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Grupos Religiosos Y Políticos En Tiempos De Jesús

Deybisavila6 de Julio de 2015

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Grupos religiosos y políticos en tiempos de Jesús

Los fariseos

Organización de los fariseos

Los fariseos, cuyo nombre significaba “los separados” (parûs) o “los santos” (qadôs), eran el grupo religioso más sobresaliente en la época de Jesús. Se llamaban así porque propugnaban ser el “resto escogido por Dios” para la salvación, la verdadera comunidad mesiánica que el día del juicio sería la primera en ser salvada. No se componía precisamente de gentes del estrato superior, sino que abarcaba toda categoría social, e incluso gentes sin formación en su mayoría. Sin embargo, su relación con los escribas era muy estrecha. Todos los fariseos del sanedrín eran escribas, y aunque podía haber escribas no fariseos, no era lo común. Por eso fariseo y escriba eran en tiempos de Jesús palabras que casi venían a significar lo mismo.

Los fariseos se agrupaban en comunidades fariseas (habûrôt), de tendencia muy cerrada. No se podía ser fariseo si no se pertenecía a alguna habûrôt. Sólo en Jerusalén, en tiempos de Jesús, había varias de estas comunidades. Tenían en sí muchos fines de interés público y obras de beneficencia. Eran una parte muy importante del pensar fariseo, cuyos pilares básicos eran: la pureza, las prescripciones de la ley, y las buenas obras caritativas.

Las comunidades fariseas de Jerusalén tenían reglas concretas para la admisión de los miembros, lo cual muestra su carácter de comunidades particulares. Antes de la admisión había un período de prueba de un mes o un año de duración, durante el cual tenía que dar el postulante pruebas de su capacidad para observar las prescripciones rituales. Una vez terminado el período de prueba, el candidato se comprometía a observar los reglamentos de la comunidad sobre la pureza y el diezmo; en la época antigua esta promesa tenía lugar delante de un escriba, miembro de la comunidad. Desde entonces el fariseo era miembro (haber) de una asociación (habûrah).

Estas asociaciones tenían sus jefes y sus asambleas; éstas, según parece, estaban ligadas a una comida en común, especialmente el viernes por la tarde, al comienzo del sábado. Parece que las asociaciones fariseas intervenían a veces en público, para dar pésames o con ocasión de acontecimientos gozosos. Tenían su propia justicia interior; entre otras cosas, podían pronunciarse sobre la expulsión de un miembro.

A pesar de ser el grupo religioso de mayor número, éste era más bien pequeño. Su número oscilaría sobre los 6000 a 7000 en toda Palestina.

Debido a la confusión que muchas veces se tenía sobre los conceptos de escriba y fariseo se asimilaba a uno con el otro, pero existen claras diferencias. No todos los escribas son fariseos. Los jefes y los miembros influyentes de la comunidades fariseas eran escribas. (Nicodemo era un escriba y era fariseo, también lo eran los famosos Hillel y Gamaliel). Había también escribas que defendían posturas fariseas sin pertenecer a ninguna habûrah, pero eran muchos menos que los que no pertenecían a los fariseos.

En su mayoría, los miembros de las habûrôt no eran escribas. Había un gran número de sacerdotes que eran fariseos. También había miembros del clero, que sin tener la formación de escribas, eran fariseos. Precisamente los miembros del clero solían someterse con gran escrupulosidad a las exigencias fariseas sobre la pureza. Los sacerdotes tomaron mucha parte en el movimiento fariseo, lo cual se explica por el hecho de que este movimiento tenía su foco en el templo; dicho movimiento intentaba elevar a categoría de norma general, válida también para los que no eran sacerdotes, las prescripciones sobre la pureza que la Escritura imponía a los sacerdotes para consumir la porción que les estaba reservada. Pero estos escribas, sacerdotes y levitas, no constituían más que la parte rectora de los fariseos. Los laicos que se agregaban a las comunidades fariseas y se comprometían a observar las prescripciones fariseas sobre el diezmo y la pureza eran con mucho los más numerosos.

Las innumerables prescripciones sobre las relaciones comerciales entre los fariseos y no fariseos hacen conocer mejor los círculos que formaban la gran masa de los fariseos: eran comerciantes, artesanos y campesinos quienes formaban parte de lahabûrah. En resumen, las comunidades fariseas se componían principalmente de pequeños plebeyos, gentes del pueblo sin formación de escribas, hombres serios y prestos a consagrarse. Pero, muy frecuentemente, eran duros y orgullosos para con la gran masa, el “pueblo del país” (‘ammê ha-’ares), quienes no observaban como ellos las prescripciones religiosas de los escribas fariseos; respecto de estas gentes, se consideraban los fariseos como el verdadero Israel.

En cuanto a la organización de las habûrah debemos decir que tenían extraordinarias semejanzas con la de las comunidades esenias, pues no en balde ambos movimientos se formaron en la misma época (la revolución macabea). De aquí que sirvan para las comunidades fariseas los mismos métodos de admisión de los esenios: un escriba inspector (archonte para los fariseos y mabaqqer para los esenios) se encargaba de examinar al candidato. El inspector le hace conocer las disposiciones jurídicas secretas de la comunidad. El candidato presta juramento de entrada, se le consigna en la lista de miembros y pasa por una prueba durante dos años, al término del cual se le considera miembro de pleno derecho. Las faltas graves son castigadas con una exclusión temporal o definitiva.

Pensamiento de los fariseos

Los fariseos estaban preocupados por la estricta interpretación y observancia de la Torá, siendo el extremo más radical en la aplicación de los preceptos con el mayor detalle posible. De hecho, tenían en tanta estima, e incluso más, a la interpretación tradicional de la Torá, la halaká o tradicional oral, que a la propia Torá escrita. “Es más culpable enseñar contra las enseñanzas de los escribas que contra la Torá misma”, decían.

Creían en la inmortalidad del alma y en la existencia de una vida después de la muerte, donde los justos son resucitados en un nuevo cuerpo material y los malvados sufren un castigo eterno. La resurrección se realizaría al final de los tiempos, cuando se impusiera el reino mesiánico. La realización de buenas obras, son para ellos, por tanto, un aspecto esencial para garantizarse la salvación en el mundo futuro. Este aspecto de la resurrección les distanciaba de sus acérrimos adversarios, los saduceos, que negaban esta doctrina. Del mismo modo, los fariseos admitían la existencia de ángeles y demonios, mientras que los saduceos no.

También la doctrina de la providencia divina y el destino separaba a fariseos y saduceos. Los fariseos creían que tanto las buenas obras como el destino y Dios son necesarias para la salvación del hombre. Sostenían que el primer origen de todo es el destino y la voluntad de Dios, aunque admiten cierta importancia a las obras del hombre. Sin embargo, los saduceos niegan absolutamente el destino y plantean que Dios ofrece al hombre el libre albedrío de decidir entre el bien y el mal, por lo que son las obras humanas las que causan un destino favorable o desafortunado.

Consideraban esencial separarse y no tener contacto con personas que, actuando a la ligera, contraían impureza ritual con motivo de innumerables prescripciones derivadas de la Torá. Trataban de relacionarse y convivir con personas fariseas con los mismos principios, encerrados en sus propias comunidades, evitando al pueblo llano en toda la medida de lo posible. Los haber no entraban en las casas de la plebe, am ha-ares, ni los aceptaban como huéspedes, sobre todo por la impureza (suciedad) que podían albergar las ropas de los plebeyos.

Los saduceos

Organización de los saduceos

El origen de este grupo está en la división que se produjo en la época macabea. Su nombre proviene quizá de que se consideraban la descendencia legítima de Sadoc, y por ello con posibilidad de ocupar el puesto de los cargos dirigentes.

A este grupo saduceo, aparte de las familias sacerdotales dirigentes, pertenecían también las principales familias patricias de Jerusalén y la nobleza laica del campo judío, cuyos representantes constituían, con la aristocracia sacerdotal, parte del Alto Consejo, el Sanedrín. Pero esto no significa que todos los sacerdotes fueran saduceos, pues habían también un buen número de sacerdotes que eran fariseos o que sencillamente no formaban parte de ninguna de las dos facciones. Básicamente, los sacerdotes saduceos eran los sacerdotes pertenecientes a las familias más distinguidas y constituyentes de las instituciones de poder.

Los saduceos ocuparon un lugar señalado dentro de la historia judía en el período que va de los asmoneos a la guerra judaica. Durante esta época el judaísmo se transformó radicalmente por los influjos religiosos helenísticos y babilónicos. En la agrupación de los saduceos se asociaron tendencias liberales y conservadoras: liberales en lo tocante a la aceptación de las formas de vida helenística, y conservadoras en lo que atañía a la conservación del estatuto religioso del Estado del Templo fundado en la ley.

Los saduceos formaban un grupo organizado. El número de sus partidarios es poco elevado. Poseían una tradición (halaká) basada en la interpretación de la escritura, tradición que debían seguir los miembros en la conducta de su vida. La pertenencia al grupo saduceo, como al de los fariseos, estaba limitada. No podía pertenecer cualquiera.

Pensamiento de los saduceos

Del constraste con los fariseos ya se ha visto antes algunas de sus creencias: negaban la vida tras la muerte,

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