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La Lengua


Enviado por   •  21 de Agosto de 2014  •  402 Palabras (2 Páginas)  •  204 Visitas

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Si queremos mantenernos en el amor de Dios, tenemos que usar este don como él quiere. O lo que es lo mismo, tenemos que seguir las instrucciones que ha dejado en la Biblia: “No proceda de la boca de ustedes ningún dicho corrompido, sino todo dicho que sea bueno para edificación [del prójimo] según haya necesidad, para que imparta lo que sea favorable a los oyentes” (Efesios 4:29). Por eso, a continuación examinaremos qué tipo de lenguaje hemos de evitar y cómo podemos usar el don del habla para edificar a nuestros semejantes. Pero, antes de nada, veamos por qué es tan importante controlar la lengua.

 La primera razón para controlarnos al hablar es el gran poder de las palabras. A este poder alude Proverbios 15:4: “La calma de la lengua es árbol de vida, pero el torcimiento en ella significa un quebrantamiento del espíritu”.* Las palabras calmadas de una lengua bondadosa son tan refrescantes como el rocío y tan reconfortantes como un bálsamo. En cambio, los comentarios malintencionados de una lengua perversa le aplastan el ánimo a cualquiera. Como vemos, las palabras pueden herir o pueden curar (Proverbios 18:21).

El poder de las palabras también se ilustra en Proverbios 12:18. Allí se indica que quien “habla irreflexivamente” es como quien da “estocadas [con] una espada”. Al soltar las cosas sin pensar, causa profundas heridas y echa a perder buenas amistades. En efecto, las palabras pueden dolernos más que si una espada nos atravesara el corazón. Pero, como añade el proverbio, también pueden tener el efecto contrario: “La lengua de los sabios es una curación”. Quien se esfuerza por demostrar la sabiduría divina mide bien lo que dice. Con sus comentarios bondadosos sana corazones heridos y restablece buenas relaciones. Sin duda, todos hemos constatado el poder curativo de las palabras (Proverbios 16:24). Lo que sale de nuestros labios tiene mucha fuerza; usémoslo, por tanto, no para lastimar al semejante, sino para aliviarlo.

6 Pero, por más que intentemos hablar con cuidado, a veces fracasaremos. Y este hecho nos muestra la segunda razón para controlarnos al hablar: la tendencia innata a hacer mal uso de la lengua. En efecto, nos cuesta mucho refrenarla porque las palabras proceden del corazón y, según indica la Biblia, “la inclinación del corazón del hombre es mala” (Génesis 8:21; Lucas 6:45; Santiago 3:2-4). Ahora bien, aunque la imperfección nos impide dominar la lengua por completo, sí podemos manejarla mejor. Para ello tendremos que realizar un esfuerzo constante, como si estuviéramos nadando contra la corriente.

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