio de la diplomacia dispusieran la voluntad del rey a su favor y lograran reestablecer las relaciones de paz con Israel. Para asegurarse que eso ocurriera tuvieron que recurrir a Blasto, funcionario de confianza de Herodes que probablemente ejercía cierta influencia sobre su señor, dado que era costumbre de la época que, como lo dice Clarke, “para que alguien llegase al señor, tendría que 'sobornar' al camarista”.[10]
Aunque nada se diga en el texto sobre si la ira de Herodes contra los de Tiro y Sidón tuvo algo que ver con el incidente que le precedió con Pedro, sin embargo, el capítulo presenta ciertos indicios que podrían fácilmente establecer una relación al menos indirecta entre uno y otro suceso.[11] Por ejemplo la narración que Lucas hace del traslado de Herodes a Cesarea, luego que hubiera buscado sin éxito a Pedro y sentenciado a los soldados (v. 19), es considerada por Kistemaker como una “afirmación transicional”.[12] Esto exigiría pensar que Herodes tuvo que haberse dirigido a Cesarea muy disgustado por lo sucedido, y que ese disgusto no hizo más que excitar su ira contra los fenicios por un asunto ya pendiente. De allí que se entendería la expresión enfática con la que empieza el v. 20: “Estaba furioso con los habitantes de Tiro y de Sidón” (Nácar-Colunga).
III. MOTIVO
“Y un día señalado, Herodes, vestido de ropas reales, se sentó en el tribunal y les arengó. Y el pueblo aclamaba gritando: ¡Voz de Dios, y no de hombre! […] por cuanto no dio la gloria a Dios” (vv. 21, 22 y 23 b).
Acerca del motivo de la celebración en el “día señalado” del relato, no hay un común acuerdo entre los comentaristas.[13] No obstante, se entiende que fue un día especial en el que Herodes se presentó ante la tribuna en deslumbrantes atuendos, los cuales evidentemente no buscaban otra cosa sino atraer la atención del público a sí.[14] Lucas lo describe sencillamente como “vestido de ropas reales” (endusámenos esthota basilikén), mientras que el historiador Flavio Josefo, dando mayores detalles al respecto, lo hace como “cubierto con una vestidura admirablemente tejida de plata… [y] la plata, iluminada por los primeros rayos solares, resplandecía magníficamente, reluciendo y deslumbrando con aterradores reflejos a quienes lo miraban”.[15] Así de asombrosa e impresionante debió ser el presenciar aquella escena.
Allí mismo Herodes, muy inspirado, dirigió un discurso público a todos los presentes (edemegórei), entre los cuales posiblemente se encontraban los representantes de Tiro y Sidón. Siendo así, de seguro fueron ellos los que fomentaron la ovación blasfema, movidos por el interés de recuperar el favor del monarca para sus respectivos pueblos. Según Josefo, los aduladores comenzaron a lanzar exclamaciones para Agripa, llamándolo dios en las siguientes palabras: “Sénos propicio, y a pesar de que hasta ahora te hemos reverenciado como a un hombre, en adelante te contemplaremos como superior a la naturaleza mortal”.[16] Lucas por su parte solo registra la aclamación “¡Voz de Dios, y no de hombre!” (Theou phoné kai ouk anthrópou, lit. “de Dios la voz, y no de hombre”), la misma que, según parece, fue un cántico repetitivo, una especie de refrán, que crearon y entonaron con el fin de homenajearle y adularle.[17]
Herodes no hizo nada por impedir la impía alabanza, la cual de seguro no pasaba de ser una mera lisonja hecha por personas que buscaban algo de él. Siendo judío y conocedor de la ley, “debía saber cuán culpable era ese orgullo que le embriagaba”, de manera que “cuando el pueblo enceguecido le rindió públicamente honores divinos”, tendría que haberlo rechazado inmediatamente “como idolatría y sacrilegio”; pero decidió no hacerlo, quedándose así con la gloria que solo le pertenece a Dios, lo cual accionó la sentencia divina sobre sí, que además “tenía sobre su conciencia el asesinato de un apóstol del Señor”.[18] “Su desvío de Dios”, escribe Mario Veloso, “al aceptar, para sí, el tratamiento de dios que el pueblo le ofreció y, al pensarse a sí mismo como un dios, cayó en el máximo desvío de Dios que un ser humano puede realizar. Un delito sin perdón. Lo rechazó Dios”.[19] ¡Qué contraste con Pedro, que en este mismo lugar, impidió que el centurión Cornelio le adorase con las siguientes palabras: “Levántate, pues yo mismo también soy hombre”! (Hech. 10:25, 26).[20]
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