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Encíclica

ivapas26 de Marzo de 2014

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1. Resumen de la Encíclica Deus Caritas Est

INTRODUCCIÓN

Benedicto XVI, empieza a hablarnos del amor Cristiano citándonos la Primera carta de Juan: « Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él ».

Para un cristiano creer en el amor de Dios es algo fundamental en su vida. Nos hace entender el significado del porqué debemos amar al prójimo, y es porque él, nos ha amado primero.

Según nos dice la carta está divida en dos partes: la primera nos habla de aspectos esenciales sobre el amor que Dios da al hombre, en la segunda, nos aclara de manera eclesial el amor al prójimo.

PRIMERA PARTE

LA UNIDAD DEL AMOR EN LA CREACIÓN Y EN LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN

Un problema de lenguaje

“Amor”, una palabra que actualmente tiene un gran número de significados, pero que se atribuye sobre todo al amor que sienten un hombre y una mujer entre ellos y la felicidad que ello les aporta.

Aquí se nos plantea si todos los amores tienen el mismo final, o si estamos utilizando la palabra en contextos muy distintos con finales diferentes.

“Eros” y “ágape”, diferencia y unidad

Para los griegos la palabra eros, era el amor entre el hombre y la mujer que se impone a sus razones. Pero según Nietzsche, los cristianos, habían envenenado la palabra eros haciendo que pareciera como un vicio, cuando él consideraba que producía una felicidad tal, que nos preparaba para algo divino.

Para los griegos el eros era un arrebato que superaba a la razón y que prometía alcanzar la dicha más extrema que se pudiera sentir. Esta visión, se ha utilizado para cultos de fertilidad, con la comunión con la divinidad.

En el Antiguo Testamento, se nos dice, que el eros sí que es una gran felicidad a la que tiende nuestro ser, pero siempre que se utilice de una forma disciplinada, porque si no, pierde su dignidad y humanidad. Por eso se establece una cierta relación entre el eros y la divinidad, porque el amor ofrece una recompensa más allá de la realidad, pero el camino para conseguirlo es a través de una maduración, en la que no se rechaza al eros, pero que se ha de trabajar para alcanzar su verdadera grandeza. Este trabajo, se basaría en conseguir la unidad del cuerpo y el alma, porque ninguno de los dos por sí solo, puede amar, los dos, deben formar un todo.

Volviendo a la degradación del eros, vemos que éste se ha convertido en mero sexo, que es algo objetizado, que se puede comprar y vender, transformando al hombre a la vez en mercancía. Cuando se pierde la unidad del ser humano, el cuerpo y el sexo quedan relegados a algo material y biológico. Para alcanzar el éxtasis con el eros, volvemos a insistir en que se necesita su purificación.

En el Cantar de los cantares. Se habla del amor conyugal a través de dos términos: “dodim” que expresa el primer amor inseguro, y “ahabá” similar al “ágape” y que se refiere al amor maduro que ya conoce al otro, que se preocupa por el otro, deseando su bien e ignorando sus propias necesidades. Este amor también comporta la idea de la exclusividad y del para siempre.

Ahora que hemos hablado del eros y ágape nos damos cuenta de las ideas contrarias que se tienen de los dos actualmente. El ágape sería un amor de donación y de hacerse menos y el eros sería un amor que nos llevaría a lo más alto. Parecen opuestos, pero cuando más nos adentramos en el eros, y más conocemos al otro, más buscamos su bien, dejando que pase el ágape entre en nosotros, pero sin dominarnos completamente, porque en el amor, el hombre también debe recibir, no basta con dar.

Conociendo esto último, también podemos deducir, que si separamos a estas dos caras del amor, estamos desdibujando a cada una de ellas.

La novedad de la fe bíblica

En la religión cristiana, existe un solo Dios, Creador del cielo y de la tierra y de todos los hombres. Si Dios nos ha creado a cada uno de nosotros y a nuestro mundo, podemos perfectamente darnos cuenta del amor que Dios tiene por todas sus criaturas y por el hombre. Amor que se puede considerar eros y totalmente ágape.

El amor de Dios, es un amor gratuito y que nos ofrece perdón, como demostró con el pueblo de Israel. Nos ama tanto, que haciéndose hombre, murió para devolvernos la justicia y el amor.

Dios es el creador de todas las cosas, y un enamorado del amor que les procesa. Con esto se establece una relación de unidad entre el hombre y Dios, en la que ambos siguen siendo entidades distintas, pero que se convierten en una única cosa.

Aparte del amor de Dios, en la Biblia, hay un relato, el de la creación del hombre, en el que éste, cuando es creado primero, se siente solo, por ello Dios le da a una compañera, que forma parte de él, y con la que se sentirá completo de verdad.

Adán se pone a buscar a su mujer, para unirse a ella y convertirse en “una sola carne”. Este enlace está orientado hacia el matrimonio por el eros, dándole un sentido único y definitivo. La exclusividad del amor del matrimonio, también se ve reflejada en el hecho de que los cristianos sean monoteístas, aman a un solo Dios, y a un solo compañero con el compartir un amor exclusivo.

Jesucristo, el amor de Dios encarnado

La principal idea del Nuevo Testamento, es la encarnación de Dios, en un hombre con cuerpo y sangre. Con esto Dios lo que busca es curar a la humanidad que está perdida y dolida. Para ello, muere en la cruz y nos muestra la forma más radical que existe del amor. Esa cruz, cuando el cristiano la contempla, le da la orientación necesaria para seguir con su vida y entregar su amor.

En la Última Cena, Jesús se da a sus discípulos encarnado en el pan y en el vino, dándoles algo más que el Logos, la sabiduría eterna, dándoles el verdadero amor. Al mismo tiempo hace de este acto algo social, en el que todos comulgamos del mismo cuerpo de Jesús, y lo compartimos. Con esto, se cumple el mandamiento de amar a Dios y al prójimo, porque todos compartimos el amor de Dios, en su encarnación. En la Eucaristía, se nos entrega el ágape de forma material. Y todo esto posible, el amar a Dios y al prójimo, porque el amor se nos ha dado de forma gratuita, por eso se nos puede exigir.

Amor a Dios y amor al prójimo

Antes hemos dicho que el amor se nos puede exigir, cuando sabemos que es algo que nace de la voluntad y no de la razón. A estas alturas nos planteamos dos preguntas: ¿Cómo amar a Dios si nunca lo hemos visto? y ¿El amor puede se mandado? Lo que sí que sabemos, es que quien no ama al prójimo, nunca podrá amar a Dios, porque es más difícil amar a lo desconocido que a algo que vemos.

Nadie ha visto a Dios en sí mismo, pero al mismo tiempo, podemos decir que sí. Dios ha sido el primero en amar, y por eso conocimos a su Hijo único. En Jesús, podemos ver a su Padre. Tampoco podemos decir que después de esto haya desaparecido, porque también hemos podido conocerlo a través de aquellos que han vivido según su palabra. Él nos ha amado y nos ama, no nos impone un sentimiento, pero sí que nos hace ver y experimentar el amor, para tratar de despertarlo en nosotros.

Hemos estado hablando del amor, pero hemos de puntualizar que el amor no es solo un sentimiento, el amor abarca al hombre en su integridad, abarca el entendimiento, la voluntad y también los sentimientos. Es tan complejo que nunca se da por concluido y completado, siempre está en transformación, va madurando y se va haciendo más fiel a sí mismo. El amor entre Dios y el hombre, engloba la comunión del entendimiento, la voluntad y los sentimientos. La voluntad cada vez es más común a ambos, porque lo que al final, acabamos pensando, es que Dios y nosotros queremos lo mismo. Si Él quiere amarnos, nosotros también querremos amarle, sin que esto se nos imponga.

Para amar al prójimo, aunque no le conozcamos, hemos de empezar por mirarlo con los ojos de Dios. Para ver que, más allá de lo físico, también busca una mirada de amor, que nosotros hemos de ser capaces de darle. Por esto volvemos a lo de antes, si previamente no amamos a Dios y no sabemos cómo Él nos ve, difícilmente podremos ver a otra persona más allá de lo que alcanza a ser físicamente. Del mismo modo que si sólo amamos a Dios y no mostramos caridad por otros, la relación con El Señor se marchita, porque no somos capaces de mostrar el amor que Él nos da, y que hemos de devolver.

SEGUNDA PARTE

EL EJERCICIO DEL AMOR POR PARTE DE LA IGLESIA COMO

«COMUNIDAD DE AMOR»

La caridad de la iglesia como manifestación del amor trinitario

Al morir en la cruz, Jesús entregó su espíritu, antecedente del don del Espíritu Santo que otorgaría después de su resurrección.

El Espíritu es la fuerza que transforma el corazón de la comunidad eclesial, para que sean testigo del amor que su Padre les tiene. Por eso todas las actividades de la Iglesia, buscan el bien integral del ser humano mediante la evangelización.

El amor es el servicio que presta la iglesia para atender los sufrimientos y las necesidades de los hombres.

La caridad como tarea de la Iglesia

El amor al prójimo, unido al amor de Dios es tarea para la comunidad eclesial. El amor necesita una organización, y un presupuesto para un correcto servicio comunitario. Un concepto importante es el de la comunión, que significa que los creyentes, lo tienen todo en común y que entre ellos, no existen diferencias que los hagan ricos o pobres. Desde la primera Iglesia, el reparto de los bienes se llevó a cabo, para ejercer el amor al prójimo

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