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Herodes en la religión


Enviado por   •  26 de Agosto de 2013  •  Ensayos  •  2.606 Palabras (11 Páginas)  •  409 Visitas

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HERODES profesaba ser prosélito de la fe judía, y aparentemente era muy celoso

en la preservación de las ceremonias de la ley. El gobierno, de Judea estaba en

sus manos, como súbdito de Claudio, el emperador romano; también

desempeñaba el cargo de tetrarca de Galilea. Este gobernante procuraba

ansiosamente obtener el favor de los judíos, con la esperanza de asegurarse de

ese modo sus cargos y honores. Comenzó entonces a cumplir los deseos de éstos

al perseguir a la iglesia de Cristo. Empezó por saquear las casas y los bienes de

los creyentes; continuó mandando a la cárcel a las principales de entre ellos.

Prendió a Santiago y lo mandó a prisión, y mientras se hallaba allí envió a alguien

que lo matara con la espada, así como otro Herodes había ordenado que Juan

fuera decapitado. Cuando vio que sus actos agradaban a los judíos, se volvió más

osado y envió a Pedro a la cárcel. Esas crueldades se llevaron a cabo durante la

sagrada ocasión de la Pascua.

La gente aplaudió a Herodes por provocar la muerte de Santiago, aunque algunos

se quejaron de 306 que esto se hubiera hecho en privado, y sostuvieron que una

ejecución pública habría tenido un efecto mayor, y habría intimidado más a los

creyentes y simpatizantes. Herodes entonces mantuvo a Pedro en custodia con el

propósito de agradar a los judíos mediante el espectáculo público de su muerte.

Pero se sugirió al gobernante que no sería prudente ejecutar al veterano apóstol

delante de la gente que se había reunido en Jerusalén en ocasión de la Pascua.

Temían que su venerable aspecto provocara la piedad y el respeto de la multitud;

también temieron que podría hacer una de esas poderosas invitaciones que

frecuentemente habían inducido a la gente a investigar la vida y el carácter de

Jesucristo, y que ellos, con todas sus artimañas, eran totalmente incapaces de

contrarrestar. Los judíos temieron que en tal caso la gente solicitara, al rey que

soltara al apóstol.

Mientras la ejecución de Pedro se postergaba mediante varios pretextos, hasta

que pasara la Pascua, la iglesia de Cristo tuvo tiempo para hacer un profundo examen de conciencia y para dedicarse fervientemente a la oración. Se mezclaron

entonces las sinceras peticiones, las lágrimas y los ayunos. Oraban sin cesar en

favor de Pedro; creían que no debían cesar sus labores cristianas; y sentían que

habían llegado a un punto donde, sin la ayuda especial de Dios, la iglesia de Cristo

se extinguiría.

Por fin se fijó la fecha para la ejecución de Pedro; pero las oraciones de los

creyentes seguían ascendiendo al cielo. Y mientras se recurría a todas las

energías y simpatías para elevar fervientes peticiones, los ángeles de Dios

montaban guardia junto al encarcelado apóstol. La hora de crisis del hombre es el

momento de oportunidad para Dios. Pedro se encontraba entre dos soldados,

asegurado por dos 307 cadenas cada una de las cuales estaba unida a la muñeca

de uno de sus guardianes. Por lo tanto, le era imposible moverse sin que éstos lo

supieran. Las puertas de la prisión estaban bien cerradas, y se había puesto, una

poderosa guardia ante ellas. Toda oportunidad de rescate o de huida, desde el

punto de vista humano, era imposible.

El apóstol no estaba atemorizado por su situación. Desde su restablecimiento

después de su negación de Cristo, había desafiado el peligro sin vacilar, y había

manifestado una noble osadía al predicar a un Salvador crucificado, resucitado y

ascendido a los cielos. Creía que había llegado el momento cuando debía deponer

su vida por causa de Cristo.

La víspera del día de su ejecución, Pedro, encadenado, dormía como de

costumbre entre los dos soldados. Herodes, al recordar la huida de Pedro y Juan

de la prisión, donde habían sido confinados por causa de su fe, duplicó sus

precauciones en esa oportunidad. Se hizo responsables a los soldados de la

salvaguardia del prisionero, con el propósito de asegurarse de que extremaran su

vigilancia. Estaba encadenado, como ya dijimos, en una celda cavada en la roca

viva, cuyas puertas estaban cerradas con barrotes y cerrojos. Dieciséis hombres

habían sido destacados para montar guardia junto a esta celda, y se relevaban a

intervalos regulares. En cada turno había cuatro guardianes. Pero los barrotes, los

cerrojos y la guardia romana, que efectivamente le cortaban al prisionero toda

posibilidad de ayuda, solamente contribuirían a que el triunfo de Dios fuera más

completo al liberar a Pedro de la prisión. Herodes estaba alzando su mano contra

el Omnipotente, y había de ser totalmente humillado y derrotado en su intento de

atentar contra la vida del siervo de Dios. 308

Librado por un ángel

En esa última noche, antes del día de la ejecución, un ángel poderoso, enviado

desde el cielo, descendió para rescatarlo. Las macizas puertas que encerraban al

santo de Dios se abrieron sin la intervención de manos humanas; el ángel del

Altísimo entró, y sin hacer ruido se cerraron de nuevo tras él. Llegó a la celda

cavada en la roca viva, donde yacía Pedro durmiendo el bendito y apacible, sueño

de la inocencia con perfecta confianza en Dios, mientras permanecía encadenado

a dos poderosos guardianes, uno a cada lado. La luz que circundaba al ángel

iluminó la cárcel pero no despertó al dormido apóstol. Gozaba del reposo completo

que vigoriza y renueva, y que es el fruto de una buena conciencia.

Pedro no se despertó hasta que sintió el toque de la mano del ángel y escuchó su

voz que le decía: "Levántate pronto". Vio su celda, que nunca había recibido la

bendición de un rayo de sol, iluminada entonces por la luz del cielo, y a un ángel revestido de resplandeciente gloria de pie ante él. Obedeció mecánicamente la

voz del ángel; y al ponerse de pie levantó las manos, y descubrió que las cadenas

se habían desprendido de sus muñecas. Nuevamente escuchó la voz del ángel:

"Cíñete, y átate las sandalias".

De nuevo Pedro obedeció mecánicamente, mientras mantenía la vista fija en su

visitante celestial, convencido de que estaba soñando o se encontraba en visión.

Los soldados armados estaban tan inmóviles que parecían

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