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La Iglesia

chikilandia24 de Septiembre de 2013

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a Iglesia

De entre las muchas y complicadas cuestiones relacionadas con el

problema de la fundación de la Iglesia por Jesús, sólo cabe destacar

aquí una pequeña sección. Aquélla precisamente que esclarece el

núcleo del pensamiento eclesial de Jesús. Que Jesús quiso ser más

que un propagandista de una nueva moralidad, que por lo demás no

sería obligatoria y quedaría al capricho del individuo; que quiso más

bien una nueva comunidad religiosa, un pueblo nuevo, lo expresó él

mismo con un gesto único y sencillo, que Marcos formula así: «Llamó

a los que quiso... y designó a doce...» (Mc 3,13s). Mucho antes de

que existiera el nombre de "apóstol" (sólo apareció sin duda después

de la resurrección), ya existía la comunidad de los doce, cuyo nombre

esencial era cabalmente ser «los Doce». Toda la importancia que se

daba precisamente a ese número de doce, se mostró bien a las claras

después de la traición de Judas: los apóstoles (bajo la dirección de

Pedro) consideraron como su primer deber restablecer el número

perdido de doce (Act 1,15-26) De hecho, ese número era cualquier

cosa menos indiferente o casual. Israel seguía considerándose como

el pueblo de las doce tribus, que esperaba para la era mesiánica de

salvación el restablecimiento precisamente de las doce tribus de

Israel, que habían nacido un día de los doce hijos de Jacob-Israel. Al

"designar a doce", Jesús se confesaba como el nuevo Jacob (cf.

también Jn 1,51; 4,12ss), que ponía ahora el fundamento del nuevo

Israel, del nuevo pueblo de Dios, que había de nacer de estos doce

nuevos patriarcas para formar el verdadero pueblo de las doce tribus

en virtud de la palabra de Dios; y a esos hombres se les confiaba el

esparcir su semilla.

Así, en el fondo, toda la acción de Jesús en el círculo de los doce

era al propio tiempo obra de fundación de la Iglesia, en cuanto toda

estaba dirigida a capacitarlos para ser padres espirituales del nuevo

pueblo de Dios. Más aún, se ha hecho notar que en la

autodesignación de Jesús como "Hijo del hombre" vibra siempre el

factor fundacional, porque, desde su origen en Dan 7, es palabra

simbólica para designar al pueblo de Dios de los últimos tiempos. Al

aplicársela Jesús a sí mismo, se designa implícitamente como creador

y señor de este nuevo pueblo, con lo que toda su existencia aparece

referida a la Iglesia (Kattenbusch). Pero hay naturalmente ciertos

momentos en su vida en que gravita con mayor fuerza su intención de

fundar la Iglesia. Tales momentos son la colación del poder de atar y

desatar a Pedro (Mt 16,18s y Jn 21,15-17) y a los apóstoles (Mt

18,18), y más todavía la última cena. Sabios como A. Schlatter, T.

Schmidt, F. Kattenbusch, K.H. Schelkle han mostrado que la última

cena debe concebirse como el verdadero acto fundacional de la

Iglesia por parte de Jesús. Cierto que precedieron la vocación de los

doce y el primado de Pedro; ni una ni otra cosa se suprimen en la

cena, sino que se dan por supuestas y ambas cobran con la cena su

propio y verdadero sentido. Porque sólo con la cena da Jesús a su

futura comunidad un punto específico de apoyo, un acontecimiento

aparte, que sólo a ella le conviene, la destaca de manera

inconfundible de toda otra comunidad religiosa y la reúne con sus

miembros y con su Señor para formar una nueva comunidad. Pero

aquí es sobre todo instructivo el estrecho contexto con la pascua

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