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El Orden Mundial De Bahá'u'lláh

jfontirroig5 de Marzo de 2013

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EL ORDEN MUNDIAL DE BAHÁ’U’LLÁH

A los miembros de la Asamblea Espiritual Nacional de los Bahá’ís de los Estados Unidos y

Canadá

Muy queridos colaboradores:

Tras la detenida lectura de sus últimos comunicados he quedado al corriente de la

naturaleza de las dudas expresadas públicamente por alguien que ignora completamente los

verdaderos preceptos de la Causa, en torno a la validez de las instituciones que se hallan

inextricablemente entretejidas con la Fe de Bahá’u’lláh. Si me aventuro a insistir en las

observaciones que me parecen apropiadas en el estado presente de la evolución de nuestra

amada Causa, no es debido a que, en absoluto, considere esos imprecisos recelos un franco

desafío a la estructura que encarna la Fe, ni que en modo alguno ponga en duda la

inquebrantable tenacidad de los creyentes norteamericanos. Más aún, me siento inclinado a

recibir de buen grado estas reservas expresadas pues me brindan la ocasión de familiarizar a

los representantes elegidos de los creyentes con el origen y carácter de las instituciones que

forman el propio lecho de roca del Orden Mundial inaugurado por Bahá’u’lláh. Deberíamos

sentirnos muy agradecidos por esos intentos inútiles de minar nuestra amada Fe, intentos

que sacan a relucir sus feas caras de tiempo en tiempo y que parecen por momentos fugaces

ser capaces de crear una brecha en las filas de los fieles, y que se repliegan finalmente

hacia la oscuridad del olvido y no significan nada más. Deberíamos mirar tales incidentes

como designios de la Providencia encaminados a reforzar nuestra Fe, despejar nuestra

visión y ahondar en nuestra comprensión de los puntos esenciales de Su Revelación divina.

Fuentes del Orden Mundial Bahá’í

Sin embargo, sería muy instructivo y de gran ayuda traer a colación ciertos

principios fundamentales en relación al Testamento de ‘Abdu’l-Bahá, obra que junto con el

Kitáb-i-Aqdas constituye el depósito fundamental donde se atesoran los elementos

inapreciables de esa Civilización divina cuyo establecimiento constituye la misión

primordial de la Fe bahá’í. Un estudio de las disposiciones de dichos documentos sagrados

revelará la estrecha relación que existe entre ellos, así como la identidad de miras y método

que inculcan. Lejos de considerar sus disposiciones expresas como contradictorias e

incompatibles en espíritu, todo investigador imparcial admitirá fácilmente que no sólo son

complementarias, sino que se confirman entre sí y que son partes inseparables de una

misma unidad. Una comparación de su contenido con el resto de las Sagradas Escrituras

bahá’ís sentará igualmente la conformidad de todo lo que contengan con el espíritu y la letra de los escritos y dichos auténticos de Bahá’u’lláh y ‘Abdu’l-Bahá. A decir verdad,

quien lea el Aqdas con cuidado y diligencia no ha de encontrar difícil descubrir que en

algunos pasajes el propio Libro Más Sagrado prevé las instituciones que ‘Abdu’l-Bahá ha

dispuesto en Su Testamento. Al dejar ciertas materias sin concretar ni reglamentar en Su

Libro de Leyes, Bahá’u’lláh parece haber dejado deliberadamente un vacío en el esquema

general de la Dispensación bahá’í, el cual vinieron a llenar las disposiciones inequívocas

del Testamento del Maestro. Constituye una afrenta imperdonable a la inalterable fidelidad

que ha caracterizado la vida y trabajos de nuestro Amado Maestro pretender separar el uno

del otro, insinuar que las enseñanzas de Bahá’u’lláh no han sido respaldadas en su totalidad

y con absoluta integridad en todo cuanto ha revelado ‘Abdu’l-Bahá en Su Testamento.

No intentaré en lo más mínimo afirmar ni demostrar la autenticidad del Testamento

de ‘Abdu’l-Bahá, pues ello en sí mismo arrojaría una sombra de aprensión por mi parte

sobre la confianza unánime de los creyentes en la autenticidad de la última voluntad escrita

de nuestro fenecido Maestro. Limitaré mis observaciones a asuntos que puedan ayudarles a

apreciar la unidad esencial que subyace a los principios espirituales, humanitarios y

administrativos enunciados por el Autor y el Intérprete de la Fe bahá’í.

Difícilmente cabe explicarse la extraña mentalidad que se inclina a sostener como

único criterio de la verdad de las Enseñanzas bahá’ís lo que reconocidamente sólo es la

traducción confusa y no autenticada de una declaración oral hecha por ‘Abdu’l-Bahá, en

desafío y absoluta desconsideración a los textos disponibles de todos Sus escritos

universalmente reconocidos. En verdad, deploro las desventuradas distorsiones que en el

pasado se han originado debido a la incapacidad del intérprete de captar el sentido de lo

expresado por ‘Abdu’l-Bahá y a su incompetencia para verter adecuadamente las verdades

que le han sido reveladas por las palabras del Maestro. Gran parte de la confusión que ha

ofuscado la comprensión de los creyentes debe atribuirse a este doble error consistente en la

traducción inexacta de una afirmación sólo parcialmente comprendida. Con frecuencia el

intérprete no ha logrado comunicar el tenor exacto de las preguntas concretas formuladas

por el investigador, y, debido a su deficiente comprensión y expresión al transmitir la

respuesta de ‘Abdu’l-Bahá, ha sido responsable de que se relatara de forma totalmente

discrepante el verdadero espíritu y propósito de la Causa. Debido muy principalmente al

carácter engañoso de los relatos sobre las conversaciones informales habidas entre ‘Abdu’l-

Bahá y los peregrinos de visita, he encarecido insistentemente a los creyentes de Occidente

a que consideren dichas declaraciones sólo como meras impresiones personales de los

dichos de su Maestro, y a citar y considerar como auténticas sólo aquellas traducciones que

estén basadas en los textos autenticados de declaraciones Suyas consignadas en la lengua

de origen.

Todo creyente de la Causa debería recordar que el sistema de administración bahá’í

no es una innovación impuesta arbitrariamente a los bahá’ís del mundo desde el

fallecimiento del Maestro, sino que deriva su autoridad del Testamento de ‘Abdu’l-Bahá,

aparece específicamente prescrito en un sinfín de Tablas, y en sus rasgos esenciales se

asienta en las disposiciones expresas del Kitáb-i-Aqdas. Por tanto, unifica y correlaciona

los principios establecidos separadamente por Bahá’u’lláh y ‘Abdu’l-Bahá, y está

indisolublemente unido a las verdades esenciales de la Fe. Disociar de las enseñanzas

puramente espirituales y humanitarias los principios administrativos de la Causa sería

equivalente a una mutilación del cuerpo de la Causa, una separación que sólo conduciría a

la desintegración de las partes componentes y la extinción de la propia Fe.

Las Casas Locales y Nacionales de Justicia

Debería tenerse muy en cuenta que las Casas de Justicia locales e internacional han

sido expresamente prescritas en el Kitáb-i-Aqdas; que la institución de la Asamblea

Espiritual Nacional, como cuerpo intermedio, y a la cual se refiere la última Voluntad del

Maestro como "la Casa Secundaria de Justicia", goza de la sanción expresa de ‘Abdu’l-

Bahá; y que el método que ha de seguirse para la elección de las Casas de Justicia

Internacional y Nacionales ha sido expuesto por Él en Su Testamento así como en cierto

número de Tablas Suyas. Por otra parte, las instituciones de los Fondos locales y

nacionales, que son ahora el aditamento necesario de todas las asambleas espirituales

locales y nacionales, no sólo han sido establecidos por ‘Abdu’l-Bahá en las Tablas que

reveló para los bahá’ís del Oriente, sino que su importancia y necesidad han sido

reiteradamente recalcadas por Él en Sus discursos orales y escritos. La concentración de la

autoridad en las manos de los representantes elegidos de los creyentes, la necesidad de la

sumisión de todo seguidor de la Fe a los juicios deliberados de las Asambleas bahá’ís, Su

preferencia por la unanimidad en las decisiones, el carácter decisivo del voto mayoritario, e

incluso la conveniencia de supervisar estrechamente todas las publicaciones bahá’ís son

aspectos diligentemente inculcados por ‘Abdu’l-Bahá, como de ello dan fe Sus Tablas

autenticadas y ampliamente difundidas. Aceptar, por un lado, Sus Enseñanzas más

generales y humanitarias y, por otro, rechazar y desatender con negligente indiferencia Sus

preceptos más destacados y desafiantes, sería un acto de deslealtad manifiesta hacia aquello

que más apreció Él en vida.

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