“ES LA CLAVE DE LA ORACIÓN”

“ES LA CLAVE DE LA ORACIÓN”

Mi reflexión nace, hoy, desde mi experiencia de hija. Mi padre fue un hombre pequeño de estatura física; pero muy grande de alma; para mí grande entre los grandes. Mi papá estuvo presente siempre, me engendró y me enseñó a caminar en la vida. Le doy gracias, a Dios Padre, todos los días, por este privilegio. Digo privilegio porque mirando un poco más allá, muy cerca y muy lejos, y con gran pena constato que la figura paternal ha ido despareciendo de la vida de tantos niños y jóvenes, causando heridas en sus almas y Dios no quiere esto. La educación, el juego, el reír juntos, el testimonio y tantas vivencias, ya no están…

Sin embargo, Jesús, que nos aclara todas las cosas, subraya que quien nos engendró está muy cerca, presente siempre en nuestro camino, en nuestras pequeñas cosas de cada día: Dios Padre, siendo todo poderoso, no es sideral o interplanetario, no está lejos ni ausente. Está aquí y nos abraza con afecto familiar de profunda intimidad, en una relación con Él de confianza total. Jesús le dijo ¡Abba, Padre!, expresando una ternura infinita, una dulzura en la relación filial y paternal. La fuerza, seguridad y la confianza nacen de esta roca, de esta firme raíz que alimenta la vida y le da sentido (“Ustedes ahora son hijos, por lo cual Dios ha mandado a nuestros corazones el Espíritu de su propio Hijo que clama al Padre: ¡Abba!, o sea: ¡Papá!” Gálatas 4:6)

El santo Padre dice: “¡Tú debes rezarle al Padre! Es una palabra fuerte. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida. Y la primera palabra es "Padre". Esta "es la clave de la oración. Sin decir esa palabra, no se puede orar".

Hacerlo es nuestro alimento y grata tarea diaria. Orar por nosotros y por los demás, que son hermanos.

Edith Astigueta

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