ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Jesus, Profeta del reino de Dios


Enviado por   •  24 de Abril de 2018  •  Resúmenes  •  2.002 Palabras (9 Páginas)  •  239 Visitas

Página 1 de 9

Jesús, profeta del reino de Dios

Jesús deja el desierto, cruza el río Jordán y entra de nuevo en la tierra de Israel. Tiene ahora unos 32 años. Marcha directamente a Galilea. Lleva fuego en su corazón. Necesita anunciar a aquellas pobres gentes una noticia que le quema por dentro: Dios viene ya a liberar a su pueblo de tanto sufrimiento y opresión. Jesús no vuelve a su casa de Nazaret sino que va a Cafarnaún a casa de Simón y Andrés, dos hermanos que conoció con el Bautista. Cafarnaún es una aldea junto al lago de Genesaret, más importante que Nazaret pero menos que Séforis o Tiberíades. Sus habitantes viven de la pesca y bastantes son campesinos pero también los hay que trabajan como jornaleros de otros terratenientes.

Jesús simpatiza pronto con estas familias de pescadores que le dejan sus barcas para hablar desde ellas al pueblo o para trasladarse a otra orilla. Sus mejores amigos son Simón y Andrés, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo y de Salomé, una de las mujeres que le acompañarán hasta el final. También está María de Magdala, curada por Jesús y cautivada por su amor para siempre.

Pero Jesús no se instala en Cafarnaún. Quiere difundir la noticia del Reino de Dios por todas partes y se pone a recorrer los pueblos y aldeas de Galilea llegando hasta las regiones vecinas de Tiro, Sidón y la Decápolis. Evita las grandes ciudades. Un grupo de seguidores le acompaña. Cuando llegan a un pueblo se acerca a las casas deseando la paz a las madres y a los niños y habla con los vecinos y campesinos que trabajan la tierra. Los sábados se reunen en la sinagoga para rezar, cantar salmos y comentar las Escrituras.

El pueblo ya no tiene que salir al desierto buscando la conversión; es Jesús quien se acerca a ellos para enseñarles el camino, curar a los enfermos, librar a los endemoniados de sus ataduras, comiendo con la gente y pasar haciendo el bien a todos sin discriminación. Más aun, sus preferidos son los pobres, los enfermos, los más desgraciados, los más débiles y desamparados. El Reino de Dios es para ellos principalmente.

La vida itinerante de Jesús es símbolo vivo de su libertad y de su fe en el Reino de Dios. No vive de un trabajo remunerado, no tiene casa ni dinero. Ha abandonado la seguridad del sistema para entrar confiadamente en el Reino de Dios. Esto significa que el Reino de Dios no tiene un centro de poder como el Imperio sino que se va gestando allí donde ocurren cosas buenas para los pobres.

La pasión por el Reino de Dios

Podemos decir que la causa a la que Jesús dedica en adelante su tiempo, sus fuerzas y su vida entera es lo que él llama el Reino de Dios. Es el núcleo de su predicación. Es la clave para captar el sentido que Jesús da a su vida y para entender su proyecto para Israel y para todos los pueblos. Un proyecto que consiste en hacer que Dios sea acogido como Dios de misericordia y que su reinado de justicia y de paz se extienda por todas partes. Su objetivo no es proporcionar a sus vecinos un código moral más perfecto sino ayudarles a intuir cómo es y cómo actúa Dios y cómo va a ser el mundo si todos actuan como Él.

¿Cómo pudo Jesús entusiasmar a aquellas gentes hablándoles del Reino de Dios? ¿Qué captaban detrás de esa metáfora? El pueblo de Israel desde el comienzo de su historia tenía a Dios por rey, el soberano absoluto sobre todos los dioses y señor de los pueblos. Los salmos están llenos de expresiones de alabanza a Yahvé Rey y su gobierno. Es el rey que los sacó de la esclavitud de Egipto, que los condujo a través del desierto a la tierra prometida. El pueblo lo sentía como su liberador, su pastor, su padre. Pero cuando se estableció la monarquía en Israel, no todos sus reyes fueron ejemplares, más bien unos pocos y el resultado fue el destierro a Babilonia.

Para Israel fue una experiencia trágica: bajo la opresión, sin derecho a tierra, sin rey ni instituciones y sometido a esclavitud. ¿Dónde estaba Dios, el rey de Israel? Los profetas reanimaron la esperanza del pueblo. Dios restauraría a su pueblo y de nuevo lo libraría de la esclavitud. Con Ciro algunos desterrados pudieron volver a su tierra y reconstruir el templo pero el pueblo no se enmendó y nuevas invasiones de griegos y romanos redujeron a Israel a la opresión.

Jesús sabía todo esto, conocía las promesas de los profetas y en las sinagogas pudo unirse a la oración de los sábados que decía así:

“Que tu Nombre grande sea ensalzado y santificado en el mundo que tú has creado según tu voluntad. Que tu Reino irrumpa en nuestra vida y en nuestros días pronto y sin demora. Que una paz abundante llegada del cielo, así como la vida, vengan pronto sobre nosotros y sobre todo Israel. Tú, Yahvé que has hecho la paz en las alturas la extiendas sobre nosotros y sobre todo Israel”

También era conocida la oración de las ocho bendiciones, al salir y ponerse el sol. Una de ellas le grita así a Dios: “Aleja de nosotros el sufrimiento y la aflicción y sé tú nuestro único Rey”

Cuando Jesús con grande seguridad anunciaba por doquier: ¡El Reino de Dios ya ha llegado!¡Ya está aquí! Convertíos y creed en la Buena Noticia”, sorprendió a todos y causó escepticismo y desconcierto. ¿Cómo puede ser esto que dices si seguimos dominados por Roma? Pero Jesús respondía: “El Reino de Dios no viene de forma espectacular porque el Reino de Dios está dentro de vosotros” Con estas palabras Jesús quería decir que la paz y la justicia empieza en el corazón de cada uno y se va extendiendo a los pueblos en la medida en que el mal es vencido por el bien.

La maldad nace en el corazón de cada persona. No solo es Herodes ni Anás los impíos y corruptos; no solo son los grandes terratenientes y los recaudadores los únicos malvados. La maldad se contagia a todos. Jesús dice que es el mal al que hay que combatir; que Dios no viene a destruir las personas sino a destruir el mal que hay en ellas y su Reino se realiza allí donde los enfermos, los endemoniados, los pobres y los marginados vuelven a recobrar la salud y la dignidad. También quiere Dios liberar a los malvados de su egoísmo y maldad. A todos ofrece el perdón y la paz. Su reinado no se impone por la fuerza sino para introducir en la vida su misericordia y llenar la creación de su compasión. Esta misericordia acogida por todos es la que puede destruir el mal del mundo. Este es el Dios que está llegando: el Dios que no quiere ver sufrir a nadie porque su bondad no tiene límites ni siquiera con los malos.

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (11.6 Kb)   pdf (81.6 Kb)   docx (14.7 Kb)  
Leer 8 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com