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Ensayo Pastores Dabo Vobis


Enviado por   •  8 de Junio de 2017  •  Ensayos  •  2.581 Palabras (11 Páginas)  •  1.021 Visitas

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INTRODUCCIÓN

Os daré pastores según mi corazón (Jer 3, 15), sin sacerdotes la Iglesia no podría vivir sobre aquel mandato que el mismo Jesús les encomendó a sus apóstoles. Ante la crisis vocacional, la Iglesia responde en un acto de confianza en el Espíritu Santo pidiéndole incesantemente al Maestro que no deje de enviar obreros a su mies, renovando la llamada de los apóstoles en el mundo actual. Muchas veces el Magisterio ha abordado el tema de los sacerdotes y en los últimos años se ha vuelto a retomar desde un punto de vista más actual y adecuado ante las diversas circunstancias culturales y eclesiales.

CAPÍTULO I: TOMADO DE ENTRE LOS HOMBRES

Dios llama a sus sacerdotes desde determinados contextos humanos y eclesiales, pero con un punto en común el sacerdote de hoy y de mañana deberá asemejarse a Cristo, siendo continuador de sus predecesores pero adecuándose a la época y ambiente de vida. A pesar de tantas contradicciones encontramos una sed de justicia y paz muy difundida (un deseo de Dios), sin embargo con esto entran factores negativos como el racionalismo, el individualismo, el hedonismo haciéndolos prisioneros del instante fugaz gratificando sus sentidos y emociones dejándolos indiferentes ante este proyecto de vida. Incluso se ha llegado a extender el “ateísmo práctico y existencial”, prescindir de Dios. Y finalmente la escasa presencia y disponibilidad de sacerdotes, dejando a los fieles desprotegidos ante las situaciones que perjudican a la sociedad.

El nacimiento y desarrollo de la vocación encuentra muchos obstáculos y estímulos, donde la sociedad de consumo, un bienestar inmensurable crea un rechazo a este sacrificio, ejemplo de ello es ver como la sexualidad queda reducida a un bien de consumo. Haciéndose no solo difícil la compresión de la misma realidad si no el mismo sacerdocio.

En el ámbito eclesial el mundo de los jóvenes constituye muchas veces un problema aún más que en los adultos en distintos ámbitos, corriendo el riesgo de que frente a un mundo de adultos en el cual no viven coherentemente llegar a resolver situaciones de este tipo sea poco creíble. De algún modo en la formación sacerdotal no se trata solamente de acoger los factores positivos y constatar los negativos, va mucho más allá de eso. Por ello es necesario conocer el mundo en el que vivimos. Con esto se puede lograr llegar a formar sacerdotes que casquen con la “nueva evangelización”.

CAPÍTULO II: ME HA UNGIDO Y ME HA ENVIADO

La afirmación que realiza Jesús al comenzar su ministerio (Lc 4, 18-19) es en donde la mirada de fe y amor de los cristianos deben estar presentes, de aquí parte la contemplación sobre el problema en la formación de los sacerdotes del cual el camino recto que es preciso seguir es el conocimiento recto y profundo de la naturaleza y misión del sacerdocio ministerial.

La identidad sacerdotal fluye del misterio de Dios, que es la Santísima Trinidad de otra manera no se puede entender, en él se inserta sacramentalmente en la comunión con el obispo y los otros presbíteros para servir a la Iglesia y atraer a todos a Cristo. El sacerdote encuentra la plena verdad de su identidad en participar y continuar la misión de Jesús, eterno y sumo sacerdote. Cristo es la referencia necesaria para comprender las realidades sacerdotales.

Jesús se convierte en el mediador y lleva esto a su perfección con el sacrificio de la cruz. En el AT había profetas, reyes y sacerdotes que eran como figuras del que es el verdadero mediador, pero con su sacrificio pascual comunicó su misión y su dignidad sacerdotal a sus discípulos confiriéndoles poderes muy particulares para la evangelización de los pueblos, enseñándoles con el ejemplo. Uniendo de alguna forma su misión con el misterio dado a los apóstoles de manera que la misión del sacerdote no es propia si no es la misma que la de Jesús (reconciliar, enseñar y apacentar el rebaño de Dios).

El sacerdote tiene como relación fundamental la que lo une a Jesucristo, Cabeza y Pastor, y esta lo une a una relación íntima con la Iglesia, poniéndolo en y frente a ella, colocando totalmente su ministerio al servicio de Iglesia haciendo presente en ella a Cristo resucitado e incitándola a ser una comunidad evangelizadora. De este modo el sacerdote forma parte de la estructura de la Iglesia.

CAPÍTULO III: EL ESPÍRITU DEL SEÑOR ESTÁ SOBRE MÍ

 El Espíritu del Señor llena, penetra e invade en su ser y obrar a todo el Pueblo de Dios para anunciar el Evangelio revelándonos la vocación fundamental que el Padre dirige a todos, ser santos. Todos los fieles estamos llamados a esta plenitud de la vida cristiana, a la perfección de la caridad con más razón los presbíteros, están obligados de una manera más especial a alcanzar esta perfección, la perfección de aquel a quien representa. El presbítero sigue siendo un fiel, un hermano entre hermanos, pero con la particularidad de compartir con gozo los dones de la salvación.

Mediante la consagración sacramental, el sacerdote se configura con Jesucristo y recibe una potestad espiritual como guía de la Iglesia. Jesús ha sido “cabeza” en un nuevo sentido de ser el “siervo” que se entrega por los demás, basando esto en la “caridad pastoral”. Los presbíteros están llamados a imitarla y revivirla porque en ella se vuelven imagen viva de Jesucristo Esposo de la Iglesia. Esto le pide y exige de manera particular una relación íntima con su presbiterio y unirse en y con el obispo. Esta ha de tener su alimento supremo en la Eucaristía, pues en la Eucaristía se hace presente nuevamente el sacrificio de la cruz, el don total de Cristo. En el ejercicio de la caridad pastoral el presbítero hallará el vínculo con la perfección sacerdotal. En la vida espiritual del presbítero y su ejercicio ministerial existe una relación íntima. Es necesario que el sacerdote renueve y profundice en la conciencia de ser ministro de Jesucristo, de ser instrumento vivo, compañero y colaborador del Dios que es santo y santificador. En este sentido el ejercicio sacerdotal está comprometido con toda la persona del sacerdote. Una cosa lleva a la otra, el saberse ministro de Jesús lo lleva a una conciencia agradecida y gozosa de la gracia singular que se es recibida. El sacerdote tiene un triple ministerio; ministro de la Palabra de Dios, celebrante de los Sacramentos e imagen de la autoridad y servicio de Jesús. La vida espiritual del sacerdote contiene una dimensión eclesial, una participación de la santidad de la Iglesia. El sacerdote a tener una conciencia de que su pertenencia y dedicación a la Iglesia particular está motivada por la relación con el obispo y su presbiterio, la coparticipación en su preocupación eclesial, el cuidado del Pueblo de Dios en las condiciones actuales que le afectan, etc. El pertenecer a una Iglesia particular no encierra su actividad y vida, pues él debe estar dispuesto a servir a la Iglesia universal.

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