ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Enciclica


Enviado por   •  9 de Julio de 2015  •  2.366 Palabras (10 Páginas)  •  253 Visitas

Página 1 de 10

1. «Laudato si’, mi’ Signore» – «Alabado seas, mi Señor», cantaba san Francisco de Asís. En ese

hermoso cántico nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la

cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos:

«Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y

produce diversos frutos con coloridas flores y hierba»[1].

2. Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso

de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y

dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el

pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el

agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y

maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que «gime y sufre dolores de parto» (Rm

8,22). Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (cf. Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo está

constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica

y restaura.

Nada de este mundo nos resulta indiferente

3. Hace más de cincuenta años, cuando el mundo estaba vacilando al filo de una crisis nuclear, el

santo Papa Juan XXIII escribió una encíclica en la cual no se conformaba con rechazar una

guerra, sino que quiso transmitir una propuesta de paz. Dirigió su mensaje Pacem in terris a todo

el «mundo católico », pero agregaba «y a todos los hombres de buena voluntad ». Ahora, frente al

deterioro ambiental global, quiero dirigirme a cada persona que habita este planeta. En mi

exhortación Evangelii gaudium, escribí a los miembros de la Iglesia en orden a movilizar un

proceso de reforma misionera todavía pendiente. En esta encíclica, intento especialmente entrar

en diálogo con todos acerca de nuestra casa común.

4. Ocho años después de Pacem in terris, en 1971, el beato Papa Pablo VI se refirió a la

problemática ecológica, presentándola como una crisis, que es « una consecuencia dramática »

de la actividad descontrolada del ser humano: « Debido a una explotación inconsiderada de la

naturaleza, [el ser humano] corre el riesgo de destruirla y de ser a su vez víctima de esta

degradación »[2].También habló a la FAO sobre la posibilidad de una «catástrofe ecológica bajo

el efecto de la explosión de la civilización industrial», subrayando la «urgencia y la necesidad de

un cambio radical en el comportamiento de la humanidad», porque «los progresos científicos más

extraordinarios, las proezas técnicas más sorprendentes, el crecimiento económico más

prodigioso, si no van acompañados por un auténtico progreso social y moral, se vuelven en

definitiva contra el hombre»[3].

5. San Juan Pablo II se ocupó de este tema con un interés cada vez mayor. En su primera

encíclica, advirtió que el ser humano parece «no percibir otros significados de su ambiente

natural, sino solamente aquellos que sirven a los fines de un uso inmediato y consumo»[4].

Sucesivamente llamó a una conversión ecológica global[5]. Pero al mismo tiempo hizo notar que

se pone poco empeño para «salvaguardar las condiciones morales de una auténtica ecología

humana»[6]. La destrucción del ambiente humano es algo muy serio, porque Dios no sólo le

encomendó el mundo al ser humano, sino que su propia vida es un don que debe ser protegido

de diversas formas de degradación. Toda pretensión de cuidar y mejorar el mundo supone

cambios profundos en «los estilos de vida, los modelos de producción y de consumo, las

estructuras consolidadas de poder que rigen hoy la sociedad»[7].El auténtico desarrollo humano

posee un carácter moral y supone el pleno respeto a la persona humana, pero también debe

prestar atención al mundo natural y «tener en cuenta la naturaleza de cada ser y su mutua

conexión en un sistema ordenado»[8]. Por lo tanto, la capacidad de transformar la realidad que

tiene el ser humano debe desarrollarse sobre la base de la donación originaria de las cosas por

parte de Dios[9].

6. Mi predecesor Benedicto XVI renovó la invitación a «eliminar las causas estructurales de las

disfunciones de la economía mundial y corregir los modelos de crecimiento que parecen

incapaces de garantizar el respeto del medio ambiente»[10]. Recordó que el mundo no puede ser

analizado sólo aislando uno de sus aspectos, porque «el libro de la naturaleza es uno e

indivisible», e incluye el ambiente, la vida, la sexualidad, la familia, las relaciones sociales, etc.

Por consiguiente, «la degradación de la naturaleza está estrechamente unida a la cultura que

modela la convivencia humana »[11]. El Papa Benedicto nos propuso reconocer que el ambiente

natural está lleno de heridas producidas por nuestro

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (15.5 Kb)  
Leer 9 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com