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Homiletica


Enviado por   •  29 de Noviembre de 2012  •  989 Palabras (4 Páginas)  •  438 Visitas

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JESÚS: UN MODELO DE PREDICACIÓN

Todos los que oían al Salvador "se maravillaban de su doctrina, porque su palabra era con potestad." "Porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.' La enseñanza de los escribas y ancianos era fría y formalista, como una lección aprendida de memoria. Para ellos, la Palabra de Dios no tenía poder vital. Habían substituido sus enseñanzas por sus propias ideas y tradiciones. En la rutina de las ceremonias profesaban explicar la ley, pero ninguna inspiración de Dios conmovía su corazón ni el de sus oyentes.

Jesús no tenía nada que ver con los diversos temas de disensión entre los judíos. Su obra era presentar la verdad. Sus palabras derramaban raudales de luz sobre las enseñanzas de los patriarcas y profetas, y presentaban las Escrituras a los hombres como una nueva revelación. Nunca habían percibido sus oyentes tan profundo significado en la Palabra de Dios. Jesús se encontraba con la gente en su propio terreno, como quien está familiarizado con sus perplejidades. Hacía hermosa la verdad presentándola de la manera más directa y sencilla. Su lenguaje era puro, refinado y claro como un arroyo cristalino. Su hablar era como música para los que habían escuchado las voces monótonas de los rabinos. Pero aunque su enseñanza era sencilla, hablaba como persona investida de autoridad. Esta característica ponía su enseñanza en contraste con la de todos los demás. Los rabinos hablaban con duda y vacilación, como si se pudiese entender que las Escrituras tenían un significado u otro exactamente opuesto. Los oyentes estaban diariamente envueltos en mayor incertidumbre. Pero al enseñar, Jesús presentaba las Escrituras como autoridad indudable. Cualquiera que fuese su tema, lo exponía con poder, con palabras incontrovertibles.

Sin embargo, era ferviente más bien que vehemente. Hablaba como quien tenía un propósito definido que cumplir. Presentaba a la vista las realidades del mundo eterno. En todo tema, revelaba a Dios. Jesús procuraba romper el ensalmo de la infatuación que mantiene a los hombres absortos en las cosas terrenales. Ponía las cosas de esta vida en su verdadera relación, como subordinadas a las de interés eterno, pero no ignoraba su importancia. Enseñaba que el cielo y la tierra están vinculados, y que un conocimiento de la verdad divina prepara a los hombres para cumplir mejor los deberes de la vida diaria. Hablaba como quien está familiarizado con el cielo, consciente de su relación con Dios, aunque reconociendo su unidad con cada miembro de la familia humana.

Variaba sus mensajes de misericordia para adaptarlos a su auditorio. Sabía "hablar en sazón palabra al cansado" porque la gracia se derramaba de sus labios, a fin de inculcar a los hombres los tesoros de la verdad de la manera más atrayente. Tenía tacto para tratar con los espíritus llenos de prejuicios, y los sorprendía con ilustraciones que conquistaban su atención. Mediante la imaginación, llegaba al corazón. Sacaba sus ilustraciones de las cosas de la vida diaria, y aunque eran sencillas, tenían una admirable profundidad de significado. Las aves del aire, los lirios del campo, la semilla, el pastor y las ovejas, eran objetos con los cuales Cristo ilustraba la verdad inmortal; y desde entonces, siempre

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