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SAN PEDRO Y SAN PABLO

saenia25 de Junio de 2014

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Los Apóstoles San Pedro y San Pablo. Pilares de la Iglesia y ejemplos de vida cristiana

Introducción

Cuando hablamos de san Pedro y san Pablo, nos vienen muchos de los conceptos que hemos recibido desde nuestra niñez, en la catequesis o en el colegio, o en nuestras casas. Pero poco sabemos en realidad quienes son estas dos personas que fueron santificadas y alcanzaron el lugar que hoy ocupan en la Iglesia. Vamos a tratar de interiorizarnos sobre sus vidas y sus hechos, usando los pocos datos biográficos con los que podemos contar. Luego veremos por qué ellos son los pilares de la Iglesia, quienes la sostienen (como lo muestra la iconografía) y de qué forma son ejemplos que debemos imitar.

Biografía de San Pedro

Pedro (la traducción griega del nombre arameo Kefa: roca) era hijo de Jonás (Mateo 16:17) y hermano de Andrés (Mateo 10:2). Nació en Betsaida, pueblo situado al noroeste de donde el río Jordán desemboca en el mar de Galilea, llamado “pueblo de pescadores”. Allí creció Pedro, aprendiendo el mismo oficio de su padre.

El Apóstol Pedro era casado y tenía su casa en Capernaúm. Fue llamado por Jesucristo mientras pescaba en el lago de Genesaret y él siempre demostró una especial devoción y decisión, por lo que se hizo digno de un especial acercamiento al Señor, al igual que los Apóstoles Santiago (Jacobo) y San Juan el Teólogo (Marcos 5:37; 9:2; 14:33)

Era una persona sencilla, se podría decir que era iletrado, pero luego de su encuentro con Jesús se manifestó como un hombre fuerte y espiritualmente ferviente. Sin ser teólogo o conocedor de la Ley mosaica, fue el primero que confesó con total claridad al Señor Jesús como el Cristo (Mesías), el Hijo del Dios vivo, y por ello fue digno de ser llamado Piedra o Roca (Pedro). Sobre esta firme confesión de fe de Pedro, el Señor prometió edificar Su Iglesia, contra la cual no prevalecerán las puertas del infierno.

El Apóstol San Pedro, lavó con lágrimas amargas de arrepentimiento su triple negación al Señor en la víspera de Su crucifixión (Marcos 14: 66-72). En consecuencia, fue el primer testigo de la Resurrección (Marcos 16:7; 1 Corintios 15: 5), y el Señor nuevamente lo rehabilitó en la dignidad de Apóstol, tres veces de acuerdo al número de negaciones, y le encomendó cuidar Su rebaño de corderos y ovejas. De acuerdo a la sagrada tradición, el Apóstol Pedro cada mañana comenzaba a llorar amargadamente al escuchar el canto del gallo, pues recordaba su cobarde renuncia a Cristo.

San Pedro fue el primero en contribuir a la difusión y al fortalecimiento de la Iglesia de Cristo. El día de Pentecostés, cuando descendió el Espíritu Santo y llenó a los discípulos que estaban reunidos en el cenáculo, pronunció el primer discurso kerigmático de la Iglesia, lo que llevó a tres mil personas a la conversión (Hechos 2) Poco tiempo después sanó a un hombre cojo de nacimiento (Hechos 3:1-10). En un segundo discurso, en el pórtico de Salomón, convirtió al cristianismo a unos cinco mil judíos (Hechos 4:4). A lo largo del libro de Hechos de los Apóstoles, se puede observar que la fuerza espiritual que procedía del apóstol San Pedro era tan intensa, que hasta su sombra curaba a muchos enfermos (Hechos 5:15).

El nieto de Herodes el Grande, llamado Herodes Agripa I, en el año 42, restableció las persecuciones contra los cristianos. Él asesinó al Apóstol Santiago (Jacobo), Hijo de Zebedeo, y encerró al apóstol Pedro en una prisión. Pero la Iglesia “hacía sin cesar oraciones a Dios por él” (Hechos 12: 5) En respuesta a la ferviente oración de los cristianos, durante la noche apareció un ángel del Señor en la celda de Pedro, “las cadenas se le cayeron de las manos” (Hechos 12:7) y pudo salir de la prisión sin ser advertido.

Luego de esta milagrosa liberación, el libro de los Hechos lo recuerda sólo una vez más al narrar el concilio de los Apóstoles. Otros testimonios sobre él fueron conservados por la tradición de la Iglesia. Se sabe que él difundía el Evangelio por las orillas del Mar Mediterráneo, en la ciudad de Antioquia. El Apóstol Pedro evangelizó en Asia Menor a los judíos y prosélitos (paganos convertidos al judaísmo), luego en Egipto, donde ordenó a Marcos como primer obispo de la Iglesia de Alejandría. De allí fue a evangelizar a Grecia, Corinto, luego a Roma, España, Cartagena y Bretaña. De acuerdo a la Tradición, el Apóstol Marcos escribió su Evangelio para los cristianos romanos basado sobre las palabras del Apóstol Pedro.

San Pedro escribió dos epístolas que forman parte del canon del Nuevo Testamento. La primera epístola está dedicada a los advenedizos de la diáspora en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, provincias de Asia Menor. El motivo del escrito de San Pedro fue el deseo de fortalecer a sus hermanos ante la aparición de diferencias en éstas comunidades y persecuciones, por parte de los enemigos de la Cruz de Cristo y alimentar el rebaño del Dios, como el mismo Cristo se lo pide (Juan 21:15-17). Entre los cristianos también surgieron enemigos internos, los falsos maestros que deformaban las enseñanzas sobre la libertad cristiana y promovían la inmoralidad.

La segunda epístola fue escrita probablemente entre los años 60 al 67 d. C. Y dirigida a los cristianos de Asia Menor. En ésta el Apóstol pone un énfasis particular en advertir a los fieles sobre los falsos maestros. Y para contrarrestar las falsas doctrinas, insiste en la palabra de Dios y en la certeza del cumplimiento de las promesas divinas.

Estas enseñanzas heréticas coinciden con aquellas que son refutadas por el Apóstol san Pablo en sus cartas a Timoteo y a Tito. Las extrañas doctrinas de los herejes amenazaban la moral y la fe cristiana. Cabe recordar que por aquellos tiempos se difundió rápidamente la herejía gnóstica que absorbió elementos judaicos, cristianos y diversas enseñanzas paganas. Se estima que esta epístola fue escrita poco tiempo antes de ser martirizado el Apóstol Pedro, pues asevera: "Sé que en breve debo abandonar mi cuerpo, como nuestro Señor Jesucristo me lo ha declarado" (2 Pedro 1:14)

Hacia el final de sus días el Apóstol Pedro estuvo nuevamente en Roma, donde fue martirizado en el año 67 mediante la crucifixión cabeza abajo.

Biografía de San Pablo

Las fuentes para trazar las líneas de una biografía paulina son básicamente sus cartas y, por supuesto, el libro de Hechos de los Apóstoles. De ellos sabemos que Pablo era llamado por su nombre hebreo Saulo y que pertenecía a la estirpe de Benjamín. Nació en la ciudad de Tarso, Cilicia, (Asia Menor), que era un centro de cultura y ciencias griegas (Hechos 21:39) Pablo pertenecía a una familia judía acomodada y tenía los derechos de la ciudadanía romana, pues era nativo de ésta ciudad (Hechos 22:28). Al octavo día de su nacimiento fue circuncidado (Filipenses 3:5) Recibió su educación primaria en Tarso, donde aprendió griego, la lengua usual en la zona y evidentemente allí conoció la cultura pagana, ya que en sus cartas y discursos se advierten claramente las huellas del conocimiento del griego y de los escritores paganos.

Cuando tenía aproximadamente quince años se marchó a Jerusalén; allí recibió su educación posterior y se hizo partidario entusiasta de los fariseos (Hechos 22:3: Gálatas 1:14). En la prestigiosa academia rabínica de Jerusalén, fue instruido por el conocido maestro Gamaliel, quien era considerado un conocedor de la Ley, y a pesar de pertenecer al partido fariseo, era un libre pensador y amante de la sabiduría griega. Aquí según la costumbre adoptada por los hebreos, el joven Saulo aprendió el arte de construir tiendas, lo que posteriormente le ayudó a ganar el alimento con su propio esfuerzo (Hechos 18:3; 1 Corintios 4: 12; 1 Tesalonicenses 2:9).

Saulo, por lo visto se preparaba para el deber de rabino (instrucción religiosa), después de completar su educación, él se revela como un fuerte defensor de la tradición farisea y perseguidor de la fe de Cristo. Posiblemente por la designación del Sanedrín, él fue testigo del martirio de San Esteban, luego recibió el poder de perseguir oficialmente a los cristianos aun fuera de las fronteras de Palestina, en Damasco.

El evento que marcó fuertemente su vida, fue su encuentro con el Señor en el camino a Damasco. Dicho encuentro y posterior conversión lo transformarían por completo, a tal punto que se puede hablar de un antes y un después de su conversión en la vida de Pablo. Su conversión fue operada por medio de una revelación especial de Cristo que al mismo tiempo lo llamaba a ser apóstol de los gentiles (Hechos 9; Romanos 15:15 ss; Gálatas 2:7 ss) Para san Pablo, esta revelación del Señor resucitado es el fundamento de que su apostolado es equivalente al de los otros apóstoles más antiguos (2 Corintios 10-13; Gálatas 1 ss)

En medio de la revelación divina, Pablo escuchó una voz que le decía: "Saulo, Saulo ¿porqué me persigues?" A la pregunta de Saulo "¿Quién eres?" El Señor contestó: "Yo soy Jesús a quien tu persigues." Y le encomendó ir a Damasco donde se le indicaría qué debía hacer. Ya en Damasco y privado de la vista, Pablo fue instruido en la fe, y al tercer día fue bautizado por Ananías y recuperó la vista. Desde este momento se hizo un confesor celoso de la enseñanza cristiana que antes perseguía. Por un tiempo se fue a Arabia y luego retornó a Damasco para predicar a Cristo. Pero la ferocidad de los judíos, indignados por su conversión, lo obligaron a huir a Jerusalén, donde se unió a la comunidad de los fieles y conoció a los Apóstoles. A causa del atentado contra su vida por

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