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La Cruz En San Pablo


Enviado por   •  17 de Julio de 2014  •  3.220 Palabras (13 Páginas)  •  192 Visitas

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En la experiencia personal de san Pablo encontramos que mientras al inicio había sido un perseguidor y había utilizado la violencia contra los cristianos, desde el momento de su conversión en el camino de Damasco, se había pasado a la parte de Cristo crucificado, haciendo de Él la razón de su vida y el motivo de su predicación. En el encuentro con Jesús le quedó muy claro el significado central de la cruz: comprendió que Jesús había muerto y resucitado por todos y por él mismo. Ambas cosas eran importantes; la universalidad: Jesús murió realmente por todos; y la subjetividad: murió también por mí. En la cruz, por tanto, se había manifestado el amor gratuito y misericordioso de Dios. Para san Pablo la cruz tiene un primado fundamental en la historia de la humanidad, representa el punto central de su teología, porque decir cruz quiere decir salvación. El tema de la cruz de Cristo se convierte en un elemento esencial y primario de la predicación del Apóstol.

El hombre por sí solo, sin Cristo, está radicalmente incapacitado para liberarse del estado miserable en que cayó tras el pecado original. Este, aumentado por los pecados personales, tiene sometido al hombre, tiraniza la existencia del hombre irredento, que no puede salir de su condición de enemistado con Dios, excluido de la vida eterna y destinado al dolor y a la muerte. Incluso la Ley se convierte en agravante al no poder ser cumplida. San Pablo advierte la situación real del hombre, incluso después de recibir los frutos de la redención: "Pues lo que quiero, no lo hago; y en cambio lo que detesto, eso hago" (Rom 7,15). "Así pues, al querer hacer el bien encuentro esta ley en mí: que el mal está junto a mí; pues me complazco en la ley de Dios según el hombre interior, pero veo otra ley en mis miembros que lucha contra la ley de mi espíritu y me esclaviza a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Infeliz de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Rom 7,21-24).

La salvación del hombre llega por Cristo. Lo que ningún hombre puede hacer e incluso “lo que no podía hacer la Ley, reducida a la impotencia por la carne, Dios lo hizo, enviando a su propio Hijo, en una carne semejante a la del pecado, y como víctima por el pecado. Así él condenó el pecado en la carne.” (Rm 8,3). “Ustedes estaban muertos a causa de sus pecados y de la incircuncisión de su carne, pero Cristo los hizo revivir con él, perdonando todas nuestras faltas. Él canceló el acta de condenación que nos era contraria, con todas sus cláusulas, y la hizo desaparecer clavándola en la cruz.” (Col 2, 13-14). Aquí manifiesta el apóstol que la Cruz de Cristo implica la superación de la etapa preparatoria del Antiguo Testamento que es llevada a la plenitud por la nueva etapa de la salvación en Cristo.

Para hacer la voluntad del Padre (Ga 1,4) “que se entregó por nuestros pecados para librarnos de este mundo perverso, conforme a la voluntad de Dios, nuestro Padre” fue “obediente hasta la muerte” (Flp 2,8), aceptando que su muerte tuviera la apariencia de un castigo exigido por la ley. Es que, “nacido bajo la ley” (Gal 4,4) y habiendo tomado “una carne semejante a la carne de pecado” (Rom 8,3) era solidario con su pueblo y con toda la raza humana. “Dios lo había hecho pecado por nosotros” (2 Cor 5,21). Asumiendo en su muerte la pena capital que nosotros merecemos en nombre de la Ley. “Cristo nos liberó de esta maldición de la Ley, haciéndose él mismo maldición por nosotros, porque también está escrito: Maldito el que está colgado en el patíbulo” (Ga 3,13-14). De modo que el castigo merecido por el pecado humano debla recaer sobre él. Por eso su muerte fue una “muerte al pecado” (Rom 6,10), aunque él fuera inocente, pues asumió hasta el fin la condición de los pecadores “gustando la muerte” como todos nosotros).Pero presentándose así entre los muertos, les llevaba esta buena nueva, que “porque nosotros creemos que Jesús murió y resucitó: de la misma manera, Dios llevará con Jesús a los que murieron con él.” (1Tes 4,14), restituyéndonos la vida pues “así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una Vida nueva.” (Rm 6,4). Porque no solo murió en lugar nuestro, sino, por nosotros, en nuestro provecho, muriendo “por nuestros pecados” (1Cor 15,3), nos reconcilió con Dios por su muerte (Rom 5,10), de modo que podemos ya recibir la herencia prometida, y se nos convierte en hijos de Dios (Rm 8,17: Y si somos hijos, también somos herederos, herederos de Dios y coherederos de Cristo, porque sufrimos con él para ser glorificados con él.)

Y en esto San Pablo ve la manifestación del amor de Dios hacia toda la humanidad

Rm 5,8: la prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores.

Ga 2,20: la vida que sigo viviendo en la carne, la vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí.

Ef 5,1-2: Traten de imitar a Dios, como hijos suyos muy queridos. Vivan en el amor, a ejemplo de Cristo, que nos amó y se entregó por nosotros, como ofrenda y sacrificio agradable a Dios

Ef 5,25-26: Maridos, amen a su esposa, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella, para santificarla.

Y este designio de amor, de salvación, sobrepasa las fronteras del pueblo de Israel (Ef 2,13: pero ahora, en Cristo Jesús, ustedes, los que antes estaban lejos, han sido acercados por la sangre de Cristo.) Pues “Él murió por todos” (2 Co 5,15) “para que la bendición de Abraham alcanzara a todos los paganos en Cristo Jesús, y nosotros recibiéramos por la fe el Espíritu prometido” (Ga 3,14 ) creando para si un solo pueblo (Tt 2,14: Él se entregó por nosotros, a fin de librarnos de toda iniquidad, purificarnos y crear para sí un Pueblo elegido y lleno de celo en la práctica del bien.) En virtud de la acción redentora “en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, destruyendo la enemistad en su persona” (Ef 2, 16), uniéndonos a este Cuerpo por medio del bautismo (Rm 6,3-4: ¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, nos hemos sumergido en su muerte? Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una Vida nueva.) Cristo, al asumir la naturaleza humana, se constituye en representante y cabeza de toda la humanidad, en el nuevo Adán (1 Cor 15,20-22; 2 Cor 5,14; Rom 5,14). Cuando Cristo muere en la Cruz, todos hemos muerto con El. "Cristo murió por todos, para que los que vivan ya no vivan para sí, sino para el que murió por todos" (2 Cor 5,15). La muerte de Cristo ha constituido la reparación perfecta

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