LOS DISCAPACITADOS EN LA IGLESIA
Dorysa22 de Julio de 2014
3.655 Palabras (15 Páginas)298 Visitas
Los discapacitados en la iglesia
La página del samaritano.
"Pero un samaritano...fue movido a misericordia" San Lucas 10:33
LOS DISCAPACITADOS EN LA IGLESIA.
Esas personas que diariamente pasan a su lado en silla de ruedas o que van con un bastón blanco atravesando la calle; aquellos que conversan por medio de señas y emiten algunos sonidos guturales o esos de mirada extraviada y que parecen ser de una inteligencia inferior, son seres humanos, hasta pueden ser hermanos en Cristo y tienen algo que enseñarnos, quizás más de lo que usted piensa.
En muchas culturas de la Antigüedad se les eliminaba al nacer imperfectos. Aquellas sociedades, como hoy día, valoraban el cuerpo más que el alma y preferían destruir al bebé o al niño que era ciego, sordo o con alguna tara. Actualmente el rechazo actúa solapadamente; no se elimina al discapacitado pero sí se le segrega, se le aparta del grupo como algo raro. A lo más despierta nuestra conmiseración, que nada tiene que ver con el amor misericordioso de Dios y del verdadero samaritano, un amor nacido del Espíritu Santo y que implica empatía con el que sufre. Empatía (del griego empatheia, afecto, conmoción) es la penetración en los sentimientos de otra persona; la acción y capacidad de imaginar la emoción sentida por otro.
Se dice que la humanidad ha vivido sucesivamente tres etapas en su manera de afrontar la discapacidad. Una primera condición sería aquella que rechaza al sujeto, lo cual determina su eliminación, la segregación de la sociedad o bien el considerarle como algo muy especial y ubicarlo en un lugar de privilegio. Algunos pueblos primitivos consideran los ataques de epilepsia, por ejemplo, como signo de la presencia de poderes sobrenaturales y elección de esa persona por los dioses para ejercer como brujo de la tribu.
Con el advenimiento del cristianismo y la predicación del Evangelio surgió una nueva forma de enfrentar la discapacidad. La sociedad y especialmente la Iglesia asumieron la protección de estas.
Los primeros intentos de una educación y rehabilitación de los ciegos y los sordos, se llevaron a cabo entre los religiosos de la Edad Media. Paulatinamente, al ser educados y aprender ciertos oficios, los propios discapacitados reclamaron su justa aceptación e integración en la sociedad.
Hoy por hoy hemos comprendido que las personas con algún impedimento tienen todo el derecho a vivir en sociedad y es nuestro deber aceptarles, integrarles y crear formas que permitan su incorporación plena a la vida familiar, social y laboral. No sólo están los argumentos sociológicos, psicológicos y pedagógicos, sino también fuertes verdades bíblicas apoyan esta tesis.
Sin embargo aún muchos no se dan cuenta que lo justo es la aceptación e integración de ellos como personas normales, con los mismos deberes y derechos que el resto de los individuos de la sociedad. Dios creó un solo mundo para ser disfrutado por el hombre, como dice aquella canción popular "¿Para qué vivir tan separados si la tierra nos quiere juntar? Este mundo es uno y para todos..." En la Biblia, Job asegura acerca de la discriminación que Dios "os reprochará de seguro, si solapadamente hacéis acepción de personas" (Job 13:10).
LA PEDAGOGÍA DEL DOLOR
Dios ha permitido esta evolución en el pensamiento para que comprendamos que todo ser humano es creado por Él y merece la vida y el respeto de todos. Aún más, que la discapacidad no es una maldición sino una bendición de Dios. Quizás la sociedad humanista no vislumbre estas verdades espirituales y sólo vea en esto un asunto de igualdad, de justicia y de derechos humanos, pero la Iglesia, poseedora del depósito de la fe, valora profundamente esta enseñanza a la luz de las Escrituras, sabe que el dolor tiene un sentido didáctico y generador de vida espiritual. "De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto" (San Juan 12:24).
Un amigo ciego me decía hace poco: "Parece una paradoja, pero todo lo que he aprendido lo he aprendido de la ceguera". No sólo los discapacitados pueden aprender de su impedimento, sino que los que les rodeamos tenemos mucho que aprender de ellos. Así es que la discapacidad es una herramienta de Dios para nuestro perfeccionamiento espiritual.
Tal vez la sociedad siga en el futuro otros derroteros, no acordes con la ética cristiana en el tratamiento de la vida. Podría optar por la eliminación de embriones humanos imperfectos o por la intervención genética previa al nacimiento y la clonación de hombres y mujeres sin defecto físico. El ser humano siempre se ha empecinado por hacer un paraíso en la tierra, a su modo, despreciando las verdades del Reino de Dios. Pero los cristianos valoramos lo que el Señor de la Vida quiere mostrarnos en el dolor. El cristianismo lo mitiga, restaña las heridas, pero no pretende negarlo ni eliminarlo de la tierra; como Jesús dijo "Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros..." (San Juan 12:8ª).
UNA INVITACIÓN MUY ESPECIAL
Sabemos que hay un reino de tinieblas antivalórico que está en lucha contra el reino de la luz y sus principios, un gobierno espiritual de maldad que quiere avasallarnos y se burla de los valores cristianos; pero estamos ciertos que nuestra batalla permanente en el mundo, por sobre la instauración de pautas justas en la sociedad, es salvar la vida de personas para Jesucristo.
Por eso Jesús en su Parábola De La Gran Cena nos habla de salir a los caminos y traer a los pobres y discapacitados, a los que son carentes de una posición privilegiada, carentes de ojos, oídos, piernas o salud e invitarles al gran banquete del Evangelio.
"Un hombre hizo una gran cena, y convidó a muchos. Y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya todo está preparado. Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero dijo: He comprado una hacienda, y necesito ir a verla; te ruego que me excuses. Otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses. Y otro dijo: Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir.
Vuelto el siervo, hizo saber estas cosas a su señor. Entonces enojado el padre de familia, dijo a su siervo: Ve pronto por las plazas y las calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos.
Y dijo el siervo: Señor, se ha hecho como mandaste, y aún hay lugar. Dijo el señor al siervo: Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa. Porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados, gustará mi cena."
(San Lucas 14:16-24)
Dice la narración simbólica de Jesús - porque siempre una parábola es una metáfora de una realidad espiritual - que un hombre hizo una cena y convidó a gran cantidad de personas. Destaca la generosidad de este hombre que desea compartir con mucha gente aquella cena. Toda cena se realiza en la noche y en medio de las tinieblas este hombre ilumina su casa y prepara una gran fiesta pues cuando alguien invita a cenar por lo general es para celebrar. La misma cena pascual judía es una celebración, la última cena de Jesús con sus discípulos fue una celebración muy especial en que se anunció el cumplimiento de la profecía de Jeremías 31:33. Nuestra actual Santa Cena o Eucaristía también es una fiesta en que recordamos y celebramos nuestra liberación del reino de tinieblas, así como los judíos celebraban su liberación de Egipto. Pero la misma venida de Jesucristo fue una gran celebración, una mesa puesta con los más ricos manjares espirituales para todo el que quisiere comer. Pensemos nada más en el Sermón del Monte
El Padre invita a toda la humanidad a cenar, a comer el Pan de la Palabra, a degustar de su amor y sabiduría, de su misericordia y su justicia encarnados en la persona del Hijo de Dios, la Palabra Viva, el Pan del Cielo. Desde el comienzo de la Historia, Dios nos ha invitado a celebrar. Primero fabricó un paraíso para que viviésemos felices.
Cuando fallamos nos enseñó distintas fiestas para recordarnos sus grandes actos de justicia y sus promesas: fiesta de la Pascua, de los Panes sin Levadura, de las Primicias, Pentecostés, de las Trompetas, Día de la Expiación y de los Tabernáculos. Ahora nos invita otra vez a su banquete y envía a su siervo Jesucristo a decir a los convidados: Venid, que ya todo está preparado.
Como en toda fiesta bien organizada, primero el anfitrión envía invitaciones casi siempre escritas, equivalente a las profecías que anunciaban aquel tiempo en que vendría la salvación a Israel. Luego Dios Padre envió a su Hijo a invitar personalmente a cada uno de nosotros.
Cuenta la parábola que todos comenzaron a excusarse. Es curioso que siempre el ser humano encuentra excusas para no escuchar, seguir, obedecer o creer a Dios, sin embargo Él nunca se excusa cuando le invocamos, no importando la magnitud de nuestro pecado. "Si los cielos se cerraren y no hubiere lluvias, por haber pecado contra ti, si oraren a ti hacia este lugar, y confesaren tu nombre, y se convirtieren de sus pecados, cuando los afligieres, tú los oirás en los cielos, y perdonarás el pecado de tus siervos y de tu pueblo Israel, y les enseñarás el buen camino para que anden en él, y darás lluvia sobre tu tierra, que diste por heredad a tu pueblo" (2 Crónicas
...