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El Creador Del Mundo


Enviado por   •  4 de Febrero de 2014  •  6.033 Palabras (25 Páginas)  •  337 Visitas

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Artículo Primero. Creo en Dios Padre Señor de todo, Creador del cielo y de la tierra

En la actualidad, los creyentes cultivados están conscientes de profesar, ante todo, su fe en un Dios que es primeramente Padre de un Hijo único, el Cristo, antes de ser el nuestro, y en el que creo el creó el cielo y la tierra.

Sin embargo, en los espíritus de algunos cristianos de nuestro tiempo, el horizonte trinitario, tan familiar a los primeros cristianos, parece haber desaparecido largamente y sobre todo el fondo de un cuadro familiar de toda su reflexión y concepción del mundo. Los comentarios de los Padres de la Iglesia, tan llenos de la Trinidad, no podrían, pues, más que sorprenderlos. ¡Tanto mejor!

Nuestro itinerario será, pues, el siguiente; en una primera parte, analítica, interrogaremos, sobretodo a Cirilo de Jerusalén Agustín y Juan Damasceno sobre las distintas significaciones de las palabras “Padre”, Señor de todo”, “Creador”, “cielo” y “tierra”; luego nuestra segunda parte abordará la visión sintética del conjunto del primer artículo en los mismos Padres. Terminaremos este primer artículo recogiendo algunas opiniones recientes.

Creo en Dios Padre

En la cuarta catequesis bautismal san Cirilo de Jerusalén (pensando especialmente en los gnósticos, en los maniqueos y en los arrianos) se expresa en lo que llama él mismo un “breve resumen de los dogmas esenciales”: “Que nuestra alma reciba primeramente el dogma fundamental que concierne a Dios, no hay más que un Dios, uno solo, sin nacimiento, sin comienzo, sin cambio ni mutación. No ha sido engendrado por otro, no existe otro ser para tomar la sucesión de su vida. No ha comenzado a vivir en el tiempo, no existe, tampoco, fecha en la que termine. Es a la vez bueno y justo. Aquel que hace las almas y los cuerpos, el único autor del cielo y de la tierra. Autor de una multitud de criaturas, pero Padre de uno solo antes de todos los siglos, de uno solo que es Jesucristo, por quien hizo todas las cosas, las visibles y las invisibles”.

Queda claro que este texto quiere situar la fe en Dios único, en Dios Padre con referencia a un “politeísmo gnóstico” rechazado: el Padre sin nacimiento no tiene un Padre, no ha sido engendrado por otro. Su hijo no es un sucesor que lo reemplazaría, porque no tiene fin, no muere, a diferencia de los padres terrestres. Contra los maniqueos, Cirilo afirma que este Dios Padre hizo los cuerpos, como la tierra y el cielo, es decir la materia y los espíritus que son los ángeles; no es contrario a la dignidad de este Dios crear la materia. Contra los arrianos, más recientes (las catequesis se sitúan a partir de 348), el obispo de Jerusalén proclama este Dios solo, el Padre, es Padre de uno solo, Jesucristo, y es por él que crea el universo.

Bien entendido, Cirilo, no pretende de ninguna manera que los autores antiguos del Símbolo hayan tenido ya en perspectiva a los gnósticos, los maniqueos y los arrianos; quiere subrayar las implicaciones lógicas de las afirmaciones: “creo en un solo Dios Padre, “hacedor” y “demiurgo” de las cosas visibles e invisibles.

En la sexta catequesis, el autor nos entrega un comentario más extendido. La principal opinión es netamente antiarriana: el nombre del Padre hace pensar inmediatamente en el Hijo” y, luego de haber concedido que “en un sentido largísimo Dios es Padre de la multitud de los seres”, subraya en especial que “por naturaleza” y “en realidad”, Dios es el Padre del Hijo único y solo engendrado, Nuestro Señor Jesucristo, sin haber tenido que emplear el tiempo, sino desde siempre”.

Cirilo insiste: “No comenzó a existir sin hijo, mientras que, más tarde, a consecuencia de un cambio de decisión, se habría convertido en Padre; sino ante toda sustancia, antes de los tiempos, Dios posee la dignidad paternal y es designado por ella más que por todas las otras dignidades. Su paternidad no está acompañada de relaciones sexuales, ni de ignorancia ni de una disminución: es el Padre perfecto que engendró un Hijo perfecto, que dio todo a Aquel que engendró. Digámoslo de pasada: estos pensamientos de Cirilo evocan un texto, un poco posterior, de Gregorio Nacianceno: “El Padre es más Padre de una manera propia y singular, no corporal: “singulari modo Pater. Solo: es Padre, sin consorte: Solus pater. Es Padre de uno solo: solius, el Monógeno. Sin haber sido nunca hijo anteriormente: solum Pater. Es Padre en todo y totalmente, lo que no se puede afirmar de nosotros: totius Pater. Es Padre desde el principio y sin fin”.

Cirilo y Gregorio nos ayudan conjuntamente a comparar paternidad divina y paternidad humana, para percibir mejor su analogía y su diferencia. Un hombre puede esperar varios años antes de engendrar e incluso no tenr nunca un hijo. Convertido en padre, su paternidad sigue siendo, respecto de él, como cualidad accidental, distinta de su naturaleza humana. Ni paternidad ni filiación forman parte de la naturaleza humana. Si pierdo a mi padre o a mi hijo, sigo siendo la misma persona, distinta de cualquier otra. No cambio radicalmente.

Mientras que en Dios Padre es eternamente Padre, solamente Padre (y por consiguiente Expirador del Espíritu), totalmente Padre, no accidentalmente sino esencialmente Padre. En Dios, la relación es una persona que se entrega eternamente de una manera a la vez necesaria y libre.

La presentación de Dios, Padre perfecto de un Hijo perfecto, que nos ofrece Cirilo está en tan grande armonía con el símbolo de Nicea I y la reacción antiarriana que no está prohibido pensar que tenga en ella su origen, al menos parcial. El obispo de Jerusalén relee el Símbolo de los Apóstoles en una óptica nicena, aunque no haya conservado el “consusbtancial” niceno.

Sin embargo, a los ojos de nuestro catequista obispo, el Padre único de un Hijo único ¿no es también el Padre de una multitud de hijos y por medio de este Hijo de este hijo único? Sí, tal es el pensamiento de Cirilo, desarrollado a partir del Evangelio: “si el nombre del Padre es único, variado, por el contrario, es su poder de significación. Por este motivo, Cristo mismo dice con seguridad: voy hacia mi Padre y vuestro Padre”; no dijo “hacia nuestro Padre”, sino que destacó la distinción anunciando primeramente lo que le concernía personalmente: “hacia mi Padre” – por naturaleza – agregando “y vuestro Padre” – por adopción. “Si en efecto, nos fue concedido decir, principalmente en nuestra oración: Padre Nuestro que estás en los cielos, sin embargo es pura munificencia de misericordia. No es por ser nacidos según la naturaleza del Pare de los cielos que lo llamamos “Padre”, sino transferidos por gracia del Padre, por la acción del Hijo y del Espíritu

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